A propósito de "la silla coja"... |
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"¡La
Campaña Contra Las Minas Terrestres Todavía Necesita A Las Iglesias!" es un
folleto publicado conjuntamente por la Alianza Reformada Mundial, el Consejo Mundial de
Iglesias y la Federación Luterana Mundial.
Para más información o correspondencia o para pedir este
folleto (en español, inglés, alleman o frances) diríjanse
a:
Federación Luterana Mundial
Alianza Reformada Mundial
Consejo Mundial De Iglesias
El contenido de esta publicación puede ser reproducirse o traducirse sin
autorización.
Esta publicación ha sido preparada por Mariette Grange y Rebecca Larson. |
El
Premio Nobel de la Paz En diciembre de 1997 se concedió el Premio Nobel de la Paz a la Campaña Internacional de Erradicación de las Minas Terrestres (ICBL) y a su coordinadora Jody Williams.
La elección que hizo el Comité del Premio Nobel tiene una doble importancia:
Este decisivo texto jurídico, titulado Convención sobre la prohibición
del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre
su destrucción, establece una norma internacional, según la cual es ilegal
emplear, almacenar, fabricar y comercializar minas terrestres. En virtud de lo dispuesto en este
tratado, lo países tienen también la obligación de responder a la acuciante
necesidad de desminar y prestar asistencia a las víctimas de las minas.
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Muchas iglesias y organizaciones relacionadas con las
iglesias, entre ellas, la Alianza Reformada Mundial (ARM), el Consejo Mundial de Iglesias
(CMI) y la Federación Luterana Mundial (FLM) han participado activamente en la
campaña mundial contra las minas, junto a la Campaña Internacional de
Erradicación de las Minas Terrestres (ICBL), sobre todo en los últimos cuatro
años, realizando actividades educativas para estigmatizar las minas terrestres en la
conciencia pública y una dinámica labor de sensibilización a fin de incitar a
los gobiernos a que firmen el tratado de Ottawa. Sobre el terreno han colaborado en
programas de remoción de minas y de apoyo a las víctimas.
Evidentemente la respuesta es que aún queda mucho por hacer. El objetivo final es
retirar todas las minas terrestres diseminadas en el mundo, destruir todas las existencias y
poner decididamente término al empleo de las minas terrestres. Qué duda cabe
que el tratado de Ottawa es un excelente instrumento por escrito. Lo han firmado 126
países. Pero el siguiente paso es garantizar que los gobiernos ratifiquen este tratado (es
decir, lo legalicen en el respectivo país) y apliquen sin excepción las
disposiciones del texto de manera coordinada. Asimismo, hay que confrontar a los
países que aún no lo hayan firmado con la realidad de los efectos humanitarios
que conllevan estas armas y explicarles que la comunidad humana tiene en sus manos la
posibilidad de erradicarlas.
LAS MINAS TERRESTRES
ANTIPERSONAL:
Las estadísticas hablan por sí mismas...
Un miembro artificial para un niño en pleno crecimiento debe remplazarse cada 6-12
meses y para un adulto, cada tres a cinco años.
Muchas víctimas de las minas están solas y en lugares aislados. Un médico
del CICR calcula que hasta el 50% de las víctimas de minas muere en las horas
siguientes a la explosión.
Esparcidas por miles en torno a los lugares estratégicos, las minas impiden el acceso al
agua potable y a las tierras agrícolas y entorpecen seriamente la labor de los equipos
móviles de vacunación en las zonas rurales.
En los últimos 55 años, las minas antipersonal han causado más muertos y
heridos que las armas nucleares, biológicas y químicas juntas.
El Comité Internacional de la Cruz Roja calcula que cada mes 800 personas pierden la
vida a causa de las minas, y otras 1.200 son mutiladas, esto es, un total de 2.000
víctimas por mes y cerca de 25.000 por año.
El UNICEF calcula que de estas víctimas de 5.000 a 6.000 son
niños.
CAMPAÑA
INTERNACIONAL CONTRA LAS MINAS TERRESTRES
La Campaña Internacional de Erradicación de las Minas es una coalición de
más de 1.000 grupos de derechos humanos, asistencia humanitaria, niños, paz,
médicos, desarrollo, remoción de minas, control de armas, así como
organizaciones religiosas, ecológicas y de mujeres que actúan en 60
campañas nacionales y que se han comprometido a lograr el objetivo de acabar
totalmente con las minas terrestres antipersonal.
