Informe oficial de la Octava Asamblea
Este texto, basado en los debates que tuvieron lugar en el marco del grupo de trabajo del CMI con mandato especial para juventud durante una reunión en Ginebra, en noviembre de 1998, fue aprobado por los participantes en la Preasamblea de los Jóvenes. 1. El proceso de "Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes" (EVC) del CMI ha desafiado al Consejo a rever sus estructuras programáticas y sus relaciones con las iglesias y otras entidades ecuménicas. La nueva estructura llama a una integración de todos los programas y a nuevos estilos de trabajo. |
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8.2 Los Pueblos Indígenas |
3. A pesar de la buena fe sobre la que se han hecho estos compromisos los objetivos no han sido alcanzado. El nivel de participación juvenil en varios aspectos de la vida del Consejo se encuentra en manifiesto contraste con el firme compromiso hecho por el Comité Central del CMI en 1988 para involucrar un 20% de jóvenes. La VII Asamblea hizo suyo ese compromiso.
Confiamos en que se mantengan los niveles de participación de mujeres y jóvenes que han sido fijados para todos los eventos y comités. El Comite Central debe garantizar exclusivamente la financiación de activitades que respeten los objetivos de inclusividad fijados. (.i.Señales del Espíritu, Informe Oficial de la 7 Asamblea.r., Comité sobre Política Programática, pág 189)En la reestructuración del CMI después de Canberra, el intento por internalizar el compromiso de participación juvenil en el planeamiento de programas y en toda la vida del Consejo no fue completamente alcanzado. Por momentos el Consejo ha retornado a la noción equivocada de que el trabajo juvenil puede lograrse con una unidad programática o un equipo. En realidad, la VII Asambleaen Nirobi (1975) ya había pedido un estilo de trabajo diferente:
El trabajo juvenil debe tener una suerte de carácter autónomo estructuradamente localizado en una particular unidad programática, pero relacionado a todas las unidades, para así traer la presencia de jóvenes a toda la vida del movimiento ecuménico. (.i.Rompiendo Barreras: Nairobi 1975.r., SPCK, pág. 316)4. En el corazón del proceso del EVC está la búsqueda de renovación. Esta búsqueda conlleva el desafío a la inclusión y fortalecimiento. El negarse a usar y desarrollar los dones ofrecidos por Dios a través de la gente joven, o cualquier grupo, va en desmedro del la renovación que buscamos. También debilita el testimonio de las iglesias. Los/las jóvenes que están comprometidos/as con el movimiento ecuménico son valiosos comunicadores/as para las iglesias y alimentan la fe dada a todo el pueblo de Dios. La Biblia está llena de ejemplos donde la gente joven fue llamada a testimoniar e incluso a liderar a edades sorprendentemente tempranas (1 Sam 3; 1 Sam 17; Jer 1; 1 Tim 4,11).
La VIII Asamblea se reune en un tiempo en que, en muchos países, la gente joven se está alejando de las iglesias históricas porque se siente excluída e ignorada; un número cada vez mayor de jóvenes sienten que la iglesia es irrelevante para sus vidas y su sociedad; muchas iglesias no tienen en cuenta al máximo los recursos que los/as jóvenes representan en su testimonio para el mundo.
5. En el trabajo de renovación, hay una nueva visón para nuestro trabajo con la gente joven. En ella se pide que los/as jóvenes estén integrados/as al movimiento ecuménico para el mutuo beneficio de todas las generaciones. Al pedir una mayor integración no buscamos que el trabajo con la juventud quede relegado. Buscamos dos cosas: continuar el desarrollo del liderazgo juvenil a través de programas específicos para juventud, y que todos los programas incluyan las experiencias específicas de gente joven. Ejemplos de integración de trabajo juvenil que han sido visible en los últimos siete años incluyendo el de los Ujieres y el Programa de Internos, y la cooperación programática en temas como Cultura y Evangelio. El Programa de Internos ha ayudado al CMI a beneficiarse con los recursos que la gente joven aporta a su trabajo, pero también la ha entrenado para ser catalizadores ecuménicos a nivel local/nacional.
