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Historia y panorama general de las relaciones del CMI con las Naciones Unidas

Antecedentes

Inspirados por la conferencia ecuménica de 1937 sobre Vida y Acción, diversos organismos ecuménicos, especialmente en los Estados Unidos y Gran Bretaña, así como personas representativas del CMI (entonces en proceso de formación), empezaron a estudiar, después de 1943, la forma en que había de estructurarse la paz tan esperada. Atrás quedaban ya la Liga de las Naciones y su fracaso en el intento de imponer un compromiso universal al orden mundial. Y en los Estados Unidos se celebró una serie de conferencias de estudio sobre ese orden, y sobre la estructura que de hecho podría darse a unas nuevas Naciones Unidas (basadas en la alianza militar antifascista de las Potencias occidentales, China y Rusia). En dichas conferencias presentó sus informes el movimiento misionero que se había iniciado en 1910 y uno de cuyos objetivos era reforzar a las iglesias "indígenas" en relación con sus gobiernos.

Las iglesias estadounidenses desarrollaron un programa titulado "Seis pilares para la paz", que introducía importantes cambios en el proyecto de carta de las Naciones Unidas que ya se había presentado en la Conferencia de Dunbarton Oaks en Wáshington D.C. En ese programa se hacía un llamamiento para la inclusión en la Carta de disposiciones sobre los derechos humanos, la revisión del proyecto para reconocer lo que hoy denominaríamos la "sociedad civil" como contrapeso a una estructura de poderes exclusivamente gubernamentales, y la democratización de las Naciones Unidas de modo que aun reconociendo el papel especial de las grandes Potencias, se admitiera la participación de todas las naciones, grandes y pequeñas.

En el último minuto, el Gobierno de los Estados Unidos decidió incluir en su delegación en la Conferencia de San Francisco un componente de observadores no gubernamentales en el que los grupos religiosos y los sindicatos estaban bien representados. Y en un momento crucial, el Profesor O. Frederick Nolde, en nombre de ese grupo, defendió con éxito algunos reajustes que seguían las líneas fundamentales de los "Pilares para la Paz".

En 1946, ya terminada la guerra, se celebró una reunión del CMI, en la que se decidió la creación de una Comisión de las Iglesias para los Asuntos Internacionales (CIAI), comisión que, bajo el patrocinio conjunto del CMI y el Consejo Misionero Mundial, debía asegurar una relación efectiva entre las iglesias y las altas esferas de las Naciones Unidas. Aquel mismo año la CIAI fue incluida entre las primeras organizaciones no gubernamentales (ONG) que fueron reconocidas como entidades consultivas por la organización mundial. Desde entonces, la CIAI ha mantenido relaciones consultivas formales con las Naciones Unidas en nombre del CMI. En una primera consulta se definieron los objetivos de la nueva Comisión, que siguen en gran parte inalterados en sus actuales estatutos. Entre ellos figura la "formación de la conciencia cristiana" sobre apremiantes cuestiones mundiales y la asistencia a las iglesias en su labor de promoción de la paz en condiciones de justicia y libertad. Otros objetivos eran el desarrollo del derecho internacional y de instituciones internacionales eficaces; el respeto y la observancia de los derechos humanos y las libertades fundamentales, incluida la libertad de religión; los esfuerzos en pro del desarme; el fomento de la justicia económica y social, el derecho a la libre determinación de los pueblos, y las empresas sociales, culturales, educativas y humanitarias.

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En los primeros años, la CIAI contribuyó a dar forma a la Conferencia de ONG reconocidas como entidades consultivas por el ECOSOC y al establecimiento en Nueva York y Ginebra de comités especializados en sectores tales como los de los derechos humanos, el desarme y el desarrollo, proporcionando además durante muchos años personas que ocuparan los cargos directivos de muchos de esos órganos.