En una reunión general celebrada recientemente en Francfurt (Alemania), en febrero de
1998, la ICBL fijó sus estrategias para 1998 en torno a tres ámbitos de
acción, a saber: universalizar el tratado, examinar el papel que podrían
desempeñar sus miembros en la supervisión del tratado y promover la labor de
sensibilización por lo que respecta a los otros dos pilares de la campaña, esto es la
asistencia y la remoción humanitaria de las minas.
El comité de coordinación de la ICBL está integrado por las 6
organizaciones fundadoras, además de la Campaña Afgana para la
Prohibición de las Minas Terrestres, la Association to Aid Refugees- Japón, la
Campaña Camboyana para la Prohibición de las Minas Terrestres, la
Campaña Colombiana contra las Minas Terrestres, la Unión Interafricana de
Derechos Humanos, la Coalición keniana contra las Minas Terrestres, la Landmine
Survivors Network, la Federación Luterana Mundial, la Norwegian People's Aid y la
Campaña Sudafricana para la Prohibición de las Minas Terrestres.
Tres embajadores internacionales representan a la ICBL en los foros públicos y
políticos: Jody Williams, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1997, Rae
McGrath y Tun Channereth.
Lloyd Axworthy
Es necesario alentar a los países a que emprendan diversas acciones:
Estrategia 1
Los gobiernos signatarios expresaron la intención de pasar a ser parte en la
Convención en una fecha ulterior y no pueden tomar medida alguna que menoscabe el
propósito de la Convención.
La Convención está abierta a la firma de los estados en la sede de las Naciones
Unidas en Nueva York, hasta su entrada en vigor, cuando se convertirá oficialmente en
un instrumento de derecho internacional. El tratado surtirá efectos seis meses
después de que se hayan depositado 40 ratificaciones.
Si su gobierno no ha firmado la Convención, llevar a cabo iniciativas de
sensibilización sobre la urgente necesidad de prohibir el empleo de las minas terrestres
entre el público en general, los miembros del gobierno, los miembros del Parlamento
(mediante intervenciones directas, reuniones, vigilias de oración, ayunos, contactos con
la prensa, etc...).
Handicap International (francés/inglés):
Human Rights Watch (inglés, árabe, chino, español, francés,
portugués, rus):
Comité Internacional de la Cruz Roja (francés/inglés):
Campaña Internacional contra las Minas Terrestres (ICBL) (inglés):
Mennonite Central Committee página de entrada sobre las minas terrestres
(inglés):
Stiftung Menschen gegen Minen (Fundación humanitaria de los pueblos contra las minas
terrestres) (alemán/inglés):
Los gobiernos que ratifican el tratado contraen una serie de compromisos. Entre otras cosas,
los países deben velar por que sus fuerzas armadas no utilicen como armas las minas
antipersonal, y tomar las medidas necesarias para interrumpir el desarrollo y la
producción de estos artefactos, destruir las existencias y localizar, señalar y
limpiar las zonas minadas. En muchos países, el cumplimiento de estas obligaciones
requerirá una importante asistencia técnica, jurídica y financiera.
Estrategia 3
A pesar de que el proceso de Ottawa fue respaldado por países de todas las partes del
mundo, algunos de los principales países productores, exportadores y consumidores de
minas terrestres no estuvieron activamente implicados en la negociación del tratado de
Ottawa y su adhesión parece poco probable en un comienzo. Así pues, hay que
hacer todo lo posible para exhortar a esos países a unirse al resto de la comunidad
internacional para prohibir el empleo de las minas terrestres antipersonal, de modo que el
tratado de Ottawa sea universalmente respetado en un futuro próximo.
El tratado de Ottawa es tan sólo una de las medidas esenciales necesarias para resolver
el problema de las minas terrestres. Miles de personas siguen viviendo en zonas afectadas por
las minas bajo la constante amenaza de estas armas. La mayoría de las víctimas
de las minas terrestres sigue careciendo de asistencia médica, social, económica y
de rehabilitación, por lo tanto, es menester atender a esas necesidades eficazmente.
