Consejo Mundial de Iglesias
Oficina de Comunicación - Prensa e información
150, route de Ferney Apartado 2100 1211 Ginebra 2
Suiza |
||||
La población de Sri Lanka quiere paz |
||||
Las dos organizaciones han instado a las partes a buscar una solución negociada. Y han señalado a la atención de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas las violaciones perpetradas por las fuerzas de seguridad de Sri Lanka y los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE). En respuesta a los llamamientos del CMI, las iglesias miembros y sus organismos de cooperación han aportado ayuda humanitaria de urgencia a las personas desplazadas y a los refugiados de Sri Lanka en el Tamil Nadu (India). Más recientemente, el CMI ha ayudado a organizar visitas de intercambio entre representantes del Consejo Nacional Cristiano de Sri Lanka y el Consejo Cristiano de Noruega para movilizar apoyo en este país y en el extranjero en favor de una iniciativa noruega por la paz en Sri Lanka. El CNI de Sri Lanka y las iglesias del país han hecho todo lo posible por entablar relaciones con el clero budista a fin de fomentar la paz y la reconciliación. Los representantes de dicho Consejo han estado en contacto con funcionarios del gobierno y, en varias ocasiones, han visitado Jaffna para reunirse con representantes de los LTTE en un intento por encontrar una solución amistosa al conflicto étnico. Bernt Jonsson, jefe de redacción de la revista ecuménica sueca Sändaren, acompañó al secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Dr. Konrad Raiser, en su reciente visita a Sri Lanka y escribió la siguiente crónica sobre el conflicto civil que desgarra el país desde hace 18 años. "Es necesario encontrar una solución política y ambas partes tienen que ceder. Oramos por la paz y esperamos que llegue a ser realidad. Y no cabe duda que el ejército sería el primero en aceptar". El coronel Samaraweera Mahesh está hablando de la guerra civil en Sri Lanka. Destacado en el campamento militar de Vavuniya, que limita con la parte más meridional de la zona controlada por los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE), reconoce que la carretera y la vía férrea que unen el campamento con la lejana costa son muy vulnerables tras los sorprendentes triunfos que logró la guerrilla en 1999. Aunque el terreno está plagado de minas -una seria amenaza para los civiles si desean cruzar la frontera por su cuenta- los Tigres están solo a un kilómetro de distancia y podrían cortar el paso tanto por la carretera como por la vía férrea. "A pesar del alto el fuego de los LTTE, la semana pasada perdí a uno de mis hombres. Sin embargo, en general, cumplen con su promesa y nosotros también permanecemos tranquilos. Pero, en este momento, se están entrenando para nuevos combates y nosotros también", dice el coronel, que espera que los esfuerzos que despliegan actualmente los noruegos para que se inicien negociaciones de paz den buenos resultados. Sin embargo, las negociaciones anteriores entre el gobierno y la guerrilla hasta ahora han fracasado. Las afirmaciones del coronel Mahesh son desmentidas por otros que hablan de bombardeos de zonas controladas por los Tigres, a pesar del alto el fuego unilateral que ha durado más de tres meses. Y aún no se percibe el mencionado mejoramiento de las condiciones de vida de la población civil de ambos lados: por ahora, son más bien palabras que realidad. Aunque con poca intensidad, prosigue el conflicto armado.
Brutalidad y desconfianza Hoy, tras 18 años de conflicto armado entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil, la situación de Sri Lanka es muy diferente. La historia contemporánea del país se ha caracterizado por la brutalidad y una profunda desconfianza entre los diferentes grupos étnicos. Unas 80.000 personas han sido asesinadas (entre ellas dos presidentes y algunos políticos importantes), varios cientos de miles fueron heridas, aproximadamente un millón han sido desplazadas dentro del país y varios cientos de miles se han refugiado en el extranjero. Los cingaleses, que representan el 70% de la población de casi 20 millones de habitantes, son principalmente budistas mientras que los tamiles, que constituyen el 15%, son en su mayor parte hindúes. Los musulmanes (7 a 8%) son considerados como el tercer grupo étnico con una identidad propia y los cristianos (7 a 8% también) se encuentran tanto entre los cingaleses como entre los tamiles. A pesar de la transición pacífica a la independencia, ya en 1948 se privó a casi un millón de tamiles de Ceilán de su nacionalidad y de sus derechos cívicos. Los británicos los habían llevado al país de la India en el siglo XIX para trabajar en las plantaciones de té, café y caucho. En 1956, ante las presiones de la sangha budista, se promulgó una ley por la que se declaró el cingalés (sinhala) como idioma oficial de la isla y el budismo como su religión oficial. Esta ley con el tiempo desencadenó la espiral de violencia y los esfuerzos posteriores para reparar el daño fracasaron debido a las luchas de poder internas que dividen a los cingaleses. En 1972, el país cambió su denominación oficial por Sri Lanka. Hoy, en Sri Lanka se dedica el 20% de su presupuesto a gastos militares, los índices medios de ingresos están entre los más bajos de Asia y la población está cansada de una guerra sin fin. Aparte de unos pocos que están sacando provecho del conflicto, todos desean la paz. . . pero con frecuencia cada cual fija las condiciones.
