Informe oficial de la Octava Asamblea
Al Rev. Dr. Konrad Raiser, Secretario General del CMI Con ocasión del 50 aniversario de la fundación del Consejo Mundial de Iglesias, me complace hacer llegar mis mejores deseos y felicitaciones a los delegados de las iglesias miembros reunidos en Harare para la Octava Asamblea del Consejo, que se ha de celebrar del 3 al 14 de diciembre de 1998, con el tema "Buscad a Dios con la alegría de la esperanza". Deseo aprovechar esta oportunidad para manifestar mi profundo agradecimiento al Consejo Mundial de Iglesias por la labor que ha realizado estos años. El Consejo Mundial de Iglesias ha sido un valioso instrumento al servicio del Movimiento Ecuménico y ha contribuido en gran medida al fomento de la unidad de los cristianos, en respuesta a la oración del Señor "para que todos sean uno" (Jn 17:21). |
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7.2 Bartolomeo, Arzobispo de Constantinopla y Patriarca Ecuménico |
Por lo que respecta a la relación entre el Consejo Mundial de Iglesias y la Iglesia Católica, confiamos en que se hallarán fórmulas de colaboración futura en el marco del Grupo Mixto de Trabajo para intensificar la búsqueda de la unidad de los cristianos, incluso en su dimensión visible.
En esta feliz ocasión, es para mi motivo de satisfacción reiterar el compromiso irreversible de la Iglesia Católica de trabajar sin descanso por el logro de la plena unidad de todos los cristianos. "Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra [...] Pertenece [...]al ser mismo de la comunidad" (Carta Encíclica "Ut Unum Sint", párr.9)
Ese compromiso forma parte de la vocación cristiana, puesto que todo cristiano está llamado, en virtud del bautismo, a buscar la unidad de todos los cristianos, tomando como modelo la vida de la Santa Trinidad. "Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: 'Ut unum sint’."
Que los dones abundantes del Dios Trino lo acompañen así como a todos sus colaboradores, en esta importante labor.
Juan Pablo II
El Vaticano, 24 de noviembre de 1998
Desde este santo y apostólico Trono del apóstol Andrés, el primer discípulo, saludamos de corazón a los dirigentes y participantes de esta Asamblea del jubileo que marca el 50 aniversario del Consejo Mundial de Iglesias, con las palabras de San Pablo: "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: $!Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús." (Flp 4:4-7).
En nombre de nuestra iglesia, que fue una de las artífices del Movimiento Ecuménico contemporáneo y participó activamente en la fundación del CMI, nos alegra constatar que lo que el Patriarcado Ecuménico preveía en 1920, a saber, una "koinonía de iglesias", ha llegado a ser una realidad y durante cincuenta años consecutivos ha estado al servicio de la santa causa de la unidad de los cristianos, intentando al mismo tiempo ser un agente de reconciliación y responder a las numerosas necesidades de la sociedad contemporánea.
El Trono ecuménico de Constantinopla, en su declaración con motivo del 25£º aniversario del CMI (1973),se refirió extensamente a la constructiva contribución del CMI al ecumenismo, subrayando su papel en la promoción de la unidad de los cristianos y su participación en la tarea de paliar los sufrimientos actuales de la humanidad. Esas palabras fueron reiteradas más tarde en la Tercera Conferencia Panortodoxa Preconciliar (1986), donde se subrayó especialmente que los estudios teológicos llevados a cabo por el Consejo en el marco de su Comisión de Fe y Constitución, habían contribuido de forma decisiva al acercamiento entre las iglesias, y que las "numerosas actividades [del Consejo] en materia de evangelización, diaconía, salud, formación teológica, diálogo interreligioso, lucha contra el racismo, y promoción de la paz y la justicia, habían respondido a las necesidades particulares de las iglesias y del mundo, a la vez que habían sido una oportunidad para el testimonio y la acción comunes".
