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23 de marzo de 2000

QUIÉN DARÁ EL PRIMER PASO?
Un año después de la crisis de Kosovo: cristianos y musulmanes buscan
la forma de resolver el conflicto

Karin Achtelstetter


Al sol de la primavera precoz que brilla a través de las desnudas ramas de los árboles, bullen las colmenas. En un pequeño quiosco de madera se venden miel de la región y velas de cera de abejas hechas a mano. Apenas se escuchan ruidos en el silencioso patio del monasterio de Gracanica. Una escena idílica, si no fuera por la presencia de los soldados suecos de las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, K-FOR, en escuadra a la entrada del monasterio.

El 23 de marzo se cumple el primer aniversario de la campaña de la OTAN contra Yugoslavia. Aportaron los bombardeos paz para la región? Se perciben signos de reconciliación futura? En qué pueden ayudar las religiones? Tienen suficiente influencia en la sociedad para realmente poder hacer algo? Un grupo internacional de periodistas visitó, del 7 al 13 de marzo, la ex República Yugoslava de Macedonia, Kosovo y Montenegro para conocer de primera mano las actividades que despliegan las organizaciones humanitarias y las iglesias en esa región. La visita fue organizada y dirigida por el equipo de Información y Relaciones con los Medios de Información del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), en estrecha colaboración con la Secretaría para Europa del CMI.

"Durante la guerra, todos nos volvimos religiosos", me dijo un estudiante de medicina. "Primero nuestro Dios era la OTAN. Al cabo de cierto tiempo ya no sabíamos en quién creer. Y al final sólo podíamos refugiarnos a orar en las mezquitas y las iglesias."

Ese estudiante era un joven albanés de Kosovo que me seguía mientras subía las escaleras de la oficina del Padre Sava. En las paredes que bordeaban la escalera se alineaban fotografías de iglesias ortodoxas serbias destruidas o profanadas. Únicamente durante el período desde la llegada de las tropas internacionales de la K-FOR, en junio de 1999, habían sido destruidas más de 85 iglesias y monasterios ortodoxos.

También el padre Sava había tenido que irse de su monasterio en Decani para buscar refugio aquí en Gracanica. Los albaneses kosovares, indignados por las atrocidades cometidas por los serbios, habían amenazado con ahorcar o ejecutar con garrote a los dirigentes de las iglesias ortodoxas serbias. "No sé qué es lo que estaban pensando hacer conmigo", dijo Sava, riendo nerviosamente e interrumpiendo su análisis de la situación. Se había hecho conocer en todo el mundo, el año pasado, durante el conflicto, como el portavoz, franco y moderado, de la Iglesia Ortodoxa Serbia, utilizando Internet y la red WWW. A pesar de las amenazas, no mide sus palabras: "En el centro del problema están (el presidente serbio) Milosevic, de un lado, y los extremistas albaneses, del otro lado." A las provocaciones contra el Gobierno, Belgrado había respondido con la violencia, en el más puro estilo Milosevic. Pero, dice Sava, "El terrorismo no se resuelve con violencia".

La violencia genera violencia, y es el comienzo de una espiral sin fin. Qué hacer para romper esa cadena de violencia? El padre Sava no comparte la visión optimista del representante especial de las Naciones Unidas, Bernard Kouchener, quien, al asumir su puesto, habló de su sueño de ver dentro de poco a los niños serbios y albaneses jugando juntos nuevamente.

Antes de soñar con una comunidad pluriétnica, Sava espera que sea posible una coexistencia pacífica. "No podemos obligar a la gente vivir junta".

Para Sava "muchas personas siguen teniendo una mentalidad del siglo XIX". Esta es la razón por la que hace hincapié en la importancia de la historia. Albaneses y serbios de Kosovo tienen que escribir nuevamente su historia juntos. "No se debe manipular la historia por razones políticas". Sava da importancia a los pequeños logros: la coexistencia pacífica en lugar de una sociedad pluriétnica; estructuras democráticas para Kosovo, en lugar de una independencia unilateral. Reconoce, sin ambages que los albaneses no pueden vivir bajo el mando de Milosevic, pero, admite asimismo que los serbios nunca podrían aceptar un Kosovo independiente. "Toda nuestra herencia cultural está aquí", explica.

Es consciente que de entre las comunidades religiosas en Kosovo es prácticamente el único que opina así. Tanto su colega católico romano en Prizren, Don Shoni, como los representantes de la comunidad musulmana de Kosovo son partidarios de un Kosovo independiente. Shoni sueña incluso con una federación con otros países que formaban parte de Yugoslavia.

