Consejo Mundial de Iglesias
COMITÉ CENTRAL
Potsdam, Alemania
29 de enero - 6 de febrero 2001
Documento No. GS 2


Recibido

INFORME DEL SECRETARIO GENERAL

1. Una vez más deseo asociarme a las palabras de bienvenida que les ha dirigido el moderador. Y es para mí una gran alegría recibirlos en mi país y en Berlín, su capital reunificada. Aunque por razones prácticas el Comité Central se celebra en Potsdam, sabemos que en el contexto de la reunión influirá ciertamente el lugar especial que ocupa Berlín para Alemania y para Europa en general. Cuando nos reunimos en Ginebra hace dieciséis meses, la invitación para celebrar la siguiente reunión del Comité Central en Berlín fue sugerida por el obispo Huber, de la iglesia regional de Berlín-Brandenburgo. Tras minucioso examen, y la decisión del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania de apoyar esta invitación con una generosa contribución financiera, el Comité Ejecutivo aceptó con gratitud la propuesta de reunirnos aquí.

2. Desde entonces, mucho se ha hecho en Potsdam y en Berlín, así como en Ginebra, para preparar esta reunión. Agradecemos a nuestros huéspedes su calurosa acogida. Esta reunión del Comité Central ha suscitado considerable interés en Berlín, en Potsdam y en sus alrededores, como ustedes han podido apreciar ayer en el culto de apertura, que fue preparado y oficiado por representantes del organismo ecuménico nacional, así como en la recepción que siguió. Los próximos días, nuestros cultos matutinos serán dirigidos por representantes de las iglesias cristianas de Berlín y de sus inmediaciones, que constituyen el Consejo Ecuménico de Berlín-Brandenburgo. Y ustedes tendrán muchas oportunidades de oír acerca de la vida eclesial en Alemania y de reunirse con representantes de iglesia y dirigentes políticos de este país. Esperamos que esos encuentros les permitan tener una idea de la vida en este país, diez años después de su reunificación, y de las actividades ecuménicas de las iglesias alemanas.

3. En mi informe abordaré ante todo el contexto de nuestra reunión, y los invitaré a ustedes a reflexionar sobre el sentido de nuestra presencia aquí, juntos, en la capital reunificada de Alemania, que ya no es un símbolo de la división de Europa, sino de la reconciliación que está teniendo lugar. Se trata de una nueva perspectiva sobre el período de la "Guerra Fría" que puede inspirar nuestras reflexiones sobre la forma de erradicar la violencia. A continuación me referiré a algunos acontecimientos de la vida del CMI desde nuestra última reunión en 1999. En la conclusión, me remitiré a la importancia dada a "ser iglesia" en el Informe del Comité de Programa de nuestra última reunión, para reflexionar sobre la identidad eclesial de los organismos ecuménicos conciliares.

I. El contexto

4. Cabe destacar que ésta no es la primera vez que el Comité Central del CMI se reúne en Alemania. Pero para muchos de ustedes, quizás para la mayoría, ésta es la primera vez que viajan a este país y que visitan Berlín. Recordar las tres ocasiones anteriores en las que el Comité Central se reunió en Alemania ayudará a situarse en el contexto de nuestra reunión, tan ligado en muchos sentidos a la vida del CMI durante los últimos decenios.

5. Desde la Asamblea inaugural del CMI en Amsterdam, en 1948, la historia del ecumenismo en los siguientes cuarenta años estuvo profundamente influida por la confrontación ideológica y militar entre los bloques durante la Guerra Fría y simbolizada por la así llamada "cortina de hierro" que atravesaba Alemania. En ninguna otra parte, esta historia se ha reflejado y vivido con tanta intensidad como en la dividida ciudad de Berlín. Durante décadas, las iglesias alemanas del Este y del Oeste fueron las únicas instituciones que tendían puentes por encima de esa línea divisoria, y su relación especial continuó incluso después de la construcción del muro de Berlín en 1961. La relación del CMI con las iglesias de los dos Estados alemanes sirvió de piedra de toque a la determinación del Movimiento Ecuménico de trascender el espíritu de confrontación de la Guerra Fría y de actuar propiciando un acercamiento.

6. Así pues, las reuniones anteriores del Comité Central en Alemania evidencian algo de las tensiones y ambigüedades inherentes a la situación. En 1974, el Comité Central se reunió por primera ver en Berlín (Oeste). Éste era el nombre oficial de la entidad política de la parte occidental de la dividida ciudad, cuyo estatuto fue objeto de polémicas discusiones entre los cuatro potencias que, de conformidad con el derecho internacional, aún seguían teniendo la autoridad suprema sobre la ciudad. La celebración del Comité Central en Berlín requirió delicadas negociaciones. Y causó muchos dolores de cabeza a las autoridades del Gobierno de la República Democrática Alemana (RDA). Y el hecho de que a comienzos del mismo año se celebrara una reunión del Comité Ejecutivo del CMI en Bad Saarow, Berlín Este, a invitación de la Federación de Iglesias Evangélicas de la República Democrática Alemana, refleja la situación política de la Alemania dividida. Una reciente evaluación de los documentos de los archivos de la ex República Democrática Alemana pone en evidencia la forma en que las dos reuniones, en Berlín y en Bad Saarow, habían sido objeto de estricta vigilancia y los esfuerzos desplegados para ejercer una influencia política. Por supuesto, nada de esto se refleja en las actas del Comité Central, que abordan principalmente las difíciles decisiones relativas al cambio de lugar de celebración de la Quinta Asamblea del CMI, de Jakarta a Nairobi. Desde otra perspectiva, la reunión en Berlín se recordará como la reunión en la que, tras examinar el Programa de Lucha contra el Racismo – objeto de controversias en y entre las iglesias de los dos Estados alemanes – se decidió su continuación.