El jubileo es un momento de alegrías compartidas y de celebración en paz. Y hay muchas razones para celebrar los logros positivos del CMI y sus iglesias miembros. En efecto, a lo largo de sus cinco decenios de vida, el CMI ha sido una plataforma donde iglesias de distintas regiones y de una gran variedad de tradiciones y orígenes eclesiológicos han podido reunirse para hablar y promover la unidad de los cristianos, a pesar de las dificultades que cabía esperar de semejante empresa. Por su parte, y mediante su participación en el CMI, las iglesias ortodoxas aportaron al amplio debate ecuménico su tradición, teología, eclesiología, espiritualidad y vida litúrgica, para dar testimonio de su "fe apostólica en el contexto de situaciones históricas nuevas y responder a las nuevas necesidades existenciales" (Tercera Conferencia Panortodoxa Preconciliar). Precisamente a esta realidad se refirió la Conferencia Interortodoxa de Tesalónica en mayo de 1998, cuando afirmó que "el CMI ha sido un foro desde el cual se ha dado a conocer al mundo no ortodoxo la fe de la Iglesia Ortodoxa, su misión y sus enfoques respecto a una serie de cuestiones como la justicia, la paz y la ecología".
También es evidente que gracias a su presencia en el CMI, muchas iglesias ortodoxas de lo que fuera la Europa del Este lograron superar el aislamiento impuesto por la situación sociopolítica de sus países durante las últimas cinco o seis décadas. Por otro lado, el CMI, como institución al servicio de las iglesias, ayudó de muchas formas a sus iglesias miembros ortodoxas, tanto en el campo del trabajo pastoral como en la formación teológica o en el ámbito de la diaconía, expresando de forma concreta la solidaridad cristiana entre las iglesias miembros.
El jubileo es también un momento adecuado para la evaluación crítica de las deficiencias y dificultades. Hay que reconocer que durante sus cincuenta años de vida, el CMI ha pasado más de una vez por períodos turbulentos. Numerosas divergencias teológicas, eclesiológicas, sociopolíticas, culturales y éticas han estado en el centro mismo de las dificultades que las iglesias miembros han tenido que enfrentar en el seno del Consejo. Estas dificultades se hicieron aún más visibles durante la Séptima Asamblea, en Canberra, tras la cual se llegó a un punto crítico cuando varias iglesias miembros (principalmente del hemisferio norte) adoptaron e introdujeron en la vida del Consejo una serie de posiciones teológicas y morales de carácter liberal.
No hay duda que el Consejo es un organismo heterogéneo. El CMI está integrado por una multitud de iglesias de diferentes tradiciones teológicas, eclesiológicas y litúrgicas, a veces diametralmente opuestas. Esta diversidad refleja una doble realidad. Por un lado, resalta la gran riqueza de la fe cristiana, expresada a través de varias escuelas de pensamiento teológico, prácticas litúrgicas, expresiones de vida espiritual y elementos culturales específicos. Por otro lado, refleja la trágica realidad de la división cristiana como hecho histórico en la vida de las iglesias, y una herida en el cuerpo de Cristo -- la Iglesia -- que debería ser curada.
Una de las principales tareas de esta Asamblea es redefinir la naturaleza del CMI y reorientar su labor, continuando el debate acerca de la visión y el entendimiento comunes del CMI por parte de las iglesias. Sin embargo, creemos firmemente que antes de embarcarse en la definición de la naturaleza del CMI, habría que efectuar un análisis teológico y eclesiológico del término "koinonía" y ponerse de acuerdo de forma clara e inequívoca sobre el significado de la comunidad de iglesias que integran el CMI. Como señaló el Patriarcado Ecuménico, en su análisis del documento EVC, en noviembre de 1995: "Tras cincuenta años de fructífera colaboración dentro del CMI, hoy las iglesias miembros están llamadas a precisar el significado y el grado de comunidad fraterna que experimentan en el seno del Consejo, así como el significado teológico de koinonía, que es precisamente el objetivo del Consejo Mundial de Iglesias, y no una realidad dada." Ése es, de hecho, el principal reto eclesiológico al que debe responder el CMI en esta encrucijada de su vida.