Las negociaciones de paz Eric Solheim, diplomático noruego, piensa que los Tigres Tamiles son fuertes. "En 1999, bloquearon a 40.000 soldados en Jaffna, pero Israel y Pakistán suministraron nuevas armas al ejército y los Tigres tuvieron que detener su ofensiva. Ahora han vuelto a tomar muchas aldeas y, en noviembre de 2000, se apoderaron del estratégico Paso del Elefante, situado en la península de Jaffna. Ninguna de las dos partes puede ganar por las armas, de ahí que la comunidad internacional esté tratando de llevarlas a la mesa de negociaciones." Solheim ha estado yendo y viniendo entre los dos bandos para encaminar las negociaciones de paz. Los extremistas budistas han hecho manifestaciones frente a la embajada de Noruega en Colombo, pero, al mismo tiempo, el proceso suscita enormes esperanzas, y algo de escepticismo. Una comisión de paz y buena voluntad creada en Jaffna y compuesta de cristianos, hindúes y personalidades civiles opina que las cosas van demasiado despacio. A falta de una estructura política, la comisión transmite las necesidades de la población a los militares. Las ruinas en el centro de la ciudad no son el único problema. Otro lo constituyen los campos infestados de minas, especialmente tentadores y peligrosos para los niños. Sin embargo, los habitantes no se desaniman y están decididos a continuar con sus ocupaciones diarias. Solheim ayudó a convencer a los Tigres de que declararan el alto el fuego unilateral como una medida destinada a crear confianza y a preparar el camino para las negociaciones. Ha sido prorrogado tres veces por un mes. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos de Colombo acusan al gobierno de demorar el levantamiento de las sanciones que perjudican a la población de las zonas en poder de los LTTE; y son, a su vez, acusadas de apoyar la guerrilla. Las restricciones rigen para las actividades económicas como la pesca en el mar y para la distribución de medicamentos y alimentos.
La población desplazada dentro del país Estamos en una especie de enorme galpón con dos puertas pequeñas y sin ventanas. El galpón está casi totalmente a oscuras y sólo se enciende la luz un par de horas al comienzo de la tarde. A cada lado de un pasillo central de dos metros, unas 30 familias ocupan cada una un espacio de 3 x 3 m separado uno de otro por "tabiques" de tela gruesa y el techo de chapa ondulada está a unos 10 a 15 m de altura. Además del galpón hay otros refugios familiares, más precarios aún. La historia de Bastiyapillar es típica. Después de siete años de guerra, ella con su marido y sus dos hijos tuvieron que abandonar su aldea natal y su granja y trasladarse a Jaffna. Cuatro años más tarde tuvieron que irse de Jaffna, se desplazaron al cabo de dos años y, finalmente, hace cuatro años, llegaron a Vavuniya. "Queremos volver a nuestra aldea natal aunque tengamos que empezar de cero. Pero no nos atrevemos a regresar mientras no haya paz. Si lo hacemos, nuestro hijo de 18 años será reclutado como soldado en la guerrilla de los LTTE o en el ejército del gobierno. No queremos combatir, no queremos que él tome las armas." El marido de Bastiyapillar trabaja de molinero a fin de aumentar las escasas raciones de alimentos que los desplazados reciben del gobierno. Conseguir un empleo, aunque solo sea por una temporada, es un privilegio. "El arroz que recibimos del gobierno es malo y han reducido la ración de 12 a 9 kilos", se queja el grupo de mujeres. "Y por favor escriba también que no tenemos suficiente agua. ¡Nunca nos podemos bañar!" Esto constituye un riesgo para la salud en ese clima caluroso y húmedo y cunden las enfermedades. En otro campamento, oímos hablar de jóvenes viudas de guerra que se prostituyen para poder dar de comer a sus hijos y de mujeres soldados que en el ejército y en la guerrilla son víctimas de violaciones y otros vejámenes sexuales. Ghassem Fardanesh, el representante del ACNUR en Vavuniya, nos muestra un campo de reasentamiento bien concebido con espacios privados y comunes, agua, letrinas, una escuela y parcelas para cultivar pequeños huertos. "Nosotros nos encargamos de la planificación elemental y proporcionamos algunos recursos básicos. Después las personas desplazadas se ocupan del resto", dice con orgullo. Ahora hay 200 familias en ese campamento, casi una aldea. Vemos mujeres y niños en los dos pozos. No se ven hombres; algunos quizás encontraron trabajo en Vavuniya. En el frente de las casas hay flores y en el fondo pequeños huertos. Reina una atmósfera de paz en esta aldea temporal a solo un kilómetro de la zona controlada por la guerrilla, pero que parece tan alejada del hacinamiento y la miseria de los otros campamentos de refugiados.
La paz es indispensable A pesar de todo esto, está naciendo ahora poco a poco una esperanza de cambio, una conciencia creciente de que se necesita una solución pacífica, dice el obispo católico de Kandy, Dr. V. Fernando. "Los sufrimientos de la población del Norte y los efectos devastadores de la guerra en la economía del Sur hacen que la gente comprenda que la paz es una necesidad imperiosa. Hay todavía focos de resistencia entre los cingaleses budistas, que quieren preservar a cualquier precio la pureza del budismo. Pero la mayoría de la población espera un progreso. Sin embargo, el fin de la guerra no basta. Todos los ciudadanos deben gozar de los mismos derechos fundamentales. Y hay que modificar la constitución a fin de descentralizar todo lo que sea posible el poder de Colombo. En principio, el presidente va por buen camino", concluye.
El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es una comunidad de 342 iglesias, procedentes de más de 100 países de todos los continentes y de la mayor parte de las tradiciones cristianas. La Iglesia Católica Romana no es una iglesia miembro pero mantiene relaciones de cooperación con el CMI. El órgano rector supremo es la Asamblea, que se reúne aproximadamente cada siete años. El CMI se constituyó oficialmente en 1948 en Amsterdam (Países Bajos). Al frente del personal del CMI está su Secretario General, Konrad Raiser, de la Iglesia Evangélica de Alemania.
|