7. Siete años más tarde, el Comité Central se reunió nuevamente en Alemania, esta vez en Dresde, a invitación de la Federación de Iglesias Evangélicas de la República Democrática Alemana. Sólo una vez anteriormente, o sea, en 1956, en Galyatetö (Hungría), se había reunido el Comité Central en un país de Europa Central y del Este bajo un régimen comunista. El hecho de que en las actas de la reunión se consignaran los saludos de los representantes de las iglesias y del Gobierno de la República Democrática Alemana y se resumieran los informes del Moderador y del Secretario General, refleja la conciencia que se tenía de esa ocasión especial. Sólo entre líneas y sobre todo en una declaración pública sobre "Las crecientes amenazas a la paz y las tareas de las iglesias"1, se reconoce en las actas que las iglesias del país mantuvieron entre ellas intensos debates acerca de su responsabilidad para con la paz y, sobre todo, en relación con la aceptación de una alternativa al servicio militar en la forma de un "servicio social en favor de la paz". Los debates de Dresde están en la base misma del proceso conciliar en favor de la justicia, la paz y la integridad de la creación, que se inició en la Asamblea de Vancouver. Otros recordarán el Comité Central de Dresde por el debate acerca del informe y las recomendaciones de la Consulta Sheffield sobre la Comunidad de Mujeres y Hombres en la Iglesia, que tuvo lugar poco antes.

8. Siete años más tarde, el Comité Central volvió a reunirse en Alemania, esta vez en Hannover, en la República Federal de Alemania, la ciudad en la que la Iglesia Evangélica de Alemania tiene su sede central. Contrariamente a las dos reuniones anteriores, la situación especial de la Alemania dividida no ocupó un lugar importante en los debates. Sin embargo, en esta reunión, en la que se celebró el 40 aniversario de la Asamblea de Amsterdam y se dedicó mucho tiempo al examen del tema y el programa de la Séptima Asamblea del CMI, se pudieron observar los primeros signos de los cambios que habrían de producirse en Europa. En una "Declaración sobre algunos acontecimientos nuevos en las relaciones internacionales"2, los participantes expresan su satisfacción porque "parece estar surgiendo hoy un nuevo clima internacional por el que las iglesias han venido orando y trabajando desde hace tiempo. Sin un optimismo excesivo, que estaría desplazado, es evidente que los signos de esperanza son alentadores"3. El Comité Central expresó que se debía prestar una atención especial "al estudio y examen de esos acontecimientos, entre ellos, a los cambios económicos y políticos, a los nuevos enfoques de las cuestiones ideológicas y filosóficas. Esa evolución tiene profundas consecuencias para la vida y el testimonio de las iglesias en esas sociedades y en la comunidad ecuménica"4. En los debates, se habló en particular de los cambios que tenían lugar en la Unión Soviética, aunque las opiniones divergían en parte respecto de la forma de hacer frente a la situación en Rumania.

9. Henos aquí reunidos en Alemania por cuarta vez. Durante los doce años transcurridos desde la reunión de Hannover, se han producido cambios espectaculares en Europa y en el mundo en general, que se reflejan de forma tangible aquí en Berlín. El muro que dividió la ciudad durante veintiocho años ha desaparecido. Alemania está unificada y el proceso de curación de las divisiones en Europa se ha acelerado tras la promulgación, en 1991, de la Carta de París para Europa, que selló el fin de la Guerra Fría. Lo que eran signos de esperanza en 1988, son actualmente una realidad dinámica diferente que plantea nuevos y desconcertantes desafíos a las iglesias. Sin embargo, cuando pensamos en la nueva situación en Europa hoy, somos conscientes de que continúa la división de Corea y de Chipre, y que el conflicto en relación con Jerusalén está lejos de haber encontrado una solución. Estas preocupaciones figuraban ya en el orden del día de la primera reunión en Berlín, en 1974, y, desde entonces, han continuado reteniendo la atención de la comunidad ecuménica.

10. La división de Alemania y de Europa tras la Segunda Guerra Mundial no sólo había establecido una frontera ideológica, sino que había truncado la memoria histórica de la población afectada. La Guerra Fría había hecho de esta separación un antagonismo militante. Desde 1990, Alemania y Europa en general se han visto enfrentadas con el desafío de hacer suya la parte suprimida o que les era ajena de su propia historia e identidad. Para Alemania, tanto Potsdam como Berlín reunificado, encarnan momentos importantes de la historia nacional que aún deben hacer suyos. Potsdam - residencia de los reyes prusianos- es un símbolo tanto de la disciplina militar como de la tolerancia, como es el caso de las colonias francesa, bohemia, holandesa o rusa, establecidas desde el siglo XVIII. Berlín, desde 1871 la capital del nuevo Imperio Alemán, ha sido un símbolo de las características más creativas y más destructivas de la historia moderna alemana. El domingo 4 de febrero estamos invitados, en el marco de la inauguración del Decenio para Superar la Violencia, a participar en una breve peregrinación de conmemoración con la que se desea sensibilizarnos a la tarea de reunir los fragmentos de la historia, que es el desafío común con que se enfrentan los pueblos de Europa actualmente.

11. Berlín es hoy nuevamente la capital de Alemania, y desde el año pasado la sede del Gobierno. La transición ha tenido lugar sin grandes problemas y se ha dado término al proceso de unificación del país, al menos a nivel político. Pero no es nada fácil reunir las identidades y las mentalidades divididas durante los últimos cuarenta años. És una tarea que corresponde a Europa en su totalidad. Berlín está más cerca de Polonia y de la República Checa que de Francia o del Reino Unido. Por lo tanto, Potsdam y Berlín son los lugares idóneos del enfoque regional en Europa propuesto para esta reunión del Comité Central. El Comité Ejecutivo ha sugerido el tema general de "Reconciliación, verdad y justicia" para este proceso de reflexión e intercambio, que tratará de poner de relieve las experiencias históricas cristianas y las respuestas actuales de Europa. Escucharemos testimonios de la experiencia de cristianos e iglesias que han recibido el legado del nazismo y del fascismo, que luchan contra el racismo y la discriminación, confrontados con memorias divergentes y la búsqueda de la verdad en las sociedades postcomunistas, que se enfrentan con las situaciones actuales de violencia, curación y reconciliación. Las preguntas que se plantearán en esos intercambios serán: ¿En qué momento la búsqueda de la verdad llega a ser un obstáculo para la reconciliación? ¿De dónde provienen los recuerdos, las experiencias o los testimonios que determinan la historia que contamos acerca de nosotros mismos y de otros? ¿En qué medida la fe cristiana influye en nuestra comprensión de la justicia, sea para castigar o para restaurar? ¿Cómo pueden las iglesias dejar de ser parte del problema y aprender a ser parte de la solución? Estas preguntas también se las han planteado las iglesias de Sudáfrica, Argentina, Chile, Guatemala y El Salvador. Las experiencias de las "comisiones de verdad" pueden ser útiles también para Europa en sus esfuerzos para superar el legado de la Guerra Fría.