El tan comentado (y a menudo mal interpretado) informe de la reunión interortodoxa de Tesalónica afirmaba que las iglesias ortodoxas entendían que era necesario continuar participando en distintas formas de actividad intercristiana y al mismo tiempo pedía un cambio fundamental en la estructura del CMI, porque consideraba que las iglesias miembros del Consejo no habían logrado hasta el momento experimentar esta koinonía por verse atrapadas en una lógica institucional que, por diversas razones, ponía en peligro una participación ortodoxa real y significativa en el Consejo.
Cabe señalar que, por lo que respecta a la reestructuración del CMI, las opciones que se ofrecen a las iglesias miembros son bastante limitadas. Una posibilidad es que consideren al CMI como una mera organización con un enfoque institucional de la condición de miembro y los procesos de toma de decisiones (en realidad, un organizador de conferencias y simposios teológicos) en cuyo caso la unidad de la Iglesia surgiría a través de negociaciones, dependiendo, como hasta ahora, de las relaciones mayoría/minoría entre las iglesias miembros. Otra posibilidad es esforzarse por hacer del CMI una comunidad en la que, al estar juntas, trabajar, reflexionar sobre cuestiones teológicas y dar testimonio en común y, sobre todo, al compartir una visión común de lo que .i.es la Iglesia.r., las iglesias miembros podrán un día confesar no solo a un único Señor sino también una sola Iglesia. Esa tarea parece irrealizable, habida cuenta de las radicales diferencias en el entendimiento eclesiológico de las iglesias miembros. Aquí radica el significado profundo de lo que este Trono ecuménico describió como un "reto eclesiológico", y el imperativo de una participación ortodoxa en el CMI "en pie de igualdad", como se sugirió en la Tercera Conferencia Panortodoxa Preconciliar.
No deberíamos sentirnos descorazonados por la magnitud de esta tarea. En resumidas cuentas, nuestro compromiso con el Movimiento Ecuménico es una respuesta al llamamiento del Señor a la unidad (Jn 17:21), y nuestro papel en el CMI es precisamente el de "exhortarnos unas a otras a alcanzar la unidad visible en una sola fe y una sola comunión eucarística, expresada en el culto y una vida común en Cristo mediante el testimonio y el servicio al mundo, y a avanzar hacia la unidad para que el mundo crea." (Constitución del CMI)
Al tiempo que las iglesias miembros celebran el jubileo del CMI en vísperas del tercer milenio, aguardamos con particular atención y grandes expectativas los resultados de esta Asamblea, en lo que concierne a la naturaleza y la misión futura del CMI. Confiamos en que la planeada comisión mixta sobre la participación ortodoxa en el CMI podrá presentar propuestas que permitan a las iglesias miembros de este Consejo continuar juntas su peregrinación y cumplir sus tareas en un mundo sediento de la buena nueva del Evangelio.
Hoy nuestra principal tarea debería ser reflexionar juntos cómo interpretar en estos tiempos, y en medio de los problemas que enfrenta la humanidad, la fe cristiana, transmitida por los apóstoles a la Santa, Católica Apostólica Iglesia indivisa, y expresada en el Credo Niceo-Constantinopolitano (325-81), credo ecuménico por excelencia.
Congratulamos al CMI por su jubileo y oramos a Dios todopoderoso para que bendiga abundantemente a los que participan en esta Asamblea, permitiéndoles cumplir la enorme tarea que les confiaron sus iglesias contribuyendo así a promover la santa causa de la unidad de los cristianos.
"Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amen." (2 Co 13:14).
30 de noviembre de 1998
Fiesta de San Andrés Apóstol
Bartolomeo, Arzobispo de Constantinopla
y Patriarca Ecuménico, ferviente intercesor ante Dios
Lamento no poder estar personalmente con ustedes por motivos de salud pero la delegación de nuestra Iglesia Armenia participará activamente en todos los trabajos de la Asamblea.