El biógrafo del primer director permanente, Dr. Nolde, hace notar que el personal de la CIAI estaba con frecuencia muy bien considerado en los círculos internos de las Naciones Unidas, tanto por sus conocimientos como por el papel pastoral que varios de sus miembros desempeñaban entre los diplomáticos y los altos funcionarios de la Secretaría. De hecho, mediante la publicación regular de un "memorándum" que, antes de cada Asamblea, se distribuía a todas las misiones permanentes en la Sede de las Naciones Unidas, la CIAI daba a conocer a las delegaciones la posición del CMI sobre el número cada vez mayor de temas que figuraban en el programa de la Asamblea General. Muchos de esos temas eran además seguidos durante los trabajos de la propia Asamblea General y de sus comisiones. Durante años, y hasta 1968, miembros del personal de la CIAI y algunos de sus altos cargos asistían regularmente a las Asambleas Generales anuales y eran con frecuencia considerados como personalidades habituales en las reuniones (y en el Salón de delegados) y como autoridades cuya opinión se solicitaba y, a veces, se seguía.

La CIAI puede justamente proclamar la influencia que tuvo en la inclusión constante de temas en el programa de las Naciones Unidas. Y desempeñó un papel fundamental en la promoción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la creación de la Comisión de Derechos Humanos y, más tarde, en la redacción de los Pactos sobre Derechos Civiles y Políticos y sobre Derechos Sociales, Económicos y Culturales. También influyó en sectores como los de desarme, descolonización, protección y asistencia a los refugiados, población, condición jurídica y social de la mujer, papel de la mujer en el desarrollo, erradicación de la pobreza, y racismo.

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Durante sus primeros veinte años el personal de la CIAI estuvo integrado por norteamericanos y nacionales de la Europa occidental, que centraron en gran parte sus esfuerzos en el programa del Atlántico Norte. En 1968 se procedió en La Haya, en vísperas de la Conferencia de Uppsala, a una revisión a fondo, como resultado de la cual y de la influencia del Secretario General Eugene Carson Blake, se designó a un director argentino y se reorientó el programa mucho más en armonía con las perspectivas más amplias del Tercer Mundo. Esos cambios fueron confirmados en la Cuarta Asamblea del CMI de 1968.

Desde aquel momento las intervenciones de la CIAI ante las Naciones Unidas se han basado fundamentalmente en un programa más próximo al del Grupo de los 77. Ejemplos de esa tendencia han sido los trabajos para la eliminación del racismo y del régimen de apartheid en Sudáfrica, las luchas por la liberación en los países africanos, la militarización, las violaciones de los derechos humanos bajo las dictaduras militares, el desarme nuclear, la justicia económica internacional y el nuevo orden económico mundial, los derechos de las mujeres y de las poblaciones indígenas, y la preocupación por los niños y los jóvenes.

Inicialmente la CIAI tuvo su sede en Nueva York, donde permaneció hasta 1969. Posteriormente aquella oficina recibió el nombre de Oficina de Enlace de la CIAI/CMI en la Sede de las Naciones Unidas, y la funcionaria allí destinado, Laurence Konmla Brophleh, se convirtió en Representante del CMI ante las Naciones Unidas. Por razones financieras, esa oficina no tiene más funcionarios, si bien, periódicamente, está autorizada para contratar internos que en momentos de mayor trabajo colaboren en sus tareas.

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Programa actual

La CIAI del CMI ha participado y ha colaborado con frecuencia sustancialmente en la mayoría de las grandes conferencias mundiales organizadas en el curso de los años por las Naciones Unidas, y ha ayudado a organizar actos paralelos de las ONG en relación con las mismas. En el decenio anterior ese fue el caso en lo concerniente a la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Cumbre sobre la Tierra, celebrada en Río), a la Cumbre sobre Asuntos Sociales que tuvo lugar en Copenhague, a la Conferencia Mundial de Beijing sobre el Papel de las Mujeres en el Desarrollo, y a la Conferencia Mundial de El Cairo sobre Población y Desarrollo.