12. Hay pocos lugares en Europa donde ese legado esté tan presente como aquí, en Berlín. Por lo tanto, en este contexto, la búsqueda de la verdad y los esfuerzos para conciliar las memorias no son un ejercicio meramente intelectual sino más bien una necesidad vital de establecer una base duradera para la vida de la comunidad. Este problema, que es un problema de toda la sociedad, incumbe de manera especial a las iglesias y a su papel durante el período de la Guerra Fría. Las tareas urgentes que planteaban los cambios estructurales económicos y políticos tras el fin del régimen comunista en Europa Oriental y Central han dejado poco tiempo y espacio para prestar la debida atención a las diferentes vivencias y formas de testimonio cristiano en la Europa dividida. No sólo en Alemania, sino también en Europa en general, la perspectiva y la experiencia occidentales parecen ser la norma, y no se evidencia un verdadero deseo de considerar Europa y el papel de las iglesias desde la perspectiva de Europa Central y Oriental. Es verdad que las iglesias de esos países han recuperado su libertad, pero, al mismo tiempo, toman conciencia del avance de la secularización durante el período comunista. ¿Cómo han de definir su posición en las negociaciones con los nuevos gobiernos en relación con las garantías constitucionales o jurídicas de la libertad religiosa, la educación cristiana en las escuelas, la restitución de los bienes de la iglesia, etc.? En la diáspora ideológica en que se encontraban, las iglesias tuvieron que aprender a vivir sin privilegios. ¿Qué valor tiene esa experiencia actualmente? Tuvieron que aceptar la realidad del socialismo de Estado y su sistema de control omnipresente, sin esperanza alguna de que se produjera un cambio. ¿Qué pueden enseñarnos acerca de la forma de defender la integridad de la iglesia en un medio hostil?

13. ¿Cuál ha sido el papel de las organizaciones ecuménicas durante ese largo período de la Guerra Fría? Dada la situación de confrontación ideológica y de aislamiento voluntario de la parte comunista de Europa, el establecimiento de relaciones ecuménicas había sido una cuestión de sobrevivencia para muchas de las iglesias de Europa Central y Oriental. ¿Acaso fue demasiado elevado el precio pagado para establecer y mantener esas relaciones gracias al Consejo Mundial, a la Conferencia de Iglesias Europeas y a la Conferencia Cristiana por la Paz? ¿Hubiera sido necesario escuchar la voz de los "disidentes" en las respectivas iglesias y sociedades, reconociéndolos y apoyándolos de manera más clara?

14. No cabe sorprenderse de que estas cuestiones se planteen con una urgencia especial aquí en Alemania y que se planteen también al CMI. Esto se debe en parte a las circunstancias especiales que permitieron abrir los archivos oficiales de la ex República Democrática Alemana a la investigación histórica. El año pasado se publicó en Alemania un voluminoso estudio sobre el Consejo Mundial, las iglesias estadounidenses y la Conferencia Cristiana por la Paz durante el período de la Guerra Fría. Su análisis muy crítico de las orientaciones y las iniciativas del CMI ha suscitado reacciones atinadas por parte de dirigentes de iglesia comprometidos del Este y del Oeste, en particular una respuesta bien fundamentada del ex moderador del Comité Central, el obispo Heinz Joachim Held. En el centro de este análisis está la actitud de las organizaciones ecuménicas en relación con las violaciones de los derechos humanos y, en particular, de la libertad religiosa en los países de Europa Central y Oriental. Ésta es una perspectiva legítima que se ha visto confirmada en el diálogo con ex disidentes, como los miembros de la Carta de los 77 en la República Checa. Sin embargo, no es la única perspectiva a tener en cuenta en un análisis de este período de la historia de la iglesia y de la sociedad en Europa. Es necesario reflexionar, por ejemplo, acerca de la medida en que las iglesias, gracias a su testimonio en favor de la paz con justicia, han contribuido a la revolución noviolenta que tuvo lugar en Europa Central y Oriental. ¿Qué enseñanza podemos sacar de esa experiencia para el compromiso actual del Movimiento Ecuménico con la erradicación de la violencia? Es obvio que una relectura de este período crucial de la historia es un paso fundamental, tanto para el contexto europeo como para el Movimiento Ecuménico, en el proceso actual de reconciliación de las memorias y reunificación de las partes separadas de Europa. El CMI así como la Conferencia de Iglesias Europeas están comprometidos en esos esfuerzos. Esperamos que esta reunión del Comité Central pueda proporcionar nuevas perspectivas y ponga de relieve la importancia de este proceso para el Movimiento Ecuménico en todo el mundo.

15. Sin embargo, la cuestión de la reconciliación, la verdad y la justicia y la tarea de conciliar las memorias se plantea no sólo en relación con el pasado turbulento de Europa. También apunta a la forma en que reaccionamos ante las tensiones y los antagonismos que se manifiestan hoy en Europa. Los cambios que se han registrado en Europa después de 1990 han adoptado con frecuencia formas violentas; basta pensar en el desmembramiento de la ex Unión Soviética, especialmente en la región del Cáucaso, y en las guerras entre las diferentes comunidades étnicas y religiosas en la ex Yugoslavia. Ante esos acontecimientos, las iglesias se han visto involucradas en graves controversias que a veces reproducen las divisiones del período de la Guerra Fría. Nuevas manifestaciones de racismo, de antisemitismo y de xenofobia agresiva han surgido en muchos países europeos, tanto en el Este como en el Oeste. Aún estamos confrontados con una mentalidad exclusivista, defensiva y agresiva que demoniza al otro, proyectando estereotipos, y reacciona con intolerancia a todo lo que parece extranjero, fuera de la norma, en un contexto cada vez más pluralista y multicultural. Durante esta reunión, varias sesiones de padare abordarán esas nuevas situaciones de conflicto en Alemania y en Europa en general y pondrán de relieve la respuesta de las iglesias. Será una oportunidad para establecer paralelos con las situaciones de conflicto nacional, étnico y racial que se viven en otras regiones.