Por haber asistido a cuatro asambleas -- Nueva Delhi, Uppsala, Nairobi y Vancouver -- sé lo importante que es la tarea de la Asamblea no sólo para el mandato y la labor del CMI sino también para la vida de las iglesias miembros. La Asamblea no es sólo un tiempo de examen de la labor realizada por el CMI desde Canberra; es ante todo una preciosa oportunidad para "interpretar las señales de estos tiempos", considerando nuestra situación actual desde una perspectiva pancristiana y con espíritu de comunidad y fraternidad.
Soy consciente de las complejas cuestiones que tienen ustedes ante sí en esta Asamblea. Todas las asambleas celebradas hasta la fecha han conocido momentos y problemas difíciles. La experiencia me ha mostrado que ese espíritu de comunidad, de "estar juntos", y el esfuerzo de resolver esos problemas juntos siempre ha prevalecido a pesar de las divergencias. No podría ser de otra manera porque la comunidad es un don recibido de Dios que tenemos que preservar, enriquecer y promover en su gracia en nuestra peregrinación hacia la unidad visible. Los problemas nunca han faltado y con frecuencia han perturbado la vida de la iglesia desde el comienzo mismo de los tiempos apostólicos. Y sin embargo, la iglesia siempre los ha superado cuando ha sabido abordarlos con esa poderosísima "arma" del Espíritu Santo, en otras palabras, la comunidad, el sentido de formar parte del mismo Señor, el mismo Evangelio y la misma misión.
Nuestro compromiso ecuménico común en el marco del Consejo Mundial de Iglesias ha llegado ya a su quincuagésimo aniversario: medio siglo de pujante testimonio, hasta tal punto que, a mi juicio, el siglo XX tomado en su conjunto y pese a la tendencia que se manifiesta actualmente a volver al confesionalismo, debería llamarse con justicia "el siglo ecuménico". En esta ocasión jubilar, hemos de reconocer con humildad que algunos acontecimientos significativos han enriquecido nuestra historia cristiana común. Por lo general, en los círculos del CMI siempre hemos sido autocríticos; a menudo hemos sido proclives a considerar el lado negativo. Pero ¿ qué podemos decir de los aspectos positivos?
Al disponernos a clausurar este segundo milenio, inspirémosnos durante esta Asamblea en el valor de Aquel a quien buscamos para alegrarnos en la paz. "Buscar a Dios" significa abrirnos a la comunidad y caminar juntos en nuestra peregrinación en la tierra, que nos llevará al tercer milenio y a los siglos de los siglos.
Con este ánimo y con estos sentimientos y en nombre de una iglesia miembro del CMI, les deseo todo lo mejor en su noble tarea en obediencia a Dios.
Con amor y en oración,
Karekin I
Catholicos de Todos los Armenios
3 de diciembre de 1998
La CME tiene sus raíces en una iniciativa ecuménica que nació cien años antes de que se creara el CMI. En 1846, se creó la Alianza Evangélica Libre. Casi tan pronto como surgió, sin embargo, se estancó, curiosamente, por una cuestión ético-social: el problema de la esclavitud. No obstante, su fracaso inicial como movimiento internacional fue ampliamente contrarrestado a otro nivel. En muchas regiones del mundo, 1846 fue un decisivo punto de partida para la formación de comunidades evangélicas libres nacionales y regionales. Cuando en 1951 se creó la Comunidad Mundial de Evangélicos Libres, se convirtió en heredera de esas comunidades nacionales florecientes. En la actualidad, la CME representa a una comunidad de ciento cincuenta millones de cristianos de todo el mundo, en particular, mediante 111 comunidades evangélicas libres nacionales y regionales.
Me gustaría llamar la atención sobre dos aspectos de las relaciones entre los evangélicos libres y el Movimiento Ecuménico. En primer lugar, la cuestión de la superposición y en segundo, las tensiones en las relaciones entre los evangélicos libres y el CMI.
En muchos contextos nacionales y regionales, los evangélicos libres participan activamente en consejos ecuménicos relacionados con el CMI. En algunos países, por ejemplo, Ghana, los evangélicos libres forman parte del personal de los consejos de iglesias relacionados con el CMI. La superposición entre evangélicos libres y ecuménicos está demostrada en esta Asamblea: más de una docena de delegados que representan a iglesias miembros del CMI se definen como evangélicos libres, en particular el destacado dirigente de la Iglesia Anglicana de Kenya, Arzobispo David Gitari.
