Cincuenta Aniversario y Octava Asamblea del CMI |
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Crónica mensual no. 7 |
Artífice del Decenio, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) invita hoy a todas las personas
que participaron en las actividades del Decenio a hacer un balance de esos diez años. Durante
cuatro días, el Festival del Decenio, que
tendrá lugar en Harare, Zimbabwe, antes de la Octava Asamblea del CMI prevista en la misma
ciudad en diciembre, será una oportunidad para que las mujeres respondan a esas preguntas,
reflexionen sobre la forma en que el Decenio ha influido en su vida y definan su visión para la
iglesia y la sociedad más allá de 1998, así como para celebrar sus luchas y
compromisos con la iglesia.
El Decenio se inició en pascua de 1998, tres años después de concluir el Decenio
de las Naciones Unidas para la Mujer. Las cerca de 40.000 mujeres que asistieron a una conferencia
y a un foro de ONG en Nairobi, en 1985, con ocasión del final del Decenio de las Naciones
Unidas convinieron en que el Decenio no había contribuido en gran medida a mejorar las
condiciones de vida de la mayor parte de las mujeres. En efecto, una encuesta realizada por las
Naciones Unidas en 1985 sobre la situación de las mujeres de 70 países puso en
evidencia que en la mayor parte de los casos la situación de las mujeres había
empeorado en esos diez años. A su vez, los representantes enviados por el CMI al foro
de ONG cotejaron resultados con otras mujeres de las iglesias que asistían a la reunión
y llegaron a la conclusión de que poca influencia había tenido en las iglesias el Decenio
de las Naciones Unidas para la Mujer.
Así pues, tras la reunión de Nairobi, el Programa del CMI sobre las Mujeres llevó
a cabo su propia encuesta sobre el lugar que ocupaban las mujeres en 105 iglesias miembros de 74
países, llegando a la conclusión de que, en términos generales, las mujeres, que
constituyen más de la mitad de los miembros de las iglesias, todavía ocupaban puestos
y ejercían funciones "tradicionales" en las iglesias y que esas actitudes de antaño por lo
que respecta a las mujeres eran un reflejo y promovían de hecho las culturas patriarcales.
Con ocasión de la primera mitad del Decenio se organizaron visitas de equipos
ecuménicos a la casi totalidad de iglesias miembros del CMI para evaluar los logros
alcanzados y para exhortar de nuevo a las iglesias a seguir adelante. Al recordar la visión de
Pablo de la Iglesia de Corinto como "una carta de Cristo, escrita no con tinta sino con el
espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra sino en tablas de carne del corazón", esos
equipos se transformaron en cartas vivas enviadas a las iglesias.
En total, los 75 equipos, integrados por más de 200 mujeres y hombres de todas las regiones y
de todas las comuniones cristianas relacionadas con el CMI, visitaron no menos de 330 iglesias, 68
consejos nacionales de iglesias y unos 650 grupos y organizaciones de mujeres: una iniciativa sin
precedentes en la historia del CMI. Pero, ¿que descubrieron esas cartas vivas?
Con el título Cartas Vivas, en 1997 se publicó un informe con las conclusiones
de los equipos de visita en el que se deja constancia del entusiasmo y la solidaridad entre las mujeres,
así como de su compromiso con las iglesias; se habla además de las mujeres en tanto
que "pilares de la iglesia", activas en la vida espiritual y litúrgica, en los ministerios de los
laicos, en las órdenes religiosas, mujeres sin las cuales "la vida de las iglesias quedaría
paralizada" y se exponen casos de mujeres que han puesto en marcha movimientos eclesiales
alternativos y "nuevas formas de ser iglesia".
Ahora bien, el informe Cartas Vivas también pone en evidencia muchos problemas que
quedan por resolver. En todos los lugares visitados, los equipos constataron que todavía
había "piedras" firmemente asentadas. Sin ir más lejos, la violencia contra las mujeres
sigue existiendo. Ya sea física, económica, social, institucional, psicológica o
espiritual, la violencia "es una experiencia común a las mujeres de todas las regiones y
tradiciones". Sin embargo, las autoridades eclesiásticas raramente mencionan el problema. Las
iglesias tienen tendencia a tolerar a los hombres violentos y, al mismo tiempo, procuran evitar que las
mujeres denuncien la violencia; los dirigentes de la iglesia a menudo culpan de la situación a la
cultura o a otros varios factores como la pobreza y/o la guerra, justifican la violencia sobre la base de
una teología del sacrificio y el sufrimiento que se aplica sólo a las mujeres, ven el
problema como algo que sólo ocurre puertas afuera de la iglesia, o como un problema
individual. Y, por vergüenza, culpa, miedo o lealtad, la gran mayoría de las mujeres
guardan silencio.
