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9 de junio de 2000

Tras diez años de guerra - ¿un decenio para superar la violencia?
Visita ecuménica a El Salvador

Charles Harper


En este domingo 19 de marzo, el ambiente es de fiesta en la plaza de la Catedral de San Salvador. La gente se pasea mirando la exposición de fotografías de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el venerado arzobispo de la ciudad, asesinado el 24 de marzo de 1980.

Organizada por estudiantes de bellas artes, la exposición inicia una semana de conmemoración del martirio de "San Romero de América". A la exposición sucederán marchas, conferencias, conciertos y celebraciones litúrgicas como homenaje popular a este gran hombre y a su don profético a la nación.

En este marco también se evocará el doloroso recuerdo del conflicto civil armado y de la violenta represión que desgarraron El Salvador hace veinte años. En la acera, entre caballetes, en un cartel de cartón con una inscripción a mano, rodeado de instrumentos y símbolos de violencia -un revólver, un zapato de niño destrozado, una respuesta negativa a una solicitud de empleo, una camisa ensangrentada, una calabaza indígena rota- se lee: "Practicar y construir una cultura de no violencia: rechazar la violencia en todas sus formas - física, sexual, psicológica, económica, social".

Esta exposición sobre la violencia es sorprendente no sólo por su mensaje, sino también porque expresa una nueva realidad: casi diez años después de que se firmaran los Acuerdos de Paz entre el Gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la violencia continúa omnipresente en El Salvador...

Los años de guerra fueron terribles para la población, especialmente a partir de 1979. Se calcula que murieron 80.000 personas, entre combatientes y civiles. Y aproximadamente 600.000 fueron obligadas a dejar sus hogares y sus poblados. Un número igual de personas tuvo que emprender el camino del exilio. Las fuerzas aéreas y terrestres salvadoreñas, así como las unidades paramilitares aterrorizaron a la población, perpetrando horribles matanzas y bombardeos indiscriminados de casas y comunidades en zonas rurales. La tortura y las desapariciones forzosas eran una práctica corriente, así como los actos de sabotaje en las zonas urbanas y la colocación de minas en las carreteras.

Nadie ha olvidado el asesinato de los seis padres jesuitas, junto a su gobernanta y su hija, que, a primeras horas de la mañana del 16 de noviembre de 1989, fueron arrancados de su sueño en la Universidad Centroamericana y ejecutados a quemarropa por soldados bajo las órdenes del Coronel Alfredo Benavides. Durante toda esta semana de conmemoración, se recordaron con reconocimiento sus nombres y los nombres de otros mártires contemporáneos de El Salvador y de todo el mundo - Mauricio López, María Cristina Gómez, Emilio Zelaya, Marianella García Villa, Martin Luther King, Ita Ford y las hermanas de Maryknoll, Steve Biko, Dietrich Bonhoeffer.

Nueva Violencia
El pueblo salvadoreño se ve enfrentado actualmente con nuevas formas de violencia en la familia y en la sociedad. La lista es larga: recrudecimiento de la delincuencia, exacerbada por la drogadicción y el tráfico de drogas; desempleo y subempleo; floreciente comercio de armas pequeñas; desintegración de la familia; violencia en el hogar y abuso sexual, sobre todo contra las mujeres; aumento de los casos de violación; explotación de los niños; falta de protección para los jóvenes; deterioro de las normas sanitarias y del acceso a la atención médica; privatización y debilitamiento del sistema de educación; aumento del índice de analfabetismo; clara pérdida de los valores tradicionales y éticos; persistente impunidad de los torturadores identificados y de otros autores de crímenes de lesa humanidad durante la guerra civil; aumento del conservadurismo religioso que tiende a ignorar los problemas sociales; crecimiento urbano desordenado, que sólo busca el beneficio, y tiene como consecuencia la superpoblación; grave deterioro del medio ambiente; corrupción entre los funcionarios gubernamentales y descontento con la "clase política".

Esta "nueva violencia" tiene dos causas principales. Por un lado, es una terrible secuela de una guerra civil y una represión brutales. El sorprendente número de guardias privados -ex soldados o combatientes del FMLN en paro, contratados para proteger casas, negocios o fábricas- es una prueba de ello... así como de la escasez de empleos. Menos visibles pero igualmente numerosas son las familias en todas las partes de El Salvador que se debaten con la angustia provocada por la pérdida de seres queridos, de la vida y de la esperanza.

La otra causa importante es la lucha histórica de los campesinos salvadoreños por la tierra - un conflicto titánico, que comenzó en 1882, entre terratenientes e industriales y amplios sectores de la población rural y urbana. Este conflicto aún no se ha zanjado.

Los acuerdos de 1992 sobre la redistribución de la tierra, patrocinados por las Naciones Unidas, aún no se han aplicado. Y siguen prevaleciendo las desigualdades y la injusticia socioeconómicas. La pobreza está en aumento. El desempleo es cada vez mayor y muchos hombres emigran a México o a los Estados Unidos en busca de trabajo. En 1999, aportaron aproximadamente el 16 por ciento del PIB del país.

Los inesperados resultados de las recientes elecciones legislativas y municipales han alimentado las esperanzas de que un equilibrio de poder entre el partido en el gobierno ARENA y la oposición del FMLN permita garantizar -al fin- una cierta justicia socioeconómica para el pueblo salvadoreño.