La integración de gente joven servicio ecuménico requiere de personal que facilite la participación equitativa de la juventud en el CMI mismo, en las iglesias miembros y en las organizaciones ecuménicas a nivel nacional o regional. Este compromiso también necesita hacerse visible en cada una de las iglesias y en sus consejos ecuménicos nacionales y regionales. Es alentador ver la participación activa de gente joven en la búsqueda de la unidad y en acciones sociales en ciertos países y regiones, así como el numero de iglesias que incluyen jóvenes, permitiéndoles brindar un testimonio más firme.
Para alcanzar los objetivos y los compromisos que el CMI se ha fijado para sí mismo en relación al la participación de la Juventud, se recomienda:
1) Que el CMI asegure la participación equitativa de gente joven en todos los aspectos de su vida: (a) manteniendo el requerimiento de un 20% de miembros jóvenes en asambleas, comités y reuniones; (b) mandando una participación equitativa de gente joven en sus programas a través de: la asignación de una persona en cada equipo de personal para coordinar la participación; juvenil dentro de los programas de ese equipo de personal. Este personal podría formar un nuevo Grupo de Personal Coordinador en Juventud; asegurar recursos solamente para aquellas actividades que reflejen los objetivos fijados para la inclusión; mantener una afirmativa política de acción en el contrato de gente joven en todas las áreas de trabajo; (c) manteniendo la posición de un presidente/de una presidente de juventud.
2) Que el CMI mantenga personal programático para el trabajo con juventud, el Grupo de Personal Coordinador en Juventud y en el Grupo de Trabajo Encargado de la Juventud, para facilitar el logro de los objetivos fijados para una participación equitativa de jóvenes en todo el Consejo.
3) Que el CMI provea oportunidades de formación ecuménica en todos los niveles. Los programas de Ujieres e Internos deberían desarrollarse más profundamente y servir como modelos para futuros trabajos en el CMI.
4) Que el CMI mantenga los programas que responden en particular a cuestiones relacionadas con la juventud así como también apoyar su participación en el abordaje de asuntos más extensos. Esto se logra de mejor manera a través de pre-encuentros para los participantes jóvenes, previos a cualquier consulta o evento del CMI.
"Aún seguimos esperando una verdadera confraternidad y el pleno reconocimiento de nuestros derechos."
Por gracia del Creador y guiados por nuestros antepasados, nosotros, los pueblos indígenas, hemos sobrevivido pese a los múltiples intentos de genocidio, colonización y asimilación. Somos muy conscientes de nuestra relación con nuestra madre la Tierra y del carácter sagrado de nuestras tierras. Reafirmamos que la identidad, cultura, lengua, filosofía de vida y espiritualidad de nuestros pueblos están vinculadas a la relación equilibrada con toda la creación.
En el pasado, las iglesias nos obligaron a emprender un camino que no es el nuestro, en aras de la asimilación, la uniformidad y el asentimiento. A lo largo de la historia, las iglesias no han conocido ni comprendido a los pueblos indígenas y eso nos ha empobrecido a todos.
Sabemos que la vida y la espiritualidad propias de nuestros pueblos están constantemente en peligro. Nos amenazan los proyectos de explotación minera, conservación de la naturaleza, explotación forestal, represas hidroeléctricas, militarización, turismo ecológico y otros. La misma amenaza pesa sobre nuestros idiomas. Además, las fronteras trazadas por el colonizador en el proceso de creación de los Estados modernos han fragmentado a nuestros pueblos y alterado sus formas de vida. Ni siquiera nuestros lugares sagrados han escapado a la profanación. Estas amenazas surgen y se nutren de los modelos de desarrollo impuestos por los países industrializados ricos que se proponen explotar los recursos naturales sin miramientos por las generaciones futuras.
Reconocemos que el CMI y algunas de sus iglesias miembros se han esforzado por comprender y trabajar con los pueblos indígenas en nuestras luchas, pero aún queda mucho más por hacer. El enriquecimiento de las iglesias y la curación de las comunidades indígenas deben comenzar por un compromiso visible y permanente de colaboración y asociación solidaria, para lo cual es preciso que se acepten como un don nuestros legados espirituales y culturales. Este don se ofrece para posibilitar un cambio en el corazón de las iglesias, cambio que pasa por escuchar nuestros relatos y reexaminar el papel que han desempeñado las iglesias en la historia de la opresión.