16. De estas observaciones acerca del contexto de nuestra reunión, debe quedar claro que los problemas con que se enfrenta el testimonio cristiano aquí y en la región europea en general tienen importancia para el Movimiento Ecuménico como un todo. Así pues, es oportuno que la inauguración del Decenio para Superar la Violencia tenga lugar en este contexto. Los sínodos de la Iglesia Evangélica de Berlín-Brandenburgo y de la Iglesia Evangélica de Alemania, así como el Consejo de Iglesias Cristianas de Alemania, han acogido con aprobación el Decenio y han tomado medidas para apoyarlo. El obispo Huber, en una carta pastoral en la que se congratula de esta reunión del Comité Central, destaca el hecho de que la inauguración del Decenio tenga lugar el mismo día en que Dietrich Bonhoeffer hubiera cumplido 95 años. El nombre de Dietrich Bonhoeffer no está únicamente vinculado a Berlín y al contexto de nuestra reunión: se lo considera como un profeta ecuménico de la paz y la reconciliación, la verdad y la justicia. En el espíritu de Bonhoeffer, el obispo Huber escribe: "Estamos llamados nuevamente hoy, en esta ciudad y en este país, aunque en condiciones diferentes, a detener el brazo de los que cometen violencias, a oponernos al desprecio de la dignidad humana y a la crueldad organizada, y a defender a quienes viven bajo la amenaza de la violencia. El Decenio nos ayudará en los esfuerzos para erradicar la violencia, así como permitirá ayudar a muchas personas en todo el mundo que viven a diario situaciones de conflicto ".

II. Algunos acontecimientos en la vida del CMI

17. Han pasado más de dos años desde que se celebró la Asamblea del CMI en Harare. En 1999, el programa del Comité Central recién constituido se centró sobre todo en la evaluación de la Asamblea y en la elaboración de las orientaciones del programa para los siete años siguientes. Tras recomendación del Comité de Programa, el Comité Central decidió aprobar un marco para la labor del Consejo en torno a cuatro amplios temas: 1) ser iglesia; 2) proteger la vida; 3) cumplir el ministerio de reconciliación, y 4) dar un testimonio y un servicio comunes en el contexto de la mundialización. El Comité Central también designó a los miembros de las comisiones y de los grupos consultivos de los diferentes ámbitos de actividad y tomó nota de los principales elementos del plan de trabajo trienal hasta la celebración del Comité Central en 2002. Desde entonces, todas las comisiones y los grupos consultivos han celebrado su primera reunión y han examinado y reformulado los planes de actividad propuestos. Todo esto fue integrado ulteriormente en un documento de planificación general From Vision to Action (De la visión a la acción), que ha servido como base para las negociaciones con las organizaciones de financiación y como marco de referencia para iniciar y supervisar las actividades de los equipos y de los sectores.

18. Para la preparación de esta reunión, ustedes han recibido el "Informe de la Mesa" (Doc. GS 1.1) en el que se resumen las principales decisiones tomadas por el Comité Ejecutivo en sus dos reuniones, en marzo y en septiembre de 2000, y por la Mesa, durante el período intermedio, en diciembre de 1999, y en junio y noviembre de 2000. Los informes de actividad detallados se han presentado a la consideración del Comité de Programa, que se reúne durante los tres días previos a nuestra reunión del Comité Central y que les presentará un informe preliminar mañana por la tarde. Los documentos preparatorios también incluyen un Informe descriptivo de finanzas (Doc. FSA 1) y un Informe preliminar acerca de las acciones e iniciativas en el ámbito de cuestiones de actualidad (Doc. PI 1). Así pues, dando por sentado que ustedes conocen los principales acontecimientos de la vida del CMI durante los dieciséis últimos meses, que figuran en los mencionados informes, me limitaré a poner de relieve algunos elementos que merecen la atención de ustedes.

19. En primer lugar, permítanme volver a la evaluación de la Asamblea. El Comité Central, en 1999, decidió solicitar "al Secretario General que inicie un proceso de reflexión acerca de la naturaleza y el objetivo de la Asamblea sobre la base de los resultados derivados del proceso EVC y de la Asamblea de Harare, y que remita un informe al Comité Central en el año 2001"5 En ese proceso de reflexión habrían de participar no sólo los miembros del Comité Central sino también los delegados de la Asamblea que no eran miembros del Comité. Debido a otras preocupaciones más urgentes, no ha sido posible iniciar un proceso de reflexión tan amplio. Además, en los debates en el Grupo Directivo de Personal, se llegó a la conclusión de que la reflexión debía ir más allá del examen del proceso, de la configuración y del estilo de trabajo de las asambleas; y examinar el conjunto de las estructuras rectoras del CMI, a la luz del documento EVC en el que se define el CMI como "comunidad de iglesias". Hasta el presente se ha prestado poca atención a las consecuencias del proceso EVC para el marco constitucional y las estructuras rectoras del CMI, que, en esencia, no se han modificado desde los comienzos del CMI.

20. La necesidad de esa reevaluación también ha estado confirmada por los trabajos de la Comisión Especial y el intercambio con otras organizaciones ecuménicas, en particular las organizaciones ecuménicas regionales y las comuniones cristianas mundiales. Sobre la base de las perspectivas derivadas de esos diferentes contextos, se ha preparado un documento de debate sobre "Consideraciones en relación con las estructuras rectoras del CMI", que se sometió inicialmente al examen de la Mesa y, tras la consiguiente revisión, se presentó al Comité Ejecutivo. Con los comentarios y la opinión formulados por el Comité Ejecutivo, se ahondará en el examen de esta cuestión en el marco del Comité de Examen III, que formulará recomendaciones más tarde durante nuestra reunión acerca de cómo continuar esta reflexión. La principal cuestión que se deriva del análisis crítico de las estructuras rectoras del CMI apunta a la importancia que tradicionalmente se ha dado a su "función legislativa", destinada a mantener el CMI como institución. El documento EVC, por su parte, instaba a que se adoptase una forma de gobierno que diese "prioridad a la reflexión y la deliberación, en relación con las cuestiones clave con que se enfrentan las iglesias en el mundo"6 y que estimule a las iglesias miembros y a sus dirigentes "a actuar de forma ecuménica en sus propios contextos locales, en lugar de perpetuar una imagen del CMI y del Movimiento Ecuménico como algo aparte de las iglesias y fuera de ellas"7. De hecho, la afirmación del CMI como "comunidad de iglesias" sigue careciendo de peso, mientras no esté sustentada por una verdadera práctica de relaciones de comunidad entre las iglesias miembros "en cada lugar". Es necesario aún puntualizar las consecuencias del documento EVC para las estructuras rectoras del CMI, y espero que este Comité Central pueda dar el asesoramiento necesario acerca de cómo cumplir con esta tarea.