Las iglesias hacen frente a la situación
El análisis por parte de los dirigentes de las iglesias salvadoreñas acerca de las tensiones políticas, económicas y sociales que siguieron a la guerra en el país pone en evidencia su determinación de trabajar con otros grupos de la sociedad salvadoreña para ayudar a encontrar una solución.

Algunos grupos pequeños de la iglesia y basados en la comunidad, como el Sínodo Luterano Salvadoreño con sus programas destinados a las comunidades de personas desplazadas y de refugiados que regresan al país, y la joven Federación Bautista de El Salvador (FEBES), entre otros, han comenzado a informar acerca del grave problema de la violencia en la sociedad salvadoreña para sensibilizar a la opinión. No cabe duda de que sus trabajos ayudan a comprender el problema y a movilizar a la gente para participar en campañas y reflexionar sobre la manera de vencer la violencia.

Fraterpraz, un proyecto de dos grupos ecuménicos comprometidos en la promoción social y la defensa de grupos perseguidos, marginados y vulnerables, patrocina talleres para comunidades rurales y parroquias locales sobre temas como la violencia en la familia, y los instrumentos jurídicos nacionales e internacionales de protección de las mujeres contra la violencia en el hogar, las mujeres y la salud mental, así como las bases bíblicas de la promoción de los derechos de las mujeres.

Alfalit, red ecuménica regional de alfabetización, ha comenzado un programa de reflexión y de formación de líderes en cuestiones de violencia en el contexto de la marginación, la delincuencia, la salud, el hábitat y el medio ambiente. En colaboración con el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), esta red se encarga de aplicar un método de alfabetización experimental y de organizar talleres para promover una cultura de noviolencia y paz en América Central.

Yik Ineme, centro ecuménico de formación para la solución de los conflictos en comunidades rurales y urbanas, se inspira en formas tradicionales indígenas de resolver los conflictos, así como en textos bíblicos acerca de la justicia y la solidaridad. Aborda diversos problemas, desde la necesidad de que las personas puedan expresar, determinar y superar las secuelas personales de la guerra y de la represión, hasta la mediación en un conflicto entre los habitantes de un poblado sobre el acceso al agua dulce. Se encarga también de la formación de asesores de paz, que se ocupan de determinar las causas de los conflictos y de mediar en su solución. Su metodología, basada en la confrontación honesta, la apertura emocional, la curación, el diálogo y la mediación en el marco de comunidades tradicionales, es muy innovadora. Yik Ineme colabora estrechamente con otras organizaciones no gubernamentales, así como con el defensor de los derechos humanos, vinculado con el Gobierno (el Procurador) especialmente en los casos en los que aparentemente hay conflicto entre el derecho y los valores culturales.

Los grupos que participan en estas iniciativas están muy interesados en el Decenio para Superar la Violencia (2001-2010), propuesto por las iglesias con ocasión de la Octava Asamblea del CMI. Desean dar a conocer sus conclusiones, acciones y aspiraciones durante los próximos meses, al establecer una relación entre su trabajo y el marco más amplio que representa el Decenio.

... En la plaza, un grupo de jóvenes se prepara a entrar en la Catedral para participar en una misa de la juventud con la que se iniciará la semana de homenaje a Monseñor Romero. Agitan ramas de palmera de diferentes colores creadas en Panchimalzo en el interior de El Salvador. Dos mujeres jóvenes -Raquel e Irma- me cuentan que, en la tradición indígena de su poblado, estas ramas de palmera forman parte de un antiguo ritual maya con el que se celebraba el comienzo de la estación de la siembra. Toda la comunidad ora para que haya una buena cosecha que les garantice su supervivencia y su bienestar.

Una semana más tarde, de pie junto con amigos en el atestado parking de la Universidad Centroamericana Jesuita (UCA) para asistir a un concierto al aire libre de música popular -último acto de conmemoración para celebrar la vida de Monseñor Romero- pienso en que la verdadera esperanza de El Salvador reconciliado y justo se encuentra en las prioridades de la nueva generación, de los jóvenes representados por Irma y Raquel, como sobrevivientes del crisol de dolor ancestral y nuevos herederos de sus dilatadas aspiraciones.


Charles Harper (Estados Unidos/Brasil) fue secretario de la Oficina de Derechos Humanos para América Latina (HRROLA) de 1974 a 1990. Estuvo encargado de la publicación del libro Impunidad: una perspectiva ética, basado en seis estudios de casos de América Latina, incluido El Salvador (Ediciones Trilce, Montevideo, 1996). Harper asistió al funeral de Monseñor Romero en 1980 como representante del CMI, pero no pudo leer el mensaje del Secretario General del CMI, debido a que el servicio fue interrumpido por explosiones y tiros que ocasionaron la muerte de 40 personas.

Los delegados de las iglesias en la Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias proclamaron un Decenio para Superar la Violencia: las iglesias en busca de reconciliación y paz (2001-2010), y reconocieron que la violencia es un hecho corriente en todas las respectivas situaciones. Decidieron trabajar juntos durante diez años en un esfuerzo concertado para superar la violencia y construir la paz, esperando poder aportar una contribución a las familias, a las comunidades locales, a las naciones y a todo el mundo.

Las fotografías sobre la visita a El Salvador están disponibles aquí o pueden solicitarse por teléfono al número: (+41.22) 791.62.95.

Para más información pónganse en contacto con: la Oficina de relaciones con los medios de información
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