Seguimos esperando que las iglesias vayan más allá de las palabras,tal como se declaró en Canberra, para:
Pese a reconocerse como un simple instrumento del ecumenismo, el CMI ha sido un elemento central del Movimiento Ecuménico. Los evangélicos libres también han desempeñado un papel activo en el ecumenismo local, tanto dentro como fuera de las iglesias miembros del CMI. En el último decenio su participación ha aumentado tanto en las organizaciones como en los programas ecuménicos nacionales. Por otro lado, un número cada vez mayor de evangélicos libres han adoptado una perspectiva ecuménica mundial. Agradecemos al CMI su empeño constante por "buscar nuevas formas de relación con los evangélicos libres", formulado por primera vez en Vancouver y confirmado aquí en Harare. Por otro lado, valoramos positivamente la formación de un grupo mixto de trabajo entre el CMI y los pentecostales. Sin embargo, según su propio contexto e historia, algunos evangélicos libres continúan experimentando un sentimiento de frustración e incluso un dilema acerca del futuro de su participación en el CMI, debido a la incertidumbre respecto a la naturaleza del compromiso del CMI con la misión y la evangelización y con la teología bíblica. Otros confían más en el estrechamiento de las relaciones. No está claro cómo la participación de los evangélicos libres en el ecumenismo mundial puede tener cabida en los programas y las estructuras del CMI. Ofrecemos nuestro apoyo para unirnos a ustedes y trabajar juntos en otros aspectos.
Evaluación de Harare
Afirmamos las siguientes contribuciones de esta Asamblea al Movimiento Ecuménico:
Afirmamos nuestra solidaridad con nuestras hermanas y hermanos del Movimiento Ecuménico en este tiempo de lucha para permanecer juntos y elaborar una visión común comprometida con un Evangelio holístico que abarca todos los aspectos de la vida y que tiene en su centro el llamamiento a buscar a Jesús y el poder transformador de su reino. Percibimos la acción del Espíritu para crear nuevos odres que reflejen mejor nuestro compromiso común con el Señor Jesucristo y su reino.
En particular, apoyamos:
1) el llamamiento para el alivio de la carga de la deuda de los países pobres, a lo cual añadimos la necesidad de luchar contra la corrupción, promover una eficaz gestión de los asuntos públicos mundiales y de fortalecer la sociedad civil y las instituciones democráticas;
2) la propuesta de que se celebre un decenio contra todas las formas de violencia, en particular, la violencia contra las mujeres, los niños y las comunidades indígenas; nos solidarizamos con todos los grupos que son víctimas de la injusticia y de la violencia institucional;
3) la crítica de la mundialización como proceso que excluye y margina aún más a los pobres, aun cuando reconocemos que tiende puentes entre culturas y pueblos diferentes y que enriquece la variedad de la experiencia humana;
4) la lucha permanente contra toda forma de violación de los derechos humanos, especialmente el caso de los cristianos víctimas de la persecución religiosa.
Al mismo tiempo, señalamos a la atención del CMI:
1) la necesidad de prestar nueva atención a la misión y la evangelización, dando así medios a las iglesias para que proclamen el Evangelio en todo el mundo; el poder transformador del Evangelio reafirma a la vez que critica las culturas y las sociedades y exige humildad, sensibilidad y compromiso profético con la opresión;
2) el imperativo de fortalecer la familia, que se está desintegrando bajo las presiones del relativismo moral, el individualismo, el materialismo y la penuria económica;
3) la necesidad de ampliar y fortalecer la participación de los evangélicos libres y pentecostales/carismáticos en el CMI, reconociendo el potencial de enriquecimiento mutuo que esta relación puede aportar.
La cooperación ecuménica es cada vez mayor entre las iglesias de las dos terceras partes del mundo, donde el cristianismo está experimentando un auge particularmente importante. Oramos y confiamos en que la visión inclusiva del Evangelio conduzca a una sólida relación de confianza y cooperación efectiva entre los evangélicos libres y el Movimiento Ecuménico.
Nosotros, los niños del mundo, nos hemos reunido aquí en Harare, Zimbabwe, el 9 de diciembre de 1998, para crear la Red Ecuménica Mundial de los Niños. Estamos aquí para exhortar al Consejo Mundial de Iglesias y a sus iglesias miembros a que presten apoyo moral, económico y espiritual a nuestra red.
Una vez más insistimos en la urgencia de empezar cuanto antes a tomar medidas inmediatas y drásticas para aliviar el padecimiento de todos los niños del mundo.