21. Además de afirmar la naturaleza del CMI como "comunidad de iglesias", en el documento EVC se hace hincapié en la tarea del Consejo de mantener "la coherencia del único Movimiento Ecuménico en sus diversas manifestaciones"8. Así pues, el capítulo final del documento EVC trata de las "relaciones con los partícipes del Movimiento Ecuménico, las iglesias que no son miembros del CMI y otros organismos". Desde la última reunión del Comité Central, ésta ha sido una esfera de intensa actividad. Se presentarán informes detallados al Comité de Examen I sobre los temas siguientes: las actividades del Grupo Mixto de Trabajo de la Iglesia Católica Romana y el Consejo Mundial de Iglesias, que se reunió por primera vez después de la Asamblea en Antelias, en mayo de 2000, dedicando sus trabajos sobre todo al estudio de la "naturaleza del diálogo ecuménico"; la primera reunión del nuevo Grupo Mixto Consultivo del Consejo Mundial de Iglesias y los Pentecostales, el grupo de enlace con la FLM (y la ARM); la marcha de los trabajos sobre la propuesta de un "Foro de Iglesias Cristianas y Organizaciones Ecuménicas" (véase Doc. REL 2), así como sobre la Comisión Especial (véase Doc. GS 4). Por lo que respecta al informe provisional de la Comisión Especial, he de abordarlo más adelante en mi informe.

22. Sin embargo, en este contexto, deseo mencionar una iniciativa que podría abrir el camino para nuevas formas de relación y cooperación con organizaciones ecuménicas, o sea, la fundación en diciembre de 2000 de la "Alianza Ecuménica de Acción Mundial". Esta Alianza, coordinada por el CMI, reúne en un marco de cooperación singular las organizaciones y asociaciones ecuménicas regionales, los organismos de cooperación de las iglesias, particularmente del Norte, las redes de contactos especializadas del Sur, las comuniones cristianas mundiales, las organizaciones ecuménicas internacionales y católicas romanas. Se pretende que sea un "instrumento flexible y accesible que permita a las organizaciones participantes de la familia ecuménica mundial trabajar de forma estratégica, centrándose en las prioridades seleccionadas que son comunes para nuestro testimonio y labor" (comunicado final). La reunión constitutiva seleccionó dos ámbitos prioritarios en los que se centrará la atención en los próximos años: 1) la justicia económica mundial, en particular el comercio mundial, y 2) la ética de la vida, en particular la cuestión del VIH/SIDA. Por supuesto, las actividades proféticas y de promoción de la justicia y la paz siempre han formado parte de los objetivos declarados y de las actividades del CMI y de otras organizaciones que participan en la Alianza. Lo nuevo es la determinación de hablar con una voz profética y reforzar el alcance del testimonio ecuménico en relación con los problemas económicos, políticos y sociales fundamentales del día de hoy, mancomunando los recursos y las experiencias de los copartícipes en el Movimiento Ecuménico.

23. En muchos sentidos, el proyecto de la Alianza es una respuesta a la nueva situación creada por el proceso de mundialización. A fin de hacer frente a las estructuras y a los procesos mundiales de toma de decisión, las organizaciones ecuménicas tienen que trascender las limitaciones de sus ámbitos de influencia particulares y de las formas de trabajo establecidas y tratar de crear un marco de colaboración y de apoyo mutuo eficaz. La Alianza representa un empeño para crear un espacio ecuménico abierto en el que todas las organizaciones del Movimiento Ecuménico puedan participar en pie de igualdad. Deja de lado la lógica institucional que rige la mayoría de las organizaciones ecuménicas basadas en su composición formal de iglesias o de comunidades, y procura, por el contrario, estimular la participación voluntaria basada en el compromiso con ciertas causas. De este modo, la Alianza podrá ofrecer un nuevo modelo de cooperación ecuménica y llegar a ser una fuente de inspiración y de estímulo, poniendo en evidencia que el Movimiento Ecuménico es capaz de presentar una alternativa al proceso de mundialización, basada en la solidaridad y la cooperación en lugar de la competencia y la confrontación. Los esfuerzos del CMI para hacer frente a los problemas de la mundialización económica constituyen el tema central de una sesión plenaria especial, que se celebrará mañana.

24. La fundación de la Alianza no es más que una de las nuevas respuestas que exige la cambiante situación mundial. Podemos mencionar, brevemente al menos, dos ejemplos más. En junio del año pasado, se celebró un Período Extraordinario de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Ginebra, para dar seguimiento a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, que se celebró en Copenhague en 1995. El CMI, representado por un equipo ecuménico, participó activamente acompañando y siguiendo de cerca este acontecimiento. La función que puede desempeñar el CMI entre otras organizaciones no gubernamentales internacionales y organizaciones de la sociedad civil a nivel mundial se vio realzada cuando se publicó la Carta Abierta al Secretario General de las Naciones Unidas, en la que se ponía en tela de juicio su apoyo incondicional al documento "Un mundo mejor para todos", en el que se presentan las posiciones de las instituciones financieras internacionales y sus puntos de vista sobre el desarrollo social. Desde entonces, el CMI ha recibido invitaciones de diversas organizaciones, incluido el Fondo Monetario Internacional y el Foro Económico Mundial, para participar en los debates sobre las cuestiones éticas y sobre un marco de valores comunes que podría servir de orientación al proceso de mundialización. Una iniciativa similar ha sido la Cumbre del Milenio por la Paz: reunión de dirigentes religiosos y espirituales que se celebró en agosto del año pasado, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, tras propuesta del Secretario General de las Naciones Unidas. Aparte de una declaración de compromiso común en favor de la paz, la Cumbre no obtuvo resultados específicos, pero fue una indicación más de que el proceso de mundialización plantea nuevos interrogantes sobre el papel de la religión y de las comunidades religiosas en la vida pública y acerca de los objetivos del diálogo interreligioso.