Las minas terrestres son una epidemia causada por los seres humanos. La solución del
problema está, pues, en nuestras manos. El tratado de Ottawa es, ciertamente, un paso
significativo, pero es sólo el primero.
Según estadísticas de las Naciones Unidas,
70 países están infestados por minas. En Ottawa, los gobiernos se
comprometieron a asignar entre 200 y 250 millones de dólares EE.UU. para el
desminado y la rehabilitación de las víctimas. No hay duda de que la pronta
ratificación de la Convención por los estados afectados por las minas terrestres
facilitaría el acceso a los programas de desminado humanitario así como de
asistencia a las víctimas.
El gobierno canadiense exhortó a las naciones de todo el mundo a iniciar los
procedimientos de ratificación de modo que la Convención pueda entrar en vigor
a finales de 1998. El prestigio internacional recompensará a los 40 primeros
países que hayan ratificado la Convención.
En los países donde existen grupos organizados de oposición armada, las
campañas de sensibilización deberán insistir sistemáticamente en la
necesidad de que esos grupos respeten también las nuevas normas humanitarias
estipuladas en la Convención.
¿Qué pueden hacer
las iglesias
Continuar observando la situación de
cerca...!
NO ES POSIBLE HUNDIR
EL ARADO
TEl lenguaje utilizado para describir la crisis humanitaria
mundial que representan las minas terrestres antipersonal no es nuevo. Es el mismo que
empleó la comunidad humana hace setenta años para condenar las armas
químicas. Se trata de un lenguaje moral, no militar; de un lenguaje ético, no
estratégico. Cabría incluso añadir que es un lenguaje "de iglesia", en el
sentido de que interpela los valores y las prácticas fundamentales de la vida y de la
comunidad de los seres humanos.
Las palabras empleadas son:
Las minas antipersonal son contrarias a la conciencia moral de la humanidad y, por lo
tanto, deben ser condenadas.
Con estos términos el mundo denunció el empleo de las armas
químicas tras la Primera Guerra Mundial. Hoy, cuatro generaciones más tarde, se
vuelven a evocar las mismas palabras y resurgen los mismos sentimientos para protestar contra
los innecesarios y horribles daños que causan estas pequeñas armas, pero no por
ello menos mortíferas.
Desde la Gran Guerra, sin embargo, las normas bélicas han cambiado. La mayor parte
de los conflictos ya no tienen lugar entre naciones. Los conflictos internos virulentos son hoy
la norma, el código tradicional de la guerra militar ha perdido todo su sentido y la
mutilación y la matanza de personas civiles se han convertido en la estrategia
privilegiada. En esas situaciones, las minas terrestres antipersonal han pasado a ser el arma
por excelencia y, ocultas en la superficie del suelo, siguen causando víctimas muchos
años después de finalizados los conflictos.
¿Qué pueden hacer las iglesias frente a esta evolución de las estrategias
bélicas? Evidentemente es necesario que las iglesias se pronuncien respecto a las
cuestiones que son contrarias a la ética humana. ¿Puede la comunidad cristiana
mundial contribuir a que cese la producción y el empleo de esas armas? ¿Puede la
comunidad cristiana mundial ayudar a la curación de los cuerpos y contribuir a la
reconciliación de los pueblos y de las naciones?
El profeta Isaías nos ofrece una imagen que podría inspirar a las iglesias
(Isaías 2:1-4). Isaías describe el templo del Señor situado en el monte
más alto. Es un santuario, un lugar de refugio, de cura, de enseñanza. Mucha
gente y todas las naciones "vendrán a este monte sagrado", alejándose así
de la guerra:
Pero ¿qué hacer cuando los soldados regresan a su hogar y la guerra
continúa? ¿Cómo convertir las espadas en arados cuando los campesinos
no pueden acceder a los campos porque en su feraz suelo la guerra continúa?
¿Cómo convertir las minas terrestres antipersonal, la espada del siglo XXI, en
instrumentos de paz?
Eso es precisamente lo que se está intentando en Camboya. En su libro War of the
Mines (La guerra de las minas), Paul Davies
describe la escena siguiente:
Pero también venden parte de las reservas a dos acerías de Battambang.
