Consejo Mundial de Iglesias
Oficina de Comunicación - Prensa e información
150, route de Ferney Apartado 2100 1211 Ginebra 2
Suiza |
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Conversación con mujeres refugiadas |
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Mary, junto con 45 mujeres refugiadas más, fue a Ginebra a invitación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con ocasión del Día Mundial de los Refugiados que se celebró el 20 de junio. Era la primera vez que se reunían refugiadas de todas las partes del mundo, procedentes de campamentos, de zonas urbanas o que habían tenido que desplazarse dentro del propio país, para intercambiar experiencias y concertarse acerca de las medidas que debería tomar el ACNUR. El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) fue una de las tres organizacio nes no gubernamentales (junto con la Women's Commission on Refugee Women and Children (Comisión de Mujeres para las Mujeres y los Niños/Niñas Refugiados, y la Asociación Cristiana Femenina Mundial (ACF-mundial)) invitadas a participar en esa reunión. Las mujeres refugiadas son fuertes y apasionadas. Aprovechan la oportunidad para contar lo que está pasando realmente en los campamentos de refugiados en todo el mundo. A diferencia de otras reuniones en las que participan, a veces, los refugiados, la mayoría de estas mujeres nunca había salido de su país... salvo para huir atravesando la frontera. En la reunión se disponía de interpretación oficial en cuatro idiomas y de interpretación informal en otros idiomas para que las mujeres pudieran hablar entre ellas. Fue una reunión pujante e intensa. Afganas, chechenas, burundianas, colombianas y muchas otras mujeres hablaron de su propia vida. Y muchas, como Mary, hablaron de su sufrimiento y de su dolor. "Perdí todo lo que tenía cuando me vi obligada a abandonar mi país: mi marido, nuestro negocio, nuestra casa, ¡todo!", se lamenta Mary. " El 9 de septiembre, el presidente de Guinea ordenó que se expulsara a los refugiados del país, y entonces comenzaron los ataques. Se hacían redadas de los refugiados que estaban en las ciudades para golpearlos y matarlos. Había quienes atacaban los campamentos de refugiados. ¡Estábamos aterrorizados! "Hace pocos meses, el ACNUR nos llevó a otro campamento que acababa de instalar más lejos de la frontera. La mayoría de los refugiados tenía que vivir en barracas con otras familias. Yo quería mantener a mi familia junto a mí. Cuando los niños están con muchas otras personas suelen aprender lo que no deben. Generalmente son los hombres los que construyen las chozas, pero, en este caso, mis hijos/hijas y yo trabajamos muy duro para fabricar ladrillos y construir una minúscula choza. Es realmente muy pequeña y sólo tenemos una estera. El piso sucio no es higiénico y uno se enferma. Sólo teníamos una manta, por lo que mis hijos/hijas utilizaban uno de mis vestidos para cubrirse por la noche. Ignoro el paradero de dos de mis hijos: un varón de 21 años de edad y una niña de 16 años. No sé donde están; quizás en otro campamento en Sierra leona. ¡Es tan triste! No puedo dormir pensando en ellos... Nuestro mayor problema actualmente es la comida. Nos dan 13,5 kilos de trigo bulgur, que se prevé tiene que durar 45 días, pero, a veces, sólo llega otra remesa al cabo de 55 o 60 días. Todo el mundo tiene hambre. Y uno tiene que ser fuerte para conseguir la comida. Si no somos fuertes, los hombres y los niños nos la sacan. En el otro campamento cultivábamos verduras, pero va llevar mucho tiempo hasta que podamos cultivar algo en este nuevo campamento. ¡Qué bueno sería si tuviéramos arroz! Las mujeres recurren a la prostitución cuando no pueden alimentar a sus hijos, y cuando sus maridos se enteran, les pegan. Sería mejor que se entregaran las tarjetas de racionamiento a las mujeres. Generalmente se las dan a los hombres como jefes de familia. Pero a veces ellos las truecan por cigarrillos o alcohol. Y la situación de la familia empeora," explica Mary. Las otras mujeres cuentan experiencias similares de muerte, persecución, huida, familias separadas, y pérdida de oportunidades. Pero hay también historias de esperanza. "En Afganistán", explica una mujer refugiada, "ya no hay ningún centro de enseñanza que acepte a mujeres para que puedan estudiar de maestras, doctoras o enfermeras. Y como a las mujeres afganas no se les permite ir a ver a doctores hombres ni tener maestros hombres, de aquí a pocos años, las mujeres y las niñas no tendrán acceso a la educación ni a los servicios de salud. Pero en los campamentos de refugiados estamos dando formación a las mujeres refugiadas. Estas mujeres son la esperanza de Afganistán. Somos el futuro de nuestro país.