25. En el informe del Comité de Programa de 1999, que tenía como tema central el ministerio de reconciliación, y el testimonio y el servicio en el contexto de la mundialización, se propone que "proteger la vida" sea el tema general de la labor del Consejo. En el informe se insta a que se preste especial atención "a las dimensiones espirituales de la protección de la vida, especialmente en lo concerniente a las cuestiones éticas relacionadas con la biotecnología, la regulación de nacimientos, el aborto y la sexualidad"9. El informe se remite específicamente a la sección sobre "sexualidad humana" del informe del Comité de Orientación Programática de la Asamblea de Harare, en el que se afirma que un estudio ecuménico de las cuestiones relativas a la sexualidad debería dar cabida a la antropología cristiana, la hermenéutica bíblica y la ética, y a un análisis cultural. Dando seguimiento a esa sugerencia, se ha emprendido un proceso de reflexión sobre sexualidad humana bajo la dirección de un pequeño grupo de orientación presidido por la doctora Erlinda Senturias, ex directora de la Comisión Médica Cristiana. Se reconoce que cualquier estudio ecuménico sobre la cuestión de la sexualidad humana debe tener en cuenta tanto los puntos de vista como las competencias de los diferentes equipos y programas del CMI, en particular de Fe y Constitución, que centra su análisis en la antropología teológica, de Justicia, Paz y Creación, en el marco del cual se ha de emprender el Decenio para Superar la Violencia, de Misión y Evangelización, que tiene como preocupación principal la problemática del VIH/SIDA, de Educación y Formación Ecuménica, así como del Instituto Ecuménico de Bossey, que ha iniciado una serie de seminarios sobre sexualidad humana. Para coordinar los trabajos, se ha constituido un grupo integrado por miembros del personal de esos distintos sectores programáticos y equipos. El grupo de orientación se reunió por primera vez en noviembre el año pasado y elaboró un plan de trabajo que, en su primera fase, se propone reunir y analizar las declaraciones oficiales de las iglesias sobre la sexualidad, así como documentos de estudio sobre esa cuestión. En el plan se prevé, además, la preparación de una breve guía de estudio, así como un examen de la literatura biomédica, científica, social y teológica sobre sexualidad humana, a fin de establecer bibliografías comentadas. Los miembros del grupo de orientación y los participantes en el seminario de Bossey, que precedió a la reunión del grupo, eran conscientes del hecho de que cualquier examen de la sexualidad humana debe abordarse con mucha prudencia y humildad. Se espera que el Consejo Mundial pueda ofrecer un espacio ecuménico seguro en el que se pueda entablar un diálogo de una calidad diferente.

III. Ser iglesia en una comunidad conciliar

26. Como ustedes habrán observado, he tomado como marco de mi informe las cuatro grandes preocupaciones determinadas por el Comité de Programa. Siguiendo esa orientación, deseo ahora centrar la parte final de mi informe en torno al tema ser iglesia. Mi interés en este sentido es señalar a la atención de ustedes algunos de los principales acontecimientos que han tenido lugar en las iglesias miembros y los organismos ecuménicos asociados y examinar su significado para el CMI. Me refiero aquí a los trabajos de la Comisión Especial sobre la Participación de los Ortodoxos en el CMI, a la declaración sobre los "Principios básicos de la actitud de la Iglesia Ortodoxa Rusa en relación con otras confesiones cristianas", aprobados por el Concilio Episcopal del Jubileo el 14 de agosto de 2000, a la declaración "Dominus Iesus", publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano, el 5 de septiembre de 2000, así como a las conversaciones mantenidas con muchas de nuestras organizaciones ecuménicas asociadas, y entre ellas mismas, a nivel regional y nacional acerca de la identidad eclesial de los organismos conciliares, en particular los debates que tuvieron lugar recientemente en la Asamblea General del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo de los Estados Unidos. Considero que estos acontecimientos refuerzan la propuesta del Comité de Programa de que, aquí en adelante, se considere el tema ser iglesia como un tema general del CMI. Mientras tanto, esta propuesta se ha tenido en cuenta en un estudio sobre "Nuevas formas de ser iglesia: perspectivas de las mujeres", y en la revisión de un proyecto de declaración de Fe y Constitución sobre "La naturaleza y el objetivo de la Iglesia".

27. Al proponer estas orientaciones, el Comité de Programa se inspiró en el informe del Comité de Orientación Programática de la Asamblea de Harare, en el que se hace referencia, entre los temas generales en torno a los cuales debería integrarse la labor del CMI, a "un ecumenismo del corazón" y a la búsqueda de una "comunidad sin exclusiones"10. Como ustedes recordarán, el Comité de Orientación Programática concluye su informe con una sección, "Un marco y un foco para las actividades futuras del Consejo", en la que se puede leer:

El proceso de Entendimiento y Visión Comunes llama al Consejo Mundial de Iglesias a profundizar decisivamente, así como a ampliar la comunidad que compartimos como iglesias. Nuestro testimonio y nuestro servicio en el mundo, que se necesitan hoy con mayor urgencia que nunca, dependen del fortalecimiento espiritual de nuestros vínculos de compromiso y responsabilidad. Debemos, como lo hemos prometido en Harare, ‘construir juntos’.
  • Para ello, en el período siguiente a la Octava Asamblea y al entrar en el siglo XXI, la comunidad del CMI debe hacer que cada iglesia miembro se plantee de inmediato cuatro preguntas centrales para los objetivos del Consejo Mundial de Iglesias:
  • ¿De qué manera, como iglesias, asumimos juntos la misión y la evangelización en un mundo en gran medida pluralista?
  • ¿De qué manera entendemos que el bautismo es uno de los fundamentos de la vida en comunidad que estamos llamados a compartir juntos?
  • ¿Cómo ofrecemos juntos nuestros recursos, nuestro testimonio y nuestra acción por el bien del futuro del mundo?
  • ¿Cómo recorremos juntos la senda que conduce a la unidad visible?
Antes de reunirnos otra vez en asamblea, será necesario examinar la vida de cada iglesia miembro desde un punto de vista ecuménico a la luz de estas cuatro preguntas. Nuestras respuestas comunes servirán para construir nuestra vida juntos y fortalecer nuestro testimonio en el mundo. No hay tarea más importante que ésta. Todas las actividades del CMI deberían estar centradas en estas cuatro preocupaciones.11.
Al comentar la importancia dada a ese tema Ser iglesia, nuestro Comité de Programa se refiere explícitamente a estas cuatro preguntas y añade: "dada la pluralidad de concepciones eclesiológicas que existe en el CMI, la búsqueda de la unidad de la iglesia y el fomento de una unidad más visible siguen siendo cuestiones centrales en la vida del Consejo y tienen que ser debatidas por las iglesias miembros en todas las regiones del mundo"12. A continuación se refiere específicamente a la búsqueda de una comunidad sin exclusiones y afirma su convicción de que el CMI debe fomentar y facilitar "espacios para el diálogo". Pone de relieve, en particular, el hecho de que la prioridad dada a una comunidad sin exclusiones pone en tela de juicio las actitudes de las iglesias que están divididas por razones de identidad racial o étnica, y menciona los estudios pertinentes emprendidos por la Comisión de Fe y Constitución. Al final del párrafo se destaca la necesidad de una formación ecuménica permanente.