En términos concretos, el compromiso de la CME con el ecumenismo más allá de sus propios miembros es patente en la existencia y la labor de su grupo de trabajo sobre cuestiones ecuménicas (del que soy coordinador). A través de este grupo de trabajo, la CME participa en una consulta en curso con la Iglesia Católica Romana. Por otro lado, en Canberra se inició un diálogo entre evangélicos libres y ortodoxos, diálogo que, como se ha dicho en esta Asamblea, sigue en pleno auge. Además, el grupo de trabajo ha formulado una respuesta al documento Bautismo, Eucaristía y Ministerio y al estudio sobre la fe apostólica.
Todas estas iniciativas muestran que "evangélicos libres" y "ecuménicos"no son en modo alguno categorías excluyentes entre sí.
Sin embargo, existen claras diferencias de perspectiva y de intereses que si no se superan, o al menos se comprenden y respetan, irán creando obstáculos. Hoy existen tensiones en torno a diversas cuestiones; por citar sólo un ejemplo, la cuestión de la comprensión de la misión. Los evangélicos libres creen en la necesidad de una misión holística, que ha de llevarse a cabo en parte en diálogo con los interlocutores ecuménicos y debe abordar los aspectos sociopolíticos de la existencia humana. Lo que caracteriza el enfoque de los evangélicos libres es un fuerte compromiso con lo que consideran el eje, la piedra angular de la misión: el llamamiento universal a la conversión -- conversión al Señor crucificado y resucitado.
El enfoque de los evangélicos libres en relación con la misión quedó claro en la intervención del Obispo Lesslie Newbigin en el último encuentro ecuménico importante en el que participó antes de su muerte, la Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización, celebrada en Brasil, en 1996. Cuando la Conferencia propuso que nos comprometiéramos a dar un testimonio claro del Evangelio de la esperanza en Jesucristo, el Obispo Newbigin sugirió que se agregara esta frase: "para que todos puedan llegar a conocer y amar a Jesús". Estas palabras resumen la pasión evangélica por la misión, una misión holística en cuyo centro está ese llamamiento a la conversión.
La caridad y la convicción en relación con la cuestión de la misión holística es el fundamento de nuestra esperanza, de nuestra oración y de nuestro trabajo, también en esta Asamblea, dedicada al tema de "Buscar a Dios con la alegría de la esperanza".
George VanderVelde
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra fría, el CMI se ha esforzado siempre por lograr la unidad entre todas la iglesias y conseguir la justicia, la paz y la libertad de conciencia para todos. El profundo interés y la solidaridad que ha demostrado el Consejo con los perseguidos políticos y los ciudadanos del tercer mundo o de cualquier otro lugar, ha sido una baza en aras de un futuro mejor. La visita de Nelson Mandela, Presidente de Sudáfrica, a la Asamblea del CMI, es testimonio de todo lo que el Consejo ha hecho por los que han sufrido la adversidad, como yo mismo.
Con ocasión de esta Asamblea del CMI, quisiera mencionar en especial el hecho de que el Consejo ha estado de parte de las iglesias, los intelectuales, los estudiantes y el pueblo de Corea durante sus largos años de lucha por lograr la democracia y la reunificación. Estaré eternamente agradecido al CMI por la solidaridad y apoyo que me prestó durante los años que duró mi agonía. Hoy, con un sentimiento de suma felicidad, puedo informar de que Corea se está transformando en un país más justo y democrático.
Confío sinceramente en que esta Asamblea, que se celebra en el umbral de un nuevo siglo de la historia de la humanidad, será una fiesta de bendiciones sin fin, y que el CMI continuará siendo fuente de inspiración y aliento para todos los pueblos. Con todo respeto me despido de ustedes,
el 2 de diciembre de 1998
Kim Dae-jung
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