Labor de vanguardia Hace15 años nadie hacía caso a la cuestión de las mujeres refugiadas. El personal dirigente del ACNUR y los gobiernos nos miraban como si estuviéramos locos porque decíamos que era necesario reconocer las necesidades y los recursos especiales que tienen las mujeres refugiadas. ¡Han ocurrido tantas cosas desde entonces! Por ejemplo, muchos gobiernos aceptan que las mujeres solicitantes de asilo hablen con funcionarias mujeres para poder contar sus experiencias de agresión sexual. Hay muchos programas que se ocupan de proyectos para producir ingresos cuyos destinatarios son mujeres y los problemas de discriminación de la mujer son prioritarios para muchas organizaciones. Sin embargo, mientras las mujeres continúen siendo violadas cuando van a buscar leña para el fuego y las familias pasen hambre porque los hombres compran cigarrillos con las tarjetas de racionamiento, aún queda mucho por hacer. Los testimonios que se escucharon en la reunión de junio de 2001 en Ginebra confirman que aún tenemos mucho camino por recorrer. Las mujeres continúan siendo víctimas de violencia física cuando huyen de sus países, así como en los campamentos y en sus familias. "A veces nuestros hombres no tienen nada para hacer en los campamentos", dijo una mujer burundiana. "Antes apoyaban a sus familias, las protegían, pero ahora se sienten inútiles. La violencia doméstica suele ser una consecuencia del cambio de los papeles de los hombres y las mujeres". Otra mujer explica que en el campamento de Dadaab, en Kenya, las mujeres tienen que caminar largas horas en busca de leña para el fuego y, a menudo, son agredidas sexualmente o violadas en el camino. Y añade: "si tuviéramos dinero podríamos comprar leña para el fuego. Podríamos emprender pequeños negocios para ganar dinero: pero no tenemos nada - ningún capital- ni para comenzar". En una entrevista con el Alto Comisionado para los Refugiados, Ruud Lubbers, una mujer refugiada etíope de 17 años de edad habló en nombre de muchas otras cuando le dijo que una de las necesidades más urgentes de los refugiados es la de educación. "Nuestros niños y niñas necesitan ir a la escuela", alegó. "La respuesta que esperamos de usted es muy sencilla: queremos que nos diga que sí, que van a organizar cursos de enseñanza para los refugiados". Como respuesta el Alto Comisionado tomó el micrófono y dijo simplemente: "Sí, lo haré. Sí. "
Recortes en el presupuesto "Han cortado nuestras raciones de alimentos", suspira un refugiada de Tanzania. " Lo mismo ha ocurrido con las nuestras", dice una mujer afgana que está en Pakistán. "Y las nuestras"... "Nuestras raciones también han sido cortadas". Los efectos de las reducciones del presupuesto del ACNUR son patentes en lo que cuentan las mujeres refugiadas de todos los rincones del planeta. Cuando se reducen las raciones de alimentos, la gente pasa hambre. Cuando los hijos/hijas no tienen qué comer, sus madres optan por la prostituci ón. La relación es clara, directa. Como no tienen dinero para comprar leña, las mujeres tienen que caminar para ir a buscarla. Y con mucha frecuencia son agredidas sexualmente o violadas en el trayecto que tienen que hacer. "Antes teníamos jabón", dice una mujer, "pero ahora ya no se distribuye". "Teníamos la esperanza de tener escuelas", dice otra, "pero el ACNUR ya no tiene dinero para pagar a los maestros". Y las historias no acaban ... En los corredores del ACNUR, se habla de cuáles serán los programas más afectados por las reducciones del presupuesto, de la forma en que la oficina X está luchando para que sean menores las reducciones que les correspondan. "Al comienzo querían cortar el presupuesto de mi oficina en el 40 por ciento" dice un funcionario con una sonrisa, "pero conseguí que fuera del 18 por ciento". Se dice que el ACNUR está ofreciendo generosas compensaciones a los empleados de más de 53 años de edad que se jubilen, a fin de reducir los costos en personal. Es triste cuando una persona que ha trabajado en el ACNUR toda su vida se ve obligada a jubilarse a los 53 años. Pero es aún mucho más triste que las madres refugiadas tengan que ver a sus hijos pasar hambre. "Mi hijo tiene diez años y no conoce otra cosa que la guerra", se lamenta una madre angoleña. "¿Qué clase de infancia es esa cuando todo lo que aprende un niño es a hacer la guerra y a huir?" Paradójicam ente, la mujer sonríe y continúa: "De hecho, tengo 35 años y he vivido toda mi vida en situación de guerra. Soy de Ovambo, pero fui a Luanda, con muchas otras personas desplazadas, debido a la guerra. ¡Vivimos hacinados! Somos cinco en una única pieza, porque tengo a mi cuidado a mis sobrinos y mis sobrinas, como hacen todos aquí en el país. Mi madre murió de trombosis la semana pasada. Se murió porque no hay medicamentos." ¡Cuantas historias de desamparo, de sufrimiento, de dolor! Parece increíble que se haya recortado el presupuesto del ACNUR a causa de que los países ricos no quieren pagar, porque están hartos de dar dinero para socorrer a las víctimas de guerras interminables. Sin embargo, no pueden estar más cansados de la guerra y del sufrimiento que las mujeres que están aquí. Elizabeth Ferris es encargada de programa en el Equipo de Relaciones Internacionales del CMI.
El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es una comunidad de 342 iglesias, procedentes de más de 100 países de todos los continentes y de la mayor parte de las tradiciones cristianas. La Iglesia Católica Romana no es una iglesia miembro pero mantiene relaciones de cooperación con el CMI. El órgano rector supremo es la Asamblea, que se reúne aproximadamente cada siete años. El CMI se constituyó oficialmente en 1948 en Amsterdam (Países Bajos). Al frente del personal del CMI está su Secretario General, Konrad Raiser, de la Iglesia Evangélica de Alemania.
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