28. Ser iglesia significa ser en relación. Esto es verdad en la vida de cada iglesia local, como lo es entre ellas. A fin de ser verdaderamente iglesia, las iglesias se necesitan unas a otras. Formar una comunidad es inherente a ser iglesia. Esta afirmación, que proporciona el fundamento de la comunidad de iglesias en el Movimiento Ecuménico, se expresa en la conocida declaración sobre la unidad de Nueva Delhi, en términos de "comunidad plenamente comprometida". Desde entonces, se ha ido progresivamente ahondando en el significado de esta expresión mediante una eclesiología de la koinonía (comunión), así como el redescubrimiento de la conciliaridad como una dimensión fundamental de ser iglesia. En la declaración de la Asamblea de Canberra sobre "La unidad de la iglesia como koinonía: don y vocación", se encuentra una fórmula más madura: "El objetivo de la búsqueda de la plena comunión se cumple cuando todas las iglesias son capaces de reconocer unas en otras a la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica en toda su plenitud. Esta comunión se manifestará plenamente, a nivel local y universal, por medio de formas conciliares de vida y acción. En una comunión conciliar de esta índole, las iglesias están unidas en todos los aspectos de su vida y en todos sus niveles por la confesión de una misma fe, la participación en el culto y el testimonio, en la deliberación y en la acción"13

29. Sin embargo, precisamente a este respecto se plantea el mayor desafío para nuestro trabajo en el CMI y en otros organismos conciliares. Por un lado, debemos tener en cuenta las posiciones oficiales de la Iglesia Católica Romana y de la Iglesia Ortodoxa Rusa, la mayor de nuestras iglesias miembros ortodoxas, dado que las dos consideran su propia comunión como la Iglesia una, santa, católica y apostólica instituida por nuestro propio Señor y Salvador. Una y otra declaran que su fidelidad a la tradición apostólica les impide reconocer en otras iglesias a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, aunque consideren que el restablecimiento de la unidad de la Iglesia es un imperativo del Evangelio, y estén dispuestas a reconocer que existe una cierta comunión, incompleta, entre ellas y las comunidades separadas que, en palabras del Concilio Episcopal de la Iglesia Ortodoxa Rusa, representa "una promesa de retorno a la unidad de la Iglesia, a la plenitud y la unicidad católicas". Por otro lado, debemos tener en cuenta la gran mayoría de iglesias miembros que constituyen cada una de las denominaciones de la tradición protestante. Estas iglesias no tienen mayores dificultades en reconocerse mutuamente como iglesias, pero su apego a la respectiva autonomía denominacional y/o a su integridad confesional está en conflicto con la afirmación de la catolicidad de la Iglesia. Aunque son cada vez más receptivas a la invitación de participar en una comunión ecuménica con otras iglesias, el hecho de formar parte de esa comunión no afecta en esencia a su forma de "ser iglesia".

30. Los organismos ecuménicos conciliares, a saber, los consejos o conferencias de iglesias, se encuentran entre esos dos polos: por un lado, la exigente eclesiología de los católicos y de los ortodoxos, y, por otro lado, la situación de pluralismo denominacional entre las iglesias protestantes. Los consejos de iglesias, como el CMI, reflejan en sus estructuras y formas de trabajo la manera de ser de las denominaciones protestantes históricas. Esto significa que esos consejos han sido en buena parte instrumentos orgánicos de servicio y de cooperación eclesial, que, actualmente, tienen que competir con organizaciones no gubernamentales laicas. Estas últimas suelen ofrecer servicios más eficaces y profesionales y atraen, por lo tanto, fondos, incluso de fuentes que tradicionalmente apoyaban a los organismos ecuménicos conciliares. Con el desarrollo creciente de las comunidades evangélicas libres y pentecostales, que se adaptan más fácilmente que las denominaciones estructuradas a las dinámicas de competencia de la sociedad civil, el compromiso de los miembros de los organismos conciliares suele reducirse a una simple coexistencia y concentran sus energías en la consolidación de la respectiva identidad confesional. Para muchas denominaciones protestantes, ser miembro de un organismo conciliar y, por lo tanto, estar nominalmente en comunión unas con otras, no significa lamentablemente que habrán de "actuar juntas en todos los asuntos excepto en aquellos en los que profundas diferencias de convicción las obligan a actuar por separado" (principio de Lund). Estas observaciones generales, demasiado breves, podrían apoyarse en los informes de innumerables diálogos e intercambios de puntos de vista con los dirigentes de los consejos nacionales de iglesias y de las organizaciones ecuménicas regionales.

31. El otro desafío del ecumenismo conciliar lo plantean las iglesias ortodoxas y Católica Romana. A este respecto, examinaré, en particular, el análisis crítico que la Comisión Especial sobre la Participación de los Ortodoxos en el CMI hace de las estructuras, métodos de trabajo y manera de ser del CMI. Como ustedes han leído en el Informe Provisional de la Comisión Especial (Doc. GS 4), ésta agrupa su análisis en torno a cinco grupos de cuestiones principales: "cuestiones relacionadas con la condición de miembro; revisión de los procedimientos de adopción de decisiones; celebración/oración en común; cuestiones eclesiológicas; y desarrollo de metodologías ecuménicas para el enfoque de cuestiones sociales y éticas" (véase párrafo 2.8). No es necesario para mí resumir aquí los puntos centrales del informe que ustedes tienen en sus manos. Cierto es que las observaciones son provisionales y necesitan ahondarse. Subyacente a las propuestas de la Comisión Especial, en particular por lo que respecta a los tres primeros ámbitos de preocupación, está el cuestionamiento básico de la manera de ser del denominacionalismo protestante, y la forma en que se refleja en las estructuras y los estilos de trabajo del CMI.