Allí, los desechos, entre ellos los POMZ-2, son fundidos y transformados en piezas
para aperos agrícolas, como por ejemplo cuchillas metálicas para los
tradicionales arados de madera tirados por bueyes, que se utilizan para la labranza de las
fértiles tierras de la región (pág. 519).
La segunda y, en definitiva, única forma que tienen las iglesias de ayudar a la
transformación de ese material de guerra en instrumentos de paz útiles para la
agricultura y a la comunidad es denunciar pública y abiertamente su existencia como
algo moralmente contrario a la conciencia de la humanidad y al designio misericordioso y la
acción creadora de Dios.
Las iglesias pueden -y deben- condenar y estigmatizar estas armas en los lugares
públicos. Esto puede hacerse en consulta con los gobiernos, en la prensa y en grupos de
discusión. Las iglesias deben asociarse con otros grupos y personas de buena voluntad
a fin de poner término a la producción y al empleo de esas armas. Deben orar
fervientemente tanto por las víctimas como por los responsables. Deben esforzarse por
ser agentes de paz y de reconciliación.
Este folleto contiene información que las iglesias pueden utilizar para denunciar el
empleo de las minas terrestres antipersonal. Las iglesias pueden desempeñar un papel
primordial para encontrar la manera de convertir estas espadas en instrumentos de paz y de
desarrollo.
Cada 22 minutos una persona muere o es mutilada en algún lugar del
mundo a causa de una mina terrestre.
Más allá del tratado
La pregunta que se hace con más frecuencia a la
ICBL y a las iglesias que colaboran en la campaña es: "Ahora que se ha firmado el
tratado, ¿qué va a pasar? ¿Han concluido ustedes con esto su labor?"
UNA CRISIS HUMANITARIA
El problema de las minas terrestres antipersonal es de
índole fundamentalmente humanitaria. Son armas de guerra que matan en tiempo de
paz. Concebidas para los soldados, matan y hieren a mujeres y niños. Hoy han sido
prohibidas por el derecho internacional debido a sus efectos indiscriminados.Hay millones de minas diseminadas en más de 70 países de
África, Asia, Europa, Oriente Medio y América. Los países más
gravemente afectados son Afganistán, Angola, Bosnia- Herzegovina, Camboya,
Croacia, Eritrea, Irak (Kurdistán), Mozambique, Somalia, Sudán, y Vietnam.
En el transcurso de 1991, varias organizaciones no
gubernamentales y muchos particulares comenzaron simultáneamente a examinar la
necesidad de coordinar las iniciativas y los llamamientos en favor de la prohibición de
las minas terrestres antipersonal. Handicap International, Human Rights Watch, Medico
International, Mines Advisory Group, Physicians for Human Rights y Vietnam Veterans of
America Foundation se asociaron en octubre de 1992 para instituir la Campaña
Internacional de Erradicación de las Minas (ICBL).
Juntos hemos comenzado a trazar el camino por el que la comunidad
internacional avanzará de manera coordinada y coherente a fin de promover y garantizar
la pronta y efectiva entrada en vigor y la aplicación de la nueva Convención (...)
Quisiera también que recordáramos que esto no es más que el comienzo.
Este compromiso de asociación y colaboración nos permitirá alcanzar
nuestra meta: vivir en un mundo donde no haya miedo ni sufrimiento a causa de las minas
antipersonal.
Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá
Discurso de clausura en Ottawa, 4 de diciembre de 1997¿CUÁL ES NUESTRA ESTRATEGIA?
Aunque la negociación del tratado de Ottawa es
un hito histórico en la batalla contra la plaga de las minas terrestres, queda aún
muchísimo por hacer para eliminar totalmente la amenaza de estas armas y las
escalofriantes consecuencias humanitarias que acarrean.
Observar las medidas tomadas en los 126 países que firmaron el
tratado de Ottawa.Acción:
examinar la lista de signatarios de la Convención (véase Anexo II) para ver si su gobierno ha firmado el
tratado.
