Durante la década que está por finalizar, la situación en Africa ocupó un lugar central en la preocupación del CMI. Durante la guerra civil en Ruanda, el CMI jugó un papel esencial en favor del entendimiento y la paz y participó activamente en el apoyo que la comunidad ecuménica internacional impulsó para la reconstrucción de este país y con la asistencia humanitaria en los campos de refugiados. En colaboración con la Conferencia de las Iglesias de Toda el África, el CMI continuó con sus esfuerzos para poner fin a la guerra civil en Sudán, que lleva más de 40 años, y prestó especial atención al sufrimiento del pueblo ogoni, en Nigeria, que estaba siendo víctima de la destrucción de su medio ambiente por parte de empresas petroleras transnacionales y del trato inhumano por parte de las fuerzas de seguridad de ese país. También se preocupó por los golpes de Estado y las guerras civiles en Liberia, Sierra Leona y la ahora República Democrática del Congo y sus negativas consecuencias para la población.
En mayo de 1997, el CMI convocó una reunión de 80 expertos de toda África para culminar dos años de estudio y diálogo sobre la "reconstrucción de África". Este programa incluyó una serie de visitas de solidaridad por todo el continente que enriquecieron el informe final. Si bien la situación que atraviesa la región es apremiante, las primeras notas del informe sobre la reconstrucción de África son esperanzadoras. La reunión, que se llevó a cabo en Johannesburgo sobre el tema "El jubileo y el kairos de África", trazó una visión jubilar africana para el nuevo milenio que podrá lograrse, entre otras metas, "si los africanos están de acuerdo en trabajar juntos con un espíritu de panafricanismo y en aprovechar responsable y éticamente sus recursos humanos y naturales".
La situación africana permeó varios de los debates durante la asamblea e hizo aún más pertinentes y profundas las reflexiones que se vertieron sobre el tema central y otras cuestiones, como la vigencia de los derechos humanos, la globalización y sus efectos en los pueblos de los países del Sur y la crisis de la deuda externa. Pero la asamblea también se vió sacudida por un intenso debate interno sobre los alcances y el futuro del movimiento ecuménico y el logro de una participación más efectiva y equitativa de todas las iglesias miembros. Durante el mismo se escuchó con singular fuerza la voz de las iglesias ortodoxas.
Todo esto ocurrió en el marco de la austera, pero gozosa, celebración de los 50 años de vida del CMI, fundado en septiembre de 1948. El mensaje de este jubileo quedó plasmado en el tema que se eligió para esta Octava Asamblea: "Buscad a Dios, en la alegría de la esperanza". Para el Dr. Konrad Raiser, secretario general del CMI, este tema fue una invitación a las iglesias para que "en el espíritu del jubileo se liberen de la cautividad institucional y doctrinal. Es una invitación a la conversión, a volverse a Dios para avanzar nuevamente".
En la asamblea, las iglesias que integran el movimiento ecuménico iniciaron esta búsqueda, sintiéndose responsables unas para con otras, en diálogo y comprensión de los múltiples desafíos que les depara trabajar por la unidad en el testimonio y la acción de los cristianos al cumplirse dos mil años de la venida de Cristo al mundo.
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