En 1995, el Comité Central examinó y revisó la política del CMI en relación con las Naciones Unidas, declarando por primera vez que el CMI no se consideraba a sí mismo simplemente como una ONG, sino también como un participante en el proceso de gobernación mundial. Con ello reafirmaba su posición anterior de que las Naciones Unidas no establecen el programa ecuménico, pero sí pueden promover ese programa y aplicarlo a la formulación de la política internacional. En cuanto a las conferencias mundiales, dijo que el CMI sólo participaría en aquellas a las que el propio CMI diera prioridad, y aun entonces sólo cuando se previera una intensa labor de preparación y seguimiento. Siguiendo esos criterios, el CMI ha trabajado especialmente en la labor de seguimiento de las Comisiones de Desarrollo Social, Condición Jurídica y Social de la Mujer, y Desarrollo Sostenible, incluido el Cambio Climático. Y, como miembro activo de la Coalición de ONG para la creación del Tribunal Penal Internacional (TPI), ha trabajado también en pro de la aplicación del orden jurídico internacional. Por último, delegaciones ecuménicas han participado en reuniones de la Comisión de Derechos Humanos y de su Subcomisión en Ginebra.

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En los primeros años se había convenido en que la CIAI sería el órgano principal de representación de las iglesias miembros del CMI ante las Naciones Unidas. Desde la Cumbre de Río, sobre la Tierra, que se celebró en 1992, las Naciones Unidas han abierto, sin embargo, las puertas, como entidades consultivas, a varios cientos de ONG, con inclusión de iglesias miembros del CMI, y eso requiere un nuevo enfoque del CMI como facilitador de acceso y de coordinación ecuménica. Por eso en los últimos tres años la Oficina de Enlace con la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York ha coordinado y facilitado la asistencia de equipos ecuménicos a reuniones de comisiones del ECOSOC (Condición Jurídica y Social de la Mujer, Desarrollo Social y Desarrollo Sostenible). Esos equipos ecuménicos han hecho más coherente y eficaz la presencia de la iglesia en tales órganos. Y su eficacia se ha visto acentuada como resultado de su amplia representación regional, del equilibrio que mantienen entre ambos sexos en su composición y de la participación de los pueblos indígenas y de los jóvenes. De ese modo el Consejo manifiesta la convicción expresada en la Carta de que las Naciones Unidas son un instrumento de los "pueblos".

La CIAI sigue siendo miembro activo de varios comités de ONG en Nueva York (Desarrollo Social, Mujeres, Pueblos Indígenas, Niños en Conflictos Armados, Tribunal Penal Internacional y Consejo de Seguridad), aunque en Ginebra su participación se ha reducido considerablemente. El considerable aumento del número de ONG reconocidas como entidades consultivas por el Consejo Económico y Social ha repercutido en el papel de la Conferencia de ONG, de la que la CIAI fue miembro fundador y que ya no es el único interlocutor de las ONG reconocidas como entidades consultivas. Y ese aumento ha tenido asimismo repercusiones en lo que respecta a la participación de esas organizaciones en el ejercicio de sus funciones consultivas y en su acceso a los servicios de lss Naciones Unidas, especialmente en Nueva York. A este respecto la CIAI ha participado activamente en las conversaciones en curso con las Naciones Unidas y sus Estados Miembros sobre los derechos, las responsabilidades y los privilegios de las ONG en las Naciones Unidas.

En nuestras vidas institucionales paralelas, la composición del CMI y las Naciones Unidas ha cambiado esencialmente desde los fundadores, que eran en su mayoría países o comunidades del hemisferio norte, a los miembros actuales, situados en su mayor parte en el Sur. Nuestros programas respectivos se han ampliado y, en cuanto al CMI, incluyen actualmente nuevas cuestiones tan importantes como la mundialización, la crisis internacional de la deuda, el cambio climático y el calentamiento global, el VIH/SIDA, las mujeres bajo el racismo, los pueblos indígenas y su lucha por las tierras, y la aplicación de sanciones. Todas esas cuestiones se tratan también en las Naciones Unidas. Esencial es a este respecto ver cómo nuestra aportación a los debates de las Naciones Unidas recibe la prioridad que merece y cómo creemos que nuestros esfuerzos pueden tener mayores repercusiones.


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