ALGUNAS DIRECCIONES
ELECTRÓNICAS ÚTILES
http://www.Handicap-International.org
http://www.hrw.org
http://www.ICRC.org
http://www.icbl.org
http://www.mennonitecc.ca
http://www.dsk.de/mgm
Safe Lane (Ministerio canadiense de relaciones exteriores) (francés/inglés):
http://www.mines.gc.caEstrategia 2
Ejercer presión ante los gobiernos para la pronta ratificación y
la aplicación de las disposiciones del tratado.Acción:
Si su gobierno ha firmado la Convención:
Promover la universalidad del tratadoAcción:
Estrategia 4
Si su país no ha firmado ni ratificado la Convención:
Promover un apoyo más firme de las autoridades gubernamentales a
los programas de remoción de minas y de asistencia a las víctimas de las
minas.
CÓMO PROMOVER LA
RATIFICACIÓN DEL TRATADO
Las iglesias pueden organizar actos simbólicos de firma del tratado y
presentar las firmas recogidas al respectivo gobierno como muestra del compromiso de los
ciudadanos para con la prohibición universal de las minas terrestres:
tras lograrse las 40 ratificaciones iniciales?
SI QUEDAN ESPADAS EN LA TIERRAEllos convertirán sus espadas en arados y sus
lanzas en hoces.
Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro
ni a recibir instrucción para la guerra" (Isaías 2:4).
Uno de los deberes que incumben a la iglesia es encontrar formas de alejar
a las naciones de la guerra, de acercarlas al "apacible milagro de la vida cotidiana" en tiempo
de paz ; de que conviertan sus armas en instrumentos de paz; de que hagan de los campos de
batalla fértiles tierras para que la gente pueda alimentarse.Hacia el final de mi estadía en Battambang
presencié una de las escenas más fuertes y esperanzadoras para el futuro ...
Comerciantes provistos de viejas bicicletas y enormes canastos de bambú, recorren
zonas como Rattanak Mondui para comprar chatarra de guerra a los lugareños que
roturan sus tierras. Son muy apreciados, en particular, los fragmentos de envolturas
metálicas de las minas soviéticas POMZ-2. De regreso a Battambang, esta
chatarra es vendida a los chatarreros que aprovisionan los hornos de fundición de
Phnom Penh.
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Todos:
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Hoy oramos
especialmente por un mundo de paz, un mundo libre donde se pueda bailar y celebrar, un
mundo sin minas. Oremos por las familias que han perdido a uno de sus seres queridos a causa de las minas. Reconfórtalos. Oremos por los niños, las mujeres y los hombres que luchan por forjarse una nueva vida. Concédeles el coraje necesario. Oremos por que los fabricantes de minas terrestres cambien en su corazón. Que utilicen sus conocimientos técnicos en pro del desarrollo, no para la guerra. Oremos por los desminadores. Ayúdalos a realizar su santa tarea con seguridad y perseverancia. Oremos por los países gravemente afectados por las minas terrestres. Que sus cosechas de arroz y maíz sean abundantes, y no sean destruidas por las minas terrestres. Oremos por los jefes de estado. Que prohˇban el empleo de las minas y proporcionen fondos para el desminado y la asistencia a las vˇctimas. Dios de amor: gracias por tu infinita bondad. Perdona nuestras faltas y ayúdanos a hacer el bien, no el mal. |
Un hombre solitario iba y venía despacio por entre las hileras de hortalizas. De tanto en tanto, se detenía para volver una hoja o examinar más de cerca el crecimiento de los cultivos. Se movía lentamente, quizás por el calor del día, pero sobre todo porque tenía una sola pierna y para desplazarse se apoyaba en una enclenque muleta de madera. La otra pierna se la habían amputado a nivel de la cadera y puesto que su huerta se encuentra a lo largo de la Route 10 en el noroeste de Camboya, era de suponer que la había perdido en una explosión de mina terrestre. Lo que no fue difícil de confirmar posteriormente debido a las cintas rojas y blancas que rodeaban su casa, las impecables hileras de hortalizas en su huerta, el sendero que conducía a la bomba de agua y el acceso al camino. Unos sencillos carteles con el mensaje "Cuidado minas", puestos en cada cerca, en cada árbol y en cada palo pequeño alrededor de toda la casa. |
No pude ir a conocerlos. Nuestro grupo no estaba autorizado a salirse del camino. Toda esta zona es extremadamente peligrosa, nos dijeron. Uno de nosotros se apartó del camino un par de pasos en busca de más sombra, pero de un tirón lo pusieron nuevamente en la vía. "No te das cuenta de que hay minas sembradas por todas partes; no te arriesgues inútilmente". Buen consejo para los miembros de un grupo que podrían denominarse turistas de guerra, cuyo viaje tenía por objetivo evaluar los daños tras tantos años de lucha a causa de una controvertida superficie de terreno. Nos quedamos mirando a la familia en silencio -fue algo así como contemplar los animales de un zoológico. Animales que no tienen salida, cautivos que no pueden caminar por la tierra libremente y con confianza.