Por primera vez en una reunión mundial se organizará una sesión especial de
información y debate en la que las mujeres podrán dar testimonio de su experiencia
personal de violencia en la iglesia, en situaciones pastorales y en las congregaciones, violencia
causada por las propias estructuras de las iglesias y por los argumentos teológicos utilizados
para acallar la voz de las mujeres. Conscientes de que esa sesión puede ser un tanto dolorosa y
difícil de afrontar, los organizadores y organizadoras del Festival se han comprometido a
proporcionar asistencia pastoral y solidaridad, en un clima en el que todas las participantes
dejarán constancia de su determinación de luchar contra esa violencia. En esa misma
sesión también podrán escucharse testimonios de iniciativas positivas en favor del
cambio.
Según el informe Cartas vivas las mujeres de muchas partes del mundo todavía
son victimas de las "piedras" del racismo y de la injusticia económica; frente a esas situaciones,
las iglesias responden de muy diversas maneras, algunas de forma eficaz y otras de forma muy
inadecuada. Por ejemplo, por lo que respecta al racismo, el informe señala que "algunos
grupos de mujeres de las iglesias no reconocen la presencia del racismo... confirmando, así,
las acusaciones de las mujeres indígenas, negras y pertenecientes a minorías de que las
mujeres de la cultura mayoritaria pueden ser tan opresoras como los hombres". En cuanto a la
injusticia económica, el informe señala además que "muchas iglesias en todas las
regiones hablaron de la pobreza, de las restricciones económicas y de los escasos recursos
como prioridades en relación con las preocupaciones de las mujeres. Esta respuesta revela...la
falta de conciencia de que esas son, precisamente, las preocupaciones de las mujeres, y de que a las
mujeres les corresponde una parte mayor y desproporcionada del peso causado por la injusticia
económica".
Cartas Vivas pone en evidencia aspectos de la vida de las iglesias en donde se perciben con
mayor claridad los obstáculos a la plena participación de las mujeres: el ministerio
ordenado, la toma de decisiones y el poder en las estructuras eclesiásticas, e incluso la
formación teológica (falta de becas, de mujeres en puestos docentes, de cursos que
aborden la teología desde la perspectiva de las mujeres), y expone brevemente algunos
factores que promueven esa toma de control por parte de los hombres, en particular, el modelo de
"familia jerárquica patriarcal" y la teología y las interpretaciones opresivas de la
Biblia.
El Decenio ha sido una oportunidad para plantear cuestiones difíciles, por ejemplo: en cuanto
a actitudes y prácticas frente a las mujeres: ¿están las iglesias en la vanguardia o a
la zaga respecto de la sociedad?; también ha puesto sobre el tapete problemas candentes como
los obstáculos a la participación de las mujeres en los puestos dirigentes de las iglesias,
en la teología, la espiritualidad y el ministerio; la crisis económica mundial y su grave
impacto en la vida de las mujeres; la violencia contra las mujeres tanto en la iglesia como en la
sociedad; el racismo y la xenofobia.
El Decenio ha sido un importante centro de atención aunque no siempre ha tenido una acogida
favorable. En algunos lugares, las actividades relacionadas con el Decenio fueron duramente
criticadas, ilustrando quizás el grado de resistencia a aceptar la plena igualdad y
colaboración de mujeres y hombres en la iglesia u otra cosa totalmente distinta: eso es un
punto discutible.
En todo caso, el Decenio ha hecho impacto en la vida de las mujeres, alentándolas, individual
y colectivamente a emprender nuevos programas para responder a sus preocupaciones.
También ha sido una ocasión para que las mujeres expresen su solidaridad unas con
otras y les ha dado el coraje necesario para exponer abiertamente sus pensamientos y sentimientos en
presencia de los hombres. Ha sacado a la luz tensiones persistentes, conflictos y preocupaciones
comunes. El Decenio fue además el trasfondo de tres importantes reuniones de mujeres
ortodoxas en las que se examinaron problemas y cuestiones que existen en sus iglesias, en particular,
las mujeres y la teología, los ministerios de las mujeres, y la familia.
El Decenio planteó, además, el desafío profético de reconocer la verdad
bíblica de la bendición común de mujeres y hombres en la creación (Gn.
1:27), de afirmar que "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón
ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gá. 3:28) y de actuar en
consecuencia.
Emprendido con el objetivo de promover un cambio de
mentalidad y de estructuras, el Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las
Mujeres llega hoy a su fin. Pero, ¿hasta qué punto ha alcanzado sus objetivos?,
¿de qué forma se promoverán esos objetivos en el siglo XXI?
El objetivo del Decenio Ecuménico era ofrecer un marco
para que las iglesias miembros del CMI pudieran examinar y, en caso necesario, modificar, sus
estructuras, enseñanzas y prácticas para promover la plena participación de las
mujeres. Haciendo un paralelismo entre la liberación de las mujeres y la piedra removida que
sellaba la tumba de Jesús, el Decenio era un llamamiento a las iglesias a "quitar la piedra".
