Consejo Mundial de Iglesias
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Suiza |
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"¡Hagan honor a Kyoto!", divisa de la delegación del CMI en la conferencia sobre el cambio climático |
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cf. Comunicado de prensa del CMI, PR-01-14, de 15 de junio de 2001 cf. WCC Press Update, Up-01-08, de 30 de marzo de 2001 "¡Hagan honor a Kyoto!" decía la insignia que Bonnie Wright de Zimbabwe ostentaba en su chaqueta. Para Wright y otros miembros de la delegación del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en la conferencia de 16 a 27 de julio sobre el clima (Conferencia de las Partes, CDP6 Parte 2) en Bonn, el eslogan lo decía todo; su mayor temor era el posible desplome del Protocolo de Kyoto tras la decisión del Presidente Bush de retirar a los Estados Unidos del acuerdo. La conferencia de Bonn era continuación de la celebrada en La Haya en noviembre del año pasado. El documento suscrito por las Partes en la Cumbre de Kyoto sobre el Clima en 1997 establecía por primera vez medidas y objetivos vinculantes para la reducción de las emisiones de CO2 por los países industrializados. Hasta ahora, no obstante, ninguna de las principales naciones industriales se ha considerado sujeta a esas obligaciones; hasta la fecha, 84 Partes han firmado el Protocolo, pero sólo 37, principalmente países en desarrollo, lo han ratificado. Igual que las demás organizaciones no gubernamentales en Bonn, la delegación del CMI -un equipo de cinco personas venidas de Argentina, Países Bajos, Estados Unidos, Rusia y Zimbabwe- no fue admitida a los debates oficiales. Los contactos oficiosos con los delegados oficiales fueron la manera de estar al corriente de las negociaciones y de presentar la posición del CMI. Las negociaciones sobre la propuesta transaccional presentada por el presidente de la CDP Jan Pronk alcanzaron un punto crucial la tarde del domingo. La tensión expectante se leía en los rostros de los participantes. No obstante, Michael Grubb, representante de la Unión Europea, encontró tiempo para una larga conversación con la delegación del CMI. Grubb es un científico y es autor de una "Guía y evaluación del Protocolo de Kyoto". Larissa Skuratovskaya, miembro rusa de la delegación del CMI, había conseguido que ese estudio se tradujera al ruso. Pudo incluso convencer al Embajador Raúl Estrada-Oyuela, de Argentina, importante mediador en las conferencias sobre el clima, para que escribiera un prefacio. Pese al tenso ambiente en la tarde del domingo, Estrada halló tiempo durante una pausa de las negociaciones para recibir de Larissa Skuratovskaya un ejemplar de la versión rusa. El regateo en torno a la transacción culminó el lunes 23 de julio. Por la mañana los delegados del CMI se reunieron en consulta. Sabían que los representantes gubernamentales habían discutido durante dos noches el "documento Pronk" y que la decisión tenía que tomarse ese día. Temiendo que la transacción propuesta y con ella el Protocolo de Kyoto fracasaran, cuando a mediodía los representantes de los gobiernos aprobaron finalmente la propuesta transaccional, se les quitó un peso del corazón. "Estoy realmente contento con esta decisión", dijo el jefe de la delegación Elías Abramides, de Argentina. "Es la mejor que podíamos esperar dadas las circunstancias. La ratificación del Protocolo de Kyoto no está todavía fuera de lo posible." Wright fue más escéptica. "Mi corazón está con los países en desarrollo. Sé que habían hecho muchas concesiones. Este arreglo es una victoria política, pero no servirá mucho para el medio ambiente. Para África habría sido importante contar con los Estados Unidos. Es el mayor productor mundial de CO2 y sus contribuciones financieras al fondo para países en desarrollo sería muy importante." Pero también ella se alegró de que los esfuerzos internacionales para proteger el clima continúen aun sin los Estados Unidos. Felicitó pues de todo corazón a Jan Pronk por su trabajo cuando lo vio en un acto social la noche siguiente. Pero él respondió: "¡Estemos alerta!" Porque las dificultades de ningún modo se acabaron, y la euforia por el acuerdo pronto se disipó. Aunque los ministros de medio ambiente dieron el lunes paso libre al documento Pronk, éste no fue adoptado formalmente por los delegados hasta dos días después, tras largas negociaciones con Rusia, renuente al final a dar su acuerdo sin condiciones. Reiteradamente los delegados del CMI percibieron que el objetivo primero y primordial de la CDP Parte 2 no era proteger el clima. "Para decirlo todo, siempre se trata sólo de dinero", dijo Wright. Abramides veía una misión muy importante para el CMI aquí: "Debemos repetir sin descanso nuestro mensaje de ética, justicia y amor." "Si dejáramos de evocar el aspecto de justicia en estas negociaciones, no sé quién lo haría," añadió Larissa Skuratovskaya. William Somplatsky-Jarman, delegado estadounidense del CMI, cree que es importante destacar el lado bueno del acuerdo de Bonn. "El Presidente Bush dirá ciertamente que no vale nada. Tenemos que hacer que la gente vea lo que se ha ganado con el acuerdo, y por qué es un documento bueno e importante. Por ejemplo, el hecho de que no pueda utilizarse la energía nuclear como medida para reducir el CO2 es un gran paso adelante," opinó. Para Somplatsky-Jarman, el verdadero trabajo empezará después de Bonn. "Es muy importante que nosotros, es decir el CMI, sigamos participando en el proceso. Las iglesias tienen que trabajar ahora para asegurar que el Protocolo de Kyoto se haga efectivamente realidad," dijo. También a ellas se aplica el eslogan "¡Hagan honor a Kyoto!".
El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es una comunidad de 342 iglesias, procedentes de más de 100 países de todos los continentes y de la mayor parte de las tradiciones cristianas. La Iglesia Católica Romana no es una iglesia miembro pero mantiene relaciones de cooperación con el CMI. El órgano rector supremo es la Asamblea, que se reúne aproximadamente cada siete años. El CMI se constituyó oficialmente en 1948 en Amsterdam (Países Bajos). Al frente del personal del CMI está su Secretario General, Konrad Raiser, de la Iglesia Evangélica de Alemania.
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