Segunda sesión
En esta sesión se volverán a tratar algunas orientaciones y logros importantes
puestos de
relieve en la anterior sesión, a fin de ayudar a los delegados a hacer una
evaluación crítica del
período en examen sobre la base del vídeo y de preguntas destinadas a suscitar
comentarios y
críticas. Entre los temas destacados figurarán los siguientes:
Upsala 1968
La primera opción demostró estar cargada de paternalismo y de condescendencia
colonialista,
con escasa conciencia de los problemas económicos y ecológicos. La segunda
suponía un
gigantesco desafío: cambiar o derrocar las estructuras políticas y
económicas que son causa de
la pobreza y la injusticia en todo el mundo. Ambos enfoques se han expresado de diferentes
maneras a lo largo de los años y todavía siguen influyendo en los
acontecimientos actuales. Y
lo hacen mediante dicotomías y oposiciones: caridad y cambio; "que todo siga como
está" y la
revolución o reforma; economía tradicional y nueva economía;
hegemonía de las élites y
democracia; poder empresarial y la comunidad; competencia y cooperación; derecha e
izquierda.
Lárnaca 1986
Antes de Lárnaca, la CAISMR había tratado de promover la reflexión
acerca de la justicia, su
relación con el servicio y la diaconía y la relación entre situaciones locales
y mundiales. Sin
embargo, en Lárnaca, las iglesias reconocieron juntas la necesidad de una
diaconía (servicio
cristiano) más global y liberadora, cuya finalidad fuese la transformación y el
cambio a todos
los niveles. Como resultado de ello, la Unidad se esforzó aun más para ayudar a
las iglesias y
los grupos conexos a reflexionar acerca de las principales causas de los problemas, así
como
para encontrar métodos que les permitiesen responder de forma más cabal a las
necesidades de
las personas. Se decidió dedicar menos tiempo en las reuniones de los grupos regionales
a la
enumeración y selección de proyectos para su financiación, y ocuparse
más bien del análisis y
la reflexión. Así pues, la CAISMR ya no participó tan activamente en los
proyectos, y
estableció un sistema de proyectos prioritarios a fin de responder de manera muy
concreta a
las necesidades y los problemas más apremiantes del Movimiento Ecuménico.
El mandato de la CAISMR era "ayudar a las iglesias a manifestar su solidaridad compartiendo
sus recursos humanos, materiales y espirituales, y facilitar ese intercambio a fin de promover la
justicia social, el desarrollo humano y el alivio de los necesitados...". En Lárnaca se
hicieron a
la CAISMR las siguientes recomendaciones:
El Escorial 1987
De Evian a Alejandría 1992-1995
La Comisión reunida en Evian expresó honestamente algunas dudas acerca de sus
posibilidades. La reunión consideró que el problema mundial más
importante al que había que
hacer frente era la necesidad de dar los medios a las personas para que luchasen contra el
sufrimiento y la injusticia. Pero con tantos graves problemas en el mundo era extremadamente
difícil abordar sólo algunos de ellos. No se contaba con un procedimiento formal
para
establecer las prioridades, de la misma manera que "faltaba organización en el mundo en
el que
estamos trabajando". Los modelos para el compartir y servir utilizados por la Unidad
también
se resienten a veces de esa falta de coherencia.
Para tratar de estructurar el debate, la Comisión decidió iniciar con las iglesias
miembros, un
proceso común de acción-reflexión sobre diaconía, en el marco del
cual fuese posible definir lo
que hoy día entendemos por diaconía. Este proceso permitió presentar
once características del
concepto de diaconía al Comité Central, en 1994, que fueron sometidas a las
iglesias para
examen y reflexión. Las características del concepto de diaconía
propuesto son las siguientes:
a) dar prioridad a los menos favorecidos;
Posteriormente, esas características fueron estudiadas por las mujeres que formaban
parte de
la Comisión. En su informe, "No Boundaries To Compassion?", estimaron que en esas
"directrices" no se tenía suficientemente en cuenta el enfoque comunitario que las
mujeres
aportan al servicio, y que, en el lenguaje y en el tono, mantenían el modelo de
colaboración
paternalista que ya en Lárnaca se había pedido que se abandonase. Así
pues, desde la
perspectiva de un enfoque de género, este grupo redactó las directrices
siguientes:
a) La diaconía supera la subordinación de las personas.
