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16 de marzo de 2000

Más que caridad, lo que Mozambique necesita es justicia, dice el CMI


Apoyándose en su opinión de que "el cautiverio de la deuda es una forma moderna de esclavitud", el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) ha pedido a sus iglesias miembros de los países del G8 que instaran a los respectivos gobiernos a que perdonen las deudas bilaterales contraídas por Mozambique y aboguen ante los acreedores multilaterales, especialmente el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, por "la condonación inmediata, total e incondicional de la deuda de Mozambique". El CMI insiste en que la única solución aceptable es la total condonación y no simplemente la suspensión del pago de la deuda -- como fue el caso para Honduras después del huracán Mitch.

Ese llamamiento a los gobiernos es una reacción ante la situación causada por las inundaciones que asolaron vastas regiones de Mozambique en febrero y marzo de este año. Fue el tema de una carta enviada a las iglesias miembros el 13 de marzo de 2000, firmada por el secretario general interino del CMI, señor Georges Lemopoulos.

"Su iglesia, así como otras iglesias miembros", dice la carta, "acompañaron al pueblo de Mozambique durante sus penosas luchas por la independencia antes de 1975. Estuvimos con ellos durante los terribles dieciséis años de guerra civil que siguieron, y durante los años de sequía y hambre subsiguientes, que se cobraron un millón de vidas. Continuamos apoyando los valientes esfuerzos de las iglesias en favor de la paz y la reconciliación que dieron lugar al acuerdo de paz de 1992 entre el Gobierno y la RENAMO. Por lo tanto, sabemos muy bien de los enormes perjuicios sin sentido causados por la terrible guerra civil y de la inestabilidad económica que ha minado el país incluso antes de las inundaciones."

Desde los años 1970, la crisis de la deuda internacional ha sido una prioridad para el CMI. En varias ocasiones ha expresado su solidaridad con las víctimas de la deuda. Cabe señalar como ejemplo una declaración publicada en junio de 1999 por el secretario general del CMI, Dr. Konrad Raiser. La declaración se remitía a la Octava Asamblea del Consejo celebrada en Harare, en diciembre de 1998, y a su apoyo a los objetivos de las coaliciones para el jubileo 2000, e instaba a los gobiernos de los países del G8, que habrían de reunirse en Colonia (Alemania), a que reconocieran la urgente necesidad de:

  • condonar las deudas de los países más pobres y reducir considerablemente las de los países de ingresos medios;
  • aceptar que la condonación de la deuda no puede depender de que se hayan reunido las condiciones establecidas por los acreedores;
  • adoptar "un nuevo procedimiento de arbitraje, independiente y transparente, para negociar y ponerse de acuerdo sobre la condonación de la deuda internacional"; y
  • cuando se condone la deuda, aplicar medidas, determinadas y controladas por organizaciones comunitarias locales "para velar por que la condonación de la deuda conduzca a una distribución justa de las riquezas".
Estos son principios generales. Sin embargo, el llamamiento en favor de la condonación de la deuda de un país específico es algo nuevo. Dado que las inundaciones han debilitado aún más la economía sumamente frágil de Mozambique, " su dramática situación actual" justifica una acción de urgencia inmediata, dice el CMI.

Aunque Mozambique no sea el único país de África meridional afectado gravemente por las inundaciones y que se enfrenta con una deuda que lo socava, su situación se ve agravada por el hecho de que hay en su suelo cientos de miles de minas enterradas sin explotar, así como 75.000 soldados desmovilizados que deben ser reintegrados a la sociedad.

Por más increíble que parezca, el año pasado fue capaz, por primera vez, de producir suficiente comida para alimentar a su población. "Estos esfuerzos no pueden ser en vano", afirma el CMI. Para el Consejo, la situación excepcional de Mozambique requiere una forma de solidaridad que va más allá de la simple caridad y que ofrece justicia, haciendo que el "jubileo" sea una realidad.


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El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) es una comunidad de 337 iglesias, procedentes de más de 100 países de todos los continentes y de la mayor parte de las tradiciones cristianas. La Iglesia Católica Romana no es una iglesia miembro pero mantiene relaciones de cooperación con el CMI. El órgano rector supremo es la Asamblea, que se reúne aproximadamente cada siete años. El CMI se constituyó oficialmente en 1948 en Amsterdam (Países Bajos). Al frente del personal del CMI está su Secretario General, Konrad Raiser, de la Iglesia Evangélica de Alemania.