Nos dijeron que no tomáramos ningún riesgo, pero ellos, ¿acaso tenían alguna alternativa? Han tenido que huir conflicto tras conflicto, dejando a los ejércitos bombardear los campos, conducir tanques a través de los cursos de agua y, por último, diseminar minas hasta el último trozo penetrable de tierra. Esta familia no estaba a salvo en ninguna parte -el mero hecho de salir de su casa era ya un peligro. Mientras avanzábamos por la Route 10, vimos que no sólo había campos, sino ríos, puentes, escuelas, templos, caminos secundarios -lugares destinados a la enseñanza, a la agricultura, a la pesca, al culto.
Pero, ¿por qué permanecen allí? ¿Adónde más pueden ir? ¿Quién podría acogerlos? ¿Quién les proporcionará alimento, cultivará arroz para ellos, les ofrecerá alojamiento, mucho después de haber cesado el conflicto? En un país abrumado por la pobreza, ¿quién daría trabajo a un campesino rengo o con qué recursos podría mudarse él con su familia a tierras más seguras? ¿Quién estaría dispuesto a compartir su pequeña parcela de tierra para acomodar a esta sola familia ... o a los cientos de otras familias que viven en esas condiciones? ¿Cuánto tiempo transcurrirá hasta que un equipo de desminado llegue a la zona para liberarlos de estos silenciosos asesinos?
Como participante en la campaña contra las minas he escrito para diversos foros - "Support Victim Assistance", "Give Money for De-mining", "Stop the Use of Landmines". Durante tanto tiempo han sido palabras en un trozo de papel, a muchos kilómetros de distancia de las personas afectadas por la situación. Pero hoy me doy cuenta de que quienes están lejos de la tragedia pueden aportar muchísimo, pueden persuadir a los gobiernos a que actúen, pueden dar un poco de dinero a las organizaciones de desminado, pueden aportar esperanza a las familias y los campesinos como los que residen a lo largo de la Route 10.
En Camboya hay entre 4 y 6 millones de minas diseminadas. Según se calcula, harán falta 25 años para retirarlas todas. Cada año centenares de campesinos, soldados, mujeres, niños y animales son víctimas de estas indiscriminadas y mortíferas armas. ¿Cuánto tiempo toleraremos que familias como éstas vivan en constante miedo, prisioneros de su propio hogar, arriesgándose diariamente para sobrevivir? ¿O es que todos nosotros, en el oeste, en el este, en el norte y en el sur, sufrimos del síndrome ojos que no ven, corazón que no siente??
Emma Leslie
del Programa Experimental en la Misión
trabaja en Camboya con el
Centro Ecuménico de Camboya
Señor, ¿cómo puedo servirte si no tengo brazos?
¿Cómo puedo caminar por tu senda si no tengo pies?
Estaba recogiendo leña cuando perdí los brazos.
Había llevado las cabras al abrevadero cuando perdí los pies.
Por más que lo intento no logro comprender por qué
hay minas terrestres en las tierras de pastoreo o por qué
hay un alambre a través del polvoriento camino que va al mercado.Tengo el corazón apesadumbrado. Quisiera compartir
tu dolor pero no puedo. Es demasiado profundo para mí.
Me miras pero no puedo soportar tu mirada. La fábrica de armas
da trabajo a mi hijo y los impuestos que pago
sirven para desarrollar bombas "inteligentes". No protesté
cuando los soldados sembraron el miedo en la tierra
abrumando a los ancianos y a las madres inquietas
e infundiendo odio a los jóvenes.Señor, somos todos cómplices del crimen de guerra
que representa la sed por el poder a toda costa. El precio es
demasiado caro para la humanidad.
Señor, devuélvenos nuestra humanidad, nuestra ubuntu...
Enséñanos a servirte sin armas. Amén.
Arzobispo Desmond M. Tutu