octava asamblea y 50 aniversario
Juntos en Camino
1.3. El contexto mundial

Cuando se celebró la Séptima Asamblea en Canberra, el mundo se veía sacudido por la Guerra del Golfo y este hecho influyó en el tipo de debate y en las principales preocupaciones que se manifestaron en aquella asamblea. En esta oportunidad, si bien se había reiterado el conflicto en el Golfo Pérsico, con el reciente bombardeo a objetivos militares de Irak realizado por fuerzas conjuntas de Estados Unidos y Gran Bretaña, las preocupaciones principales de la asamblea giraron alrededor de tres grandes temas de carácter internacional: los efectos de la globalización, la crisis de la deuda externa y la vigencia de los derechos humanos ante el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos con los avances y retrocesos ocurridos en relación a este tema.

En el sermón que predicó en el Culto Inaugural de la asamblea, la Rev. Eunice Santana, de Puerto Rico y co-presidenta del CMI, dedicó buena parte del mismo a señalar los efectos negativos de la globalización de los mercados sobre la población mundial e hizo un llamado a las iglesias a "globalizar la solidaridad". "La lógica imperante, que nos afecta a todos y a todas, es de exclusión, de marginación, de dejar afuera o eliminar a quienes no aportan como los poderosos creen que deben hacerlo. La participación en los procesos que nos afectan es cada vez menor. La sensación que muchas personas experimentan es que a nadie le importa lo que les suceda", dijo la predicadora, para agregar que "millones de personas están condenadas a condiciones de vida, que más que vida se asemejan a condiciones de muerte, sumamente difíciles e inhumanas".

La Rev. Santana también manifestó en su mensaje que "la pobreza se expande y crece a una velocidad increíble... Ya alrededor del 60% de la población mundial toca los niveles de pobreza, mientras que de 1300 a 1500 millones de seres humanos viven con menos de un dólar diario, lo cual representa niveles de carencia tan crasa que laceran la dignidad, los sentimientos y el espíritu mismo de las personas". Agregó también que, de acuerdo a informes de la Organización de las Naciones Unidas, 37 mil empresas transnacionales con más de 200 mil afiliadas en todo el mundo controlan el 75% de todo el comercio mundial de mercancías, productos manufacturados y servicios. "Estas empresas emplean menos del 5% de la fuerza de trabajo mundial. Producen y consumen sustancias que aniquilan la capa de ozono. Generan el 50% de las emisiones que causan el efecto invernadero que pone en riesgo la vida del planeta", afirmó. Ante este panorama señaló con preocupación: "Parecería que hay una confabulación en contra de los pueblos para negarles su libertad, mantenerles cautivos en el colonialismo, la dependencia, el mal llamado endeudamiento y la pobreza, en fin, para destruirles, hacerles desaparecer. No es fácil en muchísimos contextos mantener la esperanza, que no es otra cosa que la acción activa y transformadora que permite que la gente no se dé por vencida".

Como respuesta a esta situación, la co-presidenta del CMI abogó por "globalizar la solidaridad", concepto que se ha convertido "en la consigna de miles de personas que rehúsan aceptar que hemos llegado al fin de la historia y que con valor han asumido el reto de reescribir el libreto histórico que otros les quieren imponer". La predicadora finalizó su mensaje llamando a las iglesias miembros del CMI a desarrollar una misión integrada e integral que trabaje por "la reintegración a la comunidad de los excluídos, la liberación de todo tipo de opresión y prisión, la proclamación clara, firme y transformadora, demoledora de toda injusticia", como aspectos imprescindibles del ministerio ecuménico.

En su informe a la asamblea, el moderador del Comité Central, el católicos Aram I, de la Iglesia Apostólica Armenia (Cilicia), también se refirió a aspectos del contexto mundial. Este líder ortodoxo hizo hincapié en la necesidad de que el movimiento ecuménico trabaje aún más activamente en favor de los derechos humanos porque, afirmó, "los derechos humanos siguen siendo un factor clave en cualquier proceso o iniciativa que apunte al logro de la justicia, la paz y la reconciliación". Agregó que "la cuestión de los derechos humanos sigue siendo un tema permanente y prioritario en el programa del CMI, y es inherente a la vocación misma de la iglesia". Por lo tanto, consideró que debido a sus efectos sobre la población mundial, el CMI debe prestar atención dentro de su marco programático a los procesos de globalización, las cuestiones de libertad religiosa y del crecimiento del nacionalismo étnico y su relación con la plena vigencia de los derechos humanos.

En un llamado a la asamblea a aprobar una política ecuménica actualizada en materia de derechos humanos, Aram I abogó por la necesidad de desarrollar una política preventiva de las violaciones a los derechos humanos y se manifestó en favor de poner fin a la impunidad y declaró que "los violadores a los derechos humanos deben rendir cuentas a la humanidad", cosechando el aplauso del plenario, para luego manifestar su conformidad con la creación del Tribunal Penal Internacional. El moderador del Comité Central también se manifestó en favor de trabajar por una ética mundial, por el desarrollo de una cultura de no-violencia activa, de una estrategia mundial para construir la paz con justicia y por la formulación de una cultura de los derechos humanos que propicie el uso responsable del poder.

El tema de la deuda externa y la respuesta ecuménica a esta crisis fue tratado en el informe del secretario general del CMI, Dr. Konrad Raiser. Al referirse al concepto de "jubileo ecuménico", Raiser consideró que varias iniciativas ecuménicas que pedían la condonación de la deuda externa de los países más pobres del mundo para el año 2000, se habían inspirado en el mensaje bíblico del jubileo, que cala más hondo que una apremiante cuestión de justicia social, económica y política. "El objetivo del jubileo es romper el ciclo de dominación y dependencia proclamando la reconciliación y la liberación e imponiendo una autolimitación en el ejercicio del poder. Los que controlan los factores básicos de la vida económica -- tierra, mano de obra y capital -- tienen que limitar el ejercicio del poder e incluso renunciar a ese poder, restaurando, así, a los pobres y excluídos la base y el espacio para una vida digna. Tienen que practicar la misma generosidad y justicia que Dios manifiesta en el acto de expiación, de reconciliación", afirmó Raiser, para agregar que "el jubileo ecuménico es un mensaje de esperanza, no sólo para la comunidad cristiana sino también para el mundo".

Respecto al anuncio de esta esperanza, Raiser dijo que "en un mundo cautivo de las fuerzas de la competencia, la dominación y la exclusión, hay esperanza porque se ha abierto en Cristo el camino de reconciliación y de una vida viable en comunidad...en el espíritu del jubileo ecuménico, estamos llamados a ser comunidades de esperanza, siguiendo los pasos de quien renunció a su revindicación de poder, compartió y dió su vida, dándonos así la plenitud de vida de aquél que abrazó al excluído, al desheredado y al pobre, y restauró su dignidad como miembros de pleno derecho de la comunidad".

En el transcurso de las deliberaciones, los delegados dieron respuesta a estos temas candentes con declaraciones públicas y aprobando pautas programáticas claras para el trabajo del CMI en los próximo siete años. También, impulsados por una iniciativa del grupo de jóvenes, unos 300 delegados hicieron una cadena humana que rodeó al Gran Hall de la Universidad de Zimbabwe, donde se celebraban las sesiones plenarias de la asamblea. Mientras abrazaban a este gran auditorio, los delegados coreaban "cancelen la deuda".


1.4: El contexto africano

Indice: Octava Asamblea y 50 aniversario



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