Ya tuvimos ocasión de exponer nuestras inquietudes a la Unidad IV y a los comités centrales del CMI en 1997 y 1998. Como resultado de esas reuniones, han visto la luz numerosos planes de acción. Sin embargo, lo que nos faltan no son "planes", más bien tenemos una urgente necesidad de acción.
En consecuencia, exhortamos a la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias y a todas sus iglesias miembros, a que adopten las medidas siguientes:
Se me ha pedido que mire retrospectivamente el camino recorrido por el Consejo Mundial de Iglesias durante estos cincuenta años para discernir visiones para el futuro. Ahora que estoy entrado en años sólo me queda soñar, aunque debo reconocer que nunca he tenido un sueño muy profundo.
En Amsterdam, los delegados tenían una edad promedio de 61 años, mientras que la edad promedio de los jóvenes era de 25. Sin embargo, muchas de esas personas de edad habían mantenido viva la visión que habían recibido del Movimiento Estudiantil Cristiano, de las Asociaciones Cristianas de Jóvenes y de las Asociaciones Cristianas Femeninas. En el discurso que pronuncié ante la Asamblea dije que jóvenes y mayores se necesitaban unos a otros, en la comunión del Espíritu, para poder cumplir las tareas que tenían por delante.
Lo que más nos asombró, a nosotros los jóvenes, en Amsterdam, fue la osadía y el carácter profético del mensaje de la Asamblea, y, más particularmente, el llamamiento a ser testigos y servidores de Cristo para nuestros prójimos. Ese mensaje decía, en particular:
Será necesario que recordemos nosotros mismos y recordemos a todos los hombres que Dios ha derrocado de sus tronos a los poderosos y ensalzado a los humildes. Será necesario aprender nuevamente a hablar con osadía en nombre de Cristo tanto a quienes están en el poder como a toda persona, a oponernos al terror, a la crueldad y a toda discriminación racial, a permanecer al lado de los pairas, de los presos y los refugiados. Será necesario que la iglesia, en todas partes, sea la voz de los que no tienen voz en el mundo, la casa en la que todos encuentren su lugar. Será necesario que juntos asumamos nuevamente la obligación que nos corresponde como cristianos, hombres y mujeres, en la industria, la agricultura, la política, las profesiones y el hogar. Será necesario pedir a Dios que nos enseñe a decir juntos Sí y No en verdad. No, a todo lo que niega el amor de Cristo, a todo sistema, programa, persona que trate a los seres humanos como cosas irresponsables o como medio de provecho, a los defensores de la injusticia en nombre del orden, a los que siembran las semillas de la guerra declarándola inevitable. Sí, a todo lo que es conforme al amor de Cristo, a los que buscan la justicia, a los pacificadores, a los que esperan, luchan y sufren por la causa de la humanidad, a todos los que -- aún sin saberlo -- aspiran a un nuevo cielo y una nueva tierra en la que more la justicia.Estas palabras son hoy tan vigentes y pertinentes como lo fueron en 1948. Hemos comenzado nuestros trabajos esta tarde con la lectura del versículo 1 del capítulo 12 de la carta a los Hebreos, en el que se habla de la nube de testigos. No debemos olvidar que el autor dice en el versículo 5 del capítulo 2 que esta visión es la de la "oikoumene venidera", la oikoumene de Dios, en la que mora la justicia, la paz y la integridad de la creación.
Se ha dicho que nuestro siglo es "el siglo de los extremos" y probablemente el próximo siglo XXI continuará siendo así. Sin duda alguna, es durante este siglo que se han producido y empleado armas capaces de destruir definitivamente a la humanidad, y es en este siglo también que la contaminación de nuestro medio ambiente natural ha llegado a constituir una amenaza. Durante los últimos cincuenta años, gracias a las diversas tecnologías avanzadas en el ámbito de la comunicación, que, sólo una pequeña minoría de la población del mundo controla, la "oikoumene", toda la tierra habitada, se ha transformado en una aldea mundial. Al finalizar este siglo, el mundo está dividido entre el Norte y el Sur, en muchas facciones hostiles, tanto desde un punto de vista económico, como cultural y religioso.