Mientras tomábamos una taza de café, Don Shoni habla de su visión para el futuro Kosovo: independencia, quizás una federación, democracia y apertura a Europa, y no sólo en el ámbito económico.

Y ¿qué decir acerca de la población serbia? "Ha llegado la hora de que los serbios nos pidan perdón por lo que nos hicieron durante el conflicto. Esperamos que el obispo (ortodoxo serbio) Artemije también lo haga." Es miércoles de cenizas, Don Shoni tiene que ir a misa; su congregación ya lo está esperando a la entrada de la iglesia. Está con prisa, pero aún se vuelve a nosotros y nos dice con palabras elocuentes: "Kosovo es como la Santa Trinidad, indivisible, y Mitrovica es su corazón. No tengo miedo de que se conozca lo que pienso."

A poca distancia de allí, el hermano Mirón está sentado en su sala pequeña y oscura en el antiguo seminario teológico de la Iglesia ortodoxa Serbia. El hermano Mirón tiene protección personal como las otras 45 personas - romaníes, serbios, albaneses- que han buscado refugio en el seminario. El edificio está custodiado las 24 horas del día por soldados de la K-FOR alemanes. Cuando los adultos van a hacer compras cuentan con protección personal, así como los niños que juegan en la calle. El hermano Mirón y sus protectores de la K-FOR se exponen todos los días al atravesar los pocos metros que los separan de la iglesia, temiendo una violenta reacción por parte de sus vecinos albaneses.

En nuestro camino de regreso a Pristina pasamos al lado de una tumba colectiva cubierta de flores. En Pristina, Qemaj Morina y Xhabir Hamiti, representantes de la comunidad islámica, Hacen un balance del costo del conflicto. Treinta imanes y algunos estudiantes de teología perdieron su vida, 210 mezquitas y libros coránicos fueron destruidos, y se calcula que 4.000 albaneses de Kosovo - mujeres y hombres- están en prisiones serbias, para no mencionar las innumerables víctimas que se cobró el conflicto. Las cifras varían pero Marina piensa que ha habido de 10.000 a 15.000 muertos del lado albanés, y de 5.000 a 7.000 personas desaparecidas.

"Que nunca más ocurra algo así", dice Hamiti.

Pero ¿cómo detener esta espiral del odio?

Hamiti concluye diciendo que "es necesario que en el nuevo milenio se adopte un enfoque interreligioso para resolver el conflicto". "No podemos continuar permitiendo que se manipule la religión con objetivos políticos."

Morina y Hamiti se han mantenido sistemáticamente en esta postura, aprovechando todas las oportunidades que se les presentaban para establecer conversaciones entre las religiones. En marzo de 1999, antes de que comenzaran los bombardeos de la OTAN, estaban en Viena donde , con otros representantes religiosos de la provincia, publicaron un llamamiento insistiendo sobre el peligro del recurso a la fuerza para resolver el conflicto. Siguieron otras consultas en diciembre de 1999, en Amman y, en febrero de este año, en Sarajevo.

En la declaración de Sarajevo, el obispo ortodoxo serbio de Raska y Prizren, Aretmije, el obispo católico romano de Prizren, Marko Sopiu, y el muftí de la comunidad islámica de Kosovo, Rexhep Boja, condenaron unánimemente los actos de violencia por motivos étnicos o religiosos, la destrucción de los santuarios y cementerios, las expulsiones forzosas, los actos de venganza y la utilización de los medios de información para fomentar el odio.

El documento destaca asimismo la importancia de los valores morales en común que afirman todas las comunidades religiosas de Kosovo, independientemente de sus tradiciones religiosas y espirituales. En la declaración se señala que esos valores morales comunes pueden servir de base para fomentar la estima mutua, la cooperación y la convivencia en libertad en Kosovo.

La primera señal de cooperación entre las comunidades religiosas ha sido el establecimiento de un consejo interreligioso, que se prevé ha de comenzar sus trabajos en abril.

Sin embargo, cuando no hay remordimiento ni perdón, la cooperación interreligiosa tiene sus límites. A Morani entristece que en la declaración de Sarajevo no aparezca la palabra "perdón". Para poder perdonar es necesario que uno de los lados pida perdón.

El gran problema en Kosovo es : ¿Quién ha de dar el primer paso?

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