32. Así pues, es particularmente importante que en la sección "Eclesiología" del Informe Provisional de la Comisión Especial se exponga su comprensión de lo que significa ser iglesia en una comunidad conciliar. "Adherirse a un consejo de iglesias significa aceptar el reto de darse cuenta unos a otros de lo que significa ser iglesia y expresar claramente lo que se entiende por unidad visible de la iglesia" (párrafo 6.1). Esta afirmación se examina, a continuación, en relación con las contradicciones internas del ecumenismo conciliar. La Comisión plantea la pregunta siguiente a las iglesias que pertenecen a las familias ortodoxas: "¿Hay, en la eclesiología ortodoxa, espacio para otras ‘iglesias’? ¿Cómo cabría describir ese espacio y los límites del mismo?" (párrafo 6.2). Éste es precisamente el desafío eclesiológico que plantea la existencia del CMI como comunidad de iglesias a sus iglesias miembros: ¿Acaso la comunión de iglesias en este Consejo tiene significado más allá de su valor pragmático de promover la cooperación? ¿En qué sentido podemos continuar hablando de una "comunidad de iglesias" en tanto la calidad eclesial de las comunidades separadas es incierta? Por otra parte, en ese mismo párrafo, se interpela a las iglesias de tradición reformada planteándoles una pregunta incisiva: "¿Cómo entiende, mantiene y expresa su iglesia su pertenencia a la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica?". Aunque la pregunta no se remite explícitamente a la comprensión que las iglesias protestantes tienen de sí mismas desde un punto de vista denominacional, éste es precisamente el sentido de la pregunta: ¿es posible expresar una concepción auténtica de la catolicidad de la iglesia en el contexto del denominacionalismo protestante? No cabe sorprenderse de que la Comisión Especial, de conformidad con las convicciones ortodoxas, no reivindique significado eclesiológico alguno para el CMI o para cualquier otro consejo de iglesias como institución. Sin embargo, es igualmente claro que las iglesias no pueden esperar que un consejo de iglesias haga y cumpla lo que únicamente las iglesias en comunión unas con otras pueden hacer. Ser iglesia en una comunidad conciliar significa aceptar que el compromiso de unas con otras esté en el centro de la identidad eclesial. Esta distinción entre el Consejo como organización y las iglesias en comunión unas con otras es importante, y es necesario que la aclaremos más cabalmente y de forma deliberada (véase párrafo 8.2).

33. Así pues, en el Informe Provisional de la Comisión Especial se confirman, desde una perspectiva diferente, las conclusiones que se derivan de los diálogos mantenidos con las organizaciones ecuménicas regionales y los consejos nacionales acerca de una reevaluación crítica del ecumenismo conciliar a comienzos del siglo XXI. De uno y otro lado hay una urgente exhortación a que se aclare y fortalezca la identidad eclesial de los organismos conciliares y, por lo tanto, a que se distingan claramente esos organismos del amplio espectro de organizaciones no gubernamentales y otras iniciativas de la sociedad civil. Las mismas experiencias apuntan consecuentemente a que el nivel local constituye el contexto decisivo en el que se puede ser iglesia.

34. Muchos de los organismos ecuménicos conciliares asociados al CMI están empeñados en difíciles debates acerca de si se ha dar prioridad al fortalecimiento de los lazos comunitarios existentes o a ampliar el alcance de esa comunidad para incluir comunidades que, hasta ahora, han permanecido fuera del Movimiento Ecuménico institucional. Por un lado, existe la convicción de que el sentido de obligación y de responsabilidad mutuas en la comunidad ecuménica necesita ser consolidado y que los miembros de los organismos conciliares necesitan reconocerse unos a otros como iglesias. Por otro lado, existe asimismo la convicción de que la comunidad conciliar no puede ser exclusiva y ha de ofrecer un espacio a todos los que estén dispuestos a participar en la búsqueda de la unidad. La Comisión Especial no se ocupa directamente de este conflicto, aunque si se tiene en cuenta la última sección del Informe Provisional sobre "La futura configuración del Consejo", parece quedar claro que la Comisión no considera que profundizar y ampliar la comunidad sean alternativas mutuamente excluyentes. Por el contrario, la Comisión concibe "un Consejo que mantenga juntas a las iglesias en un espacio ecuménico en el que pueda construirse la confianza, (y) en el que las iglesias puedan poner a prueba y elaborar sus lecturas del mundo, sus propias prácticas sociales y sus tradiciones litúrgicas y doctrinales, en presencia unas de otras, profundizando su relación recíproca" (párrafo 8.4).

35. En torno a la metáfora de un espacio ecuménico comenzó a cristalizarse esta visión. Es necesario que sea un espacio seguro que permita un debate franco en el que todos puedan hacer oír su voz así como la búsqueda de un consenso sin la presión de tener que ganar el debate o un voto. Debe ser un espacio espiritual o sagrado que se reconstituya y proteja sin cesar mediante la oración y la celebración comunes, y en el que se reconozca que la comunidad se basa en el don de comunión que ofrece Dios en Cristo y que se logra mediante un proceso continuo de tradición y recepción. Por último, ha de ser un espacio duradero, dotado de estructuras de gobierno abiertas y flexibles, que salvaguarde la integridad del espacio ecuménico y tenga una práctica de educación y de formación que permita preparar permanentemente nuevas generaciones de dirigentes. Si la Comisión Especial y, con su ayuda, el Comité Central, así como, en última instancia, las iglesias miembros logran formular esa visión más cabalmente, no sólo habrán de revitalizar la vida del Consejo Mundial de Iglesias sino que habrán de ofrecer una nueva inspiración a los esfuerzos para ser iglesia en una comunidad conciliar.

Notas

  1. Actas del Comité Central de 1981, pág. 85 y siguientes.
  2. Actas CC 1988, págs. 30 y 31.
  3. Ibíd., pág. 30.
  4. Ibíd., pág. 72 y documento II.7, CC 1998, pág. 3.
  5. Informe del Comité de Examen I, CC 1999, pág. 2.
  6. EVC Declaración de política, 3.15.2.
  7. Ibíd., 3.15.5.
  8. Constitución, artículo III.
  9. Documento GS 12, CC 1999, pág. 5.
  10. Juntos en el camino, pág. 144 y siguientes.
  11. Ibíd., pág. 150.
  12. Documento GC 12, CC 1999, pág. 5.
  13. Señales del espíritu, pág. 173.

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