NO
A LAS ARMAS NUCLEARES: PROTEJAMOS LA CREACIÓN
No a las armas nucleares, amenaza para la creación Durante más de cincuenta años el Consejo Mundial de Iglesias ha buscado la paz y la justicia, pidiendo que se ponga fin a las guerras. En la Segunda Asamblea del CMI en Evanston, Estados Unidos de América (1953), se hizo un llamamiento “…para la prohibición de todas las armas de destrucción masiva bajo inspección y control internacional, junto con la reducción de todos los tipos de armamentos.” |
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Durante
la Guerra Fría el CMI instó al desarme nuclear: “Creemos
que ha llegado el momento en que las iglesias declaren de manera inequívoca
que la producción, el despliegue y el uso de armas nucleares es un
crimen contra la humanidad y que esas actividades deben condenarse por motivos
éticos y teológicos.” (Sexta Asamblea del CMI, Vancouver
1983). Una década después del final de la Guerra Fría,
el Comité Central del CMI declaró: “Una vez más,
es importante que se oiga la voz de las iglesias a este respecto en este
momento decisivo” (febrero de 2001).
“Sabemos
que la verdadera seguridad nunca ha de buscarse en las armas cualesquiera
que sean, y ciertamente no en las armas más terribles que jamás
han fabricado los seres humanos. Las armas nucleares son un pecado, y
su producción, posesión y despliegue, así como la
amenaza misma de utilizarlas en caso extremo, constituyen crímenes
contra Dios y la humanidad.” El problema La caída del muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética marcaron el final de una era que fue testigo de la construcción de un arsenal nuclear cuyo total llegó a 70.000 armas. Una década después de que aquellos cambios tan importantes pusieran término a la Guerra Fría, comprobamos una importante reducción de esas armas que suman actualmente unas 30.000 armas nucleares. Pero el poder destructivo de este arsenal nuclear sigue siendo enorme: el equivalente a 500.000 bombas nucleares del tamaño de la que mató a más de 100.000 personas en Hiroshima. Ocho Estados poseen armas nucleares que amenazan la existencia misma de la creación: China, Estados Unidos, Francia, India, Israel, Pakistán, Reino Unido y Rusia. Los Estados Unidos y Rusia poseen juntos más del 95% de las armas nucleares del mundo, e incluso después de cumplir el Tratado sobre la Reducción de Armas Ofensivas Estratégicas de 2001, cada una de estas potencias mantendrá entre 1.700 y 2.200 armas nucleares estratégicas. “La
existencia de armas nucleares constituye un peligro claro y presente para
la vida en la Tierra. Las armas nucleares no pueden garantizar la seguridad
de ninguna nación porque son una amenaza para la seguridad de la
raza humana. Estas armas increíblemente destructivas son una afrenta
a nuestra humanidad común, y las decenas de miles de millones de
dólares que se dedican a su fabricación y mantenimiento
deberían utilizarse más bien para paliar las necesidades
y los sufrimientos humanos.”. Los efectos producidos por la explosión de una sola arma nuclear serían devastadores, causando muertes y destrucciones masivas, una amplia radiación con sus efectos a largo plazo y extensos daños medioambientales. Un arma nuclear mataría indiscriminadamente a soldados y a civiles, y sus efectos no se limitarían a objetivos militares. Así pues, es imposible que el uso de un arma nuclear respete el derecho internacional humanitario, y es completamente inconciliable con la voluntad de Dios. Sin embargo, los Estados dotados de armas nucleares tratan de justificar el mantenimiento de inmensos arsenales nucleares.
Hay un régimen de control multilateral de armas que trata de la amenaza de armas nucleares. Un lugar central en este sistema de tratados es el que ocupa el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). En el TNP, 187 Estados se comprometen a impedir una mayor proliferación de armas nucleares, instando a los que ya las poseen a desarmar sistemáticamente sus arsenales. En la Quinta Conferencia de Revisión del TNP en 2000, los Estados convinieron en 13 medidas prácticas para avanzar hacia el desarme nuclear completo. A pesar de que existe el mecanismo que permitiría liberar progresivamente al mundo de las armas nucleares, es esencial que los Estados partes cumplan sus obligaciones con arreglo al Tratado de No Proliferación. Deben comprometerse a detener la producción de materiales fisibles, mantener la moratoria sobre ensayos nucleares y aplicar los tratados vigentes, mientras que los Estados con armas nucleares deben realizar reducciones comprobables e irreversibles de sus arsenales. La respuesta del CMI En los Salmos està escrito: “La Tierra es del Señor, y todo lo que está en ella. El mundo y todos sus habitantes le pertenecen.” Como administradores de la creación divina, a los cristianos nos toca ser instrumentos para la consecución del desarme nuclear sistemático y total. Prestando oídos al llamamiento del Comité Central del CMI, las iglesias miembros y las organizaciones ecuménicas tienen la obligación moral de unirse a las organizaciones no gubernamentales y a los ciudadanos que en todo el mundo luchan por el desarme nuclear, reiterando el llamamiento en favor de la supresión de tales armas. El CMI insta a todos sus miembros y a las organizaciones ecuménicas a que aprovechen la oportunidad que ofrece el Decenio para Superar la Violencia: las iglesias en pos de la reconciliación y la paz (2001-2010) para reclamar el desarme nuclear. Es responsabilidad de las iglesias seguir dando testimonio de la inmoralidad de las armas nucleares. Las armas nucleares no promueven la seguridad sino la inseguridad, manteniendo el desequilibrio de poder que cierra el camino hacia la paz con justicia. |
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Un desafío para las iglesias Maneras prácticas de actuar: Programa
«Demilitarización, désarme y prevención de
conflictos armados» |
¡ADHIÉRANSE
A LA RED PAZ A LA CIUDAD! Informen al Consejo Mundial de Iglesias sobre el trabajo que ustedes hacen para que otros puedan conocerlo y unirse a ustedes. Dígannos cómo nuestro Programa puede ayudar a informar sobre ese trabajo y a ponerlos a ustedes en relación con otros que tienen experiencia práctica. ¡ “A causa de la inseguridad mundial, las naciones se lanzan a una loca carrera armamentista, despilfarrando miles de millones de dólares en instrumentos de destrucción, mientras millones mueren de hambre. Una pequeña parte de lo que se gasta de forma escandalosa en presupuestos de defensa permitiría a los hijos de Dios llenar sus estómagos, recibir educación y disfrutar de oportunidades de vivir vidas felices y con plenitud.” Arzobispo Desmond Tutu, Sudáfrica, Premio Nobel de la Paz |