El CMI tiene su propio programa. Debemos estar atentos a las novedades en la ONU y a los demás acontecimientos internacionales para elaborar ese programa, y luego fomentar las relaciones con el sistema de las Naciones Unidas de manera que respondan a nuestras propias prioridades para evitar desviarnos o que otros nos coopten.
Promover instrumentos eficaces de gobernanza mundial forma parte del programa, por lo que el CMI ha de proporcionar información a las iglesias miembros y movimientos conexos y alentarlos en sus esfuerzos por mejorar el sistema de las Naciones Unidas y hacerlo más sensible a las necesidades de los pueblos. En este sentido, la Oficina de enlace de la CIAI en la Sede de las Naciones Unidas desempeña un papel específico.
El CMI debe utilizar eficazmente los mecanismos de la ONU a los que tiene acceso para presionar a los gobiernos a fin de que respeten las reglas y normas internacionales, como las referidas a los derechos humanos. En este proceso, el CMI debe apoyar a sus asociados y permitirles representar sus propios intereses en los foros pertinentes de las Naciones Unidas.
Cuando se prevé que acontecimientos especiales, como las conferencias mundiales, se traduzcan en nuevas políticas o compromisos constructivos de los gobiernos y la comunidad internacional que tengan relación directa con el programa ecuménico, el CMI debe utilizarlos como incentivos para ayudar a las iglesias a sistematizar sus análisis y recomendaciones. Una de las metas es, claro está, intervenir en la elaboración del programa internacional. Otra meta válida consiste en aprovechar esas ocasiones para aumentar la capacidad de las iglesias y demás asociados y entablar relaciones más eficaces con otros grupos que comparten nuestros objetivos. La participación en este proceso exige el compromiso de ayudar a elaborar el programa de acontecimientos de esta clase desde las primeras fases de preparación.
A menudo el CMI puede aumentar al máximo su influencia en el programa de la ONU mediante la colaboración selectiva con otras organizaciones no gubernamentales y organismos de coordinación.
Es necesario establecer prioridades claras en la labor ecuménica con la ONU. No se puede ni se debe pretender abarcar todo el espectro de cuestiones que aborda la ONU, sino sólo las que tienen relación con los asuntos prioritarios de su propio programa. La experiencia demuestra que la cooperación diaria con determinados organismos y órganos de formulación de programas especializados es, por lo general, más eficaz que las colaboraciones menos específicas.
En su relación con la ONU, el CMI funciona como organización no gubernamental mediante la relación formal de la CIAI con el Consejo Económico y Social y varios organismos especializados, y otras relaciones que mantiene con otros programas del Consejo. De hecho, el CMI bien podría considerarse la más grande y representativa, en términos geográficos, de las ONG internacionales y, quizás, una de las que mejor conoce las realidades locales. Ésta es una función esencial de las iglesias que los asociados de la ONU suelen valorar mucho.
No obstante, el papel del CMI en relación con la ONU no debe limitarse al que desempeña una ONG, ya que tiene una responsabilidad más amplia ante el mundo: difundir las concepciones éticas, morales y espirituales que deben cimentar las relaciones internacionales.
En general, las relaciones entre el CMI y la ONU deberían considerarse a la luz del modo en que podríamos utilizar los instrumentos que proporciona la ONU para alcanzar la visión ecuménica de un mundo justo y pacífico. Así, no se convierte en una carga extra, sino en parte de la labor general del Consejo.