El Decenio ha puesto en evidencia los inmensos recursos de
fuerza y coraje, resistencia y solidaridad que tienen las mujeres. En reconocimiento de esos recursos,
a menudo ignorados por las iglesias, cerca de mil mujeres cristianas acudirán a Harare para
celebrar los dones que todas aportan. En el marco del Festival del Decenio, que tendrá lugar
del 27 al 30 de noviembre de este año, la exposición "Recordemos su historia,
reafirmemos nuestra visión", dará a conocer la historia de mujeres que han contribuido
al Movimiento Ecuménico, y dedicará una sección a exponer iconos de mujeres
santas de diferentes tradiciones. Mujeres que participan activamente en diferentes iniciativas locales
tendrán oportunidad de dar a conocer sus experiencias mediante carteles, folletos, creaciones
artísticas, representaciones teatrales y conciertos en las once "chozas" que se instalarán
a ese efecto, cada una de las cuales abordará un tema específico, desde la
ecología y la creación hasta la mundialización. Las contribuciones de las mujeres
africanas a la iglesia y la sociedad se celebrarán en el marco de visitas de mujeres a mujeres
previstas antes del Festival, así como en una plenaria del Festival y en un acto organizado por
las mujeres de Zimbabwe.
Ahora bien: ¿Fomentó el Decenio una verdadera conversion en las iglesias? "En algunos lugare", dice el informe Cartas Vivas "las iglesias... reaccionaron maravilladas ante el Decenio...dándose cuenta de repente de que las cuestiones de género o de la comunidad no eran sólo 'cuestiones de mujeres' sino que pertenecían a toda la comunidad de hombres y mujeres, o sea, a la iglesia." Y con el título "signos de esperanza", el informe ofrece algunos ejemplos de esa conversión.
Pero queda claro en Cartas Vivas de que, como llamamiento a la solidaridad con las mujeres, el Decenio puso en evidencia tantos problemas como logros, tanta oposición como apertura al cambio, tanta resistencia a abandonar privilegios y poder como voluntad de compartir, más oídos sordos que coraje para escuchar un mensaje de liberación.
"La mayoría de las iglesias y de dirigentes de iglesia respondieron al Decenio como habían respondido los hombres en el aposento alto a las mujeres que se les acercaron corriendo desde el jardín para contarles la historia de la piedra que había sido removida... muchos... consideraban que contaban 'historias sin fundamento'".
Así pues, ¿qué queda por hacer? En el marco del Decenio se formularon grandes expectativas que en su mayoría siguen sin concretarse. Ahora que el Decenio llega a término y habida cuenta de la disminución de los fondos disponibles, es de temer que los programas sobre las mujeres sufran un revés o incluso se interrumpan. Pero todos los que estamos comprometidos con la causa de la participación de las mujeres y hombres por igual en la iglesia estamos resueltos a impedir que eso suceda. En ese sentido, una importante tarea de las participantes en el Festival será formular "nuevos" desafíos para el nuevo milenio a fin de que el Decenio no pierda impulso.
Con ese fin, mujeres cristianas de todo el mundo han participado en la elaboración de un documento que invita a una supervisión continua y establece un programa de acción para las iglesias y el CMI. Con el título "Desafíos de las mujeres: hacia el siglo XXI", el documento será ultimado en el Festival, y se transmitirá más tarde a la Asamblea y, en última instancia, a las iglesias.
Una de las sesiones plenarias de la Asamblea estará dedicada a evaluar las repercusiones del Decenio en la vida de las iglesias; en esa plenaria también se exhortará a las iglesias a determinar qué asuntos requieren atención más allá de 1998. ¿Cómo convencer e inspirar en una presentación de 90 minutos? ¿Cómo exponer los pasos positivos que se han dado sin caer en la complacencia y continuar viviendo como si nada hubiera cambiado?; ¿cómo instar a las iglesias a arrepentirse sin suscitar sentimientos de antagonismo y oposición?
La plenaria se dividirá en tres fases: el recuerdo de las luchas de las mujeres en los últimos diez años; el presente: cómo experimentan las mujeres la injusticia económica, la violencia, el racismo y la exclusión; el futuro: los desafíos del mañana. El agua, que traerán las mujeres de sus países para formar una corriente común en el Festival, será un símbolo central. La sesión concluirá con una exhortación a cada delegado y delegada a esforzarse por cambiar y por ser un/una catalizador/catalizadora del cambio en su iglesia.
El Decenio se inició con un llamamiento de las mujeres a "remover la piedra", explica Aruna Gnanadason, coordinadora del Programa de Mujeres del CMI. "Las piedras todavía siguen ahí pero hemos entrado en una fase totalmente distinta: ahora las mujeres están corriendo al aposento alto para llamar a los hombres a la conversión."
Miriam Reidy formaba parte del equipo de redacción de la revista
One World que publicaba anteriormente el CMI; en la actualidad es una de las personas
encargadas de la presencia del CMI en la World Wide Web.
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El informe Cartas vivas (1998, 2-8254-1249-X, 60 páginas, FrS8.90, EEUU$5.95,
£3.95) mencionado en este artículo puede obtenerse en WCC Publications. Si desean encargar
ejemplares, sírvanse enviar un mensaje electrónico a: WCC contact.
John Newbury
Responsable de Prensa e Información del CMI
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