Tras este medio siglo, ¿qué herencia ha de transmitir el Movimiento Ecuménico? y ¿cuáles son las experiencias adquiridas que deberemos proseguir para hacer avanzar la unidad y la comunidad del pueblo de Dios, que es signo del designio divino de Dios para todos los pueblos en una tierra habitable? Durante las dos primeras horas de esta tarde de celebración hemos pasado revista rápidamente a la labor del Consejo Mundial de Iglesias durante estos cincuenta años, y algunos elementos se destacan y apuntan al futuro.
En primer lugar, los cristianos están dispuesto hoy a reconocer abiertamente las divisiones que se han producido, sobre todo durante el último milenio. Todas las iglesias históricas se relacionan ahora unas con otras. Durante los últimos cuarenta años ha habido notables encuentros y conversaciones entre las principales familias de las iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales, la Iglesia Católica Romana, y las iglesias de la Reforma con sus ramificaciones. Gracias a los esfuerzos perseverantes de la Comisión de Fe y Constitución, hemos podido trazar caminos hacia la unidad visible, y dar pequeños pasos hacia una comunión más profunda en la fe, el culto y la vida.
Y ya no se mira públicamente con recelo e intolerancia a las comunidades pentecostales e independientes que surgen en América del Norte y del Sur, así como en África y en otras partes del mundo. Es verdad, podemos decir que hay un mayor respeto por la libertad religiosa. Y esto se debe en gran medida a la contribución aportada por las iglesias reunidas en el Consejo Mundial de Iglesias, que elaboraron los artículos correspondientes de la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, y a los esfuerzos incesantes del Consejo para defender esa libertad en todo lugar.
En segundo lugar, el CMI ha continuado e intensificado su empeño principal de hacer progresar la misión de la Iglesia en los seis continentes, proclamando el Evangelio en las diversas culturas, y ejerciendo el ministerio de curación. También hemos asistido a un avance constante del diálogo, en un espíritu de respeto mutuo y de apertura. En algunos casos, se entabló una cooperación fructífera con creyentes de las principales religiones no cristianas en las esferas de los derechos humanos, la ayuda mutua, y el desarme y la paz. Todo esto debe continuar.
Ahora bien, en los últimos veinte años, ha aumentado de forma lamentable la cantidad de conflictos étnicos y religiosos, lo que nos insta, a nivel ecuménico, a prestar de forma concertada mayor atención a este problema que en el pasado. Desafortunadamente, al acelerarse la presión que ejerce la mundialización de las finanzas, la economía y las comunicaciones, se exacerban las reacciones violentas de los grupos étnicos y religiosos en muchos países. En este caso también, el Consejo Mundial de Iglesias, así como otros grupos cristianos y religiosos, deben hacer frente a la urgente tarea de intensificar el diálogo y la acción común, y buscar la forma de superar la violencia y estimular la cooperación por el bienestar de la humanidad.
En tercer lugar, el Movimiento Ecuménico, en particular el Consejo Mundial de Iglesias, ha puesto en práctica muchos programas de estudio y actividades que han suscitado cambios en diversos ámbitos de la condición humana y continuarán haciéndolo por el bien común. Estas actividades se llevan a cabo para alcanzar uno de los objetivos del Consejo de ponerse "al servicio de las necesidades humanas, eliminando las barreras que separan a los seres humanos, promoviendo una sola familia humana en la justicia y la paz, y salvaguardando la integridad de la creación".
Deseo enumerar aquí algunas de las preocupaciones que figuran en nuestro orden del día ecuménico, y son importantes ahora y en el futuro, y que requieren nuestra reflexión y toda nuestra energía.
Nos hemos reunido en esta Asamblea del Jubileo en un tiempo de enormes desafíos y también de grandes incertidumbre, tanto por lo que respecta a nuestra vida como a nuestra vocación común, como comunidad del pueblo de Dios en Cristo llamada a cumplir la obra divina en el mundo que es de Dios. Nos sentimos incapaces de cumplir con las tareas que tenemos por delante. Pero el apóstol Pablo nos recuerda que "nuestra capacidad proviene de Dios" (2 Co 3:5). Por ello nos hemos dicho a nosotros mismos y a los otros "Busquemos a Dios con la alegría de la esperanza". Ciertamente, esta esperanza es un amor en acción por la gracia de Cristo y el poder del Espíritu Santo. Y !a Dios toda la gloria!
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