La siguiente reunión de la Comisión, celebrada en Bangkok, Tailandia, en 1993,
fue
especialmente significativa, en la medida en que ató los cabos del análisis, el
pensamiento y la
práctica que se habían ido desarrollando a lo largo de años anteriores. En
ella se confirmó y se
dio mayor impulso a la regionalización de la labor y la organización de la Unidad,
se
estudiaron detenidamente los problemas específicos de las mujeres y los jóvenes,
y la forma de
abordarlos, y se mencionó, por primera vez, el "jubileo": "La noción de
Año del Jubileo
combina los viejos valores y la idiosincrasia de los pueblos y comunidades israelitas con
normas para impedir el establecimiento... de estructuras asimétricas injustas."
En la reunión de la Comisión que se celebró en Alejandría, Egipto,
en 1995, se examinó y
aprobó una "Estrategia para el Jubileo, -Plan cuadrienal 1995-1998". El personal
había
empezado ya a aplicar el plan, que se esperaba proporcionaría a la Unidad una
declaración
clara y precisa y una estructura integrada para su trabajo. En el plan se trataron de aplicar los
principios del jubileo bíblico al mundo actual, se redefinieron los cuatro elementos
fundamentales del mandato de la Unidad y se determinaron cinco sectores del "pueblo del
jubileo" que deberían beneficiarse ante todo de las acciones prácticas de
solidaridad:
1) Las necesidades y los derechos de los niños.
La asamblea del CMI en Upsala hizo suyos y encarnó dos enfoques
contradictorios de desarrollo. Por una parte, se dijo, las sociedades pueden adaptarse y tratar
de erradicar la pobreza reproduciendo los beneficios del capitalismo occidental en todo el
mundo y por otra parte, los defensores de los sectores más vulnerables pueden tratar de
promover un cambio revolucionario que conduzca a la liberación de los oprimidos.
Al formular esas opciones, Upsala ayudó a las iglesias a ir más
allá de un
estricto enfoque paternalista, poniendo en tela de juicio el statu quo. Esto suponía mirar
más
allá de las preocupaciones y objetivos inmediatos y contemplar la situación desde
una
perspectiva más amplia. Veinte años más tarde, en Lárnaca, Chipre,
en 1986, la Comisión de
Ayuda Intereclesiástica, Servicio Mundial y Refugiados (CAISMR) organizó una
consulta
mundial con el título: "Diaconía 2000: Llamados a Ser Prójimos". La
reunión de Lárnaca
marcó el comienzo de una ruptura radical con el pasado.
y, por consiguiente, ayudar a las iglesias locales a que utilicen su potencial y promuevan
cambios positivos en la vida de las personas y de las comunidades.
Los participantes en la consulta de Lárnaca ampliaron el concepto de diaconía
para incluir
formas de ayuda que están más allá de lo meramente material. Aunque
siempre se ha
manifestado (y sigue manifestándose) la necesidad de una redistribución
equitativa del dinero y
de otros recursos materiales entre las personas necesitadas, la nueva diaconía, sin dejar
de lado
este aspecto importante, adquirió una dimensión más amplia y total,
incluyendo otras
necesidades a veces menos evidentes. Esta diaconía se centra en las personas a nivel
local,
pero sigue consciente de los lazos que unen a todos los pueblos del mundo. Y es más
profética
al denunciar la injusticia e incluir nuevos modelos del compartir de recursos. Llega a todos los
marginados con un espíritu de solidaridad. Y actúa sobre todo por medio de la
iglesia local,
que esta Consulta afirmó como el principal agente de este nuevo concepto de
servicio.
El año siguiente a la reunión de Lárnaca tuvo lugar otra
consulta mundial
del CMI en El Escorial, España. Con el título de "Koinonía: Compartir la
Vida en una
Comunidad Mundial", esta consulta centró sus trabajos en el compartir de recursos. Se
establecieron directrices para lo que se llamó una "disciplina ecuménica" para el
compartir de
recursos. Los participantes se comprometieron a:
Al igual que en Lárnaca, en El Escorial se hizo hincapié en la misión
holística de la iglesia y se
dijo que la separación entre las necesidades espirituales y materiales es artificial. En
consecuencia, se añadió, el compartir de recursos entre el Norte y el Sur
debería ser un
proceso en ambos sentidos, en el que se tengan en cuenta todas las dimensiones de la
comunidad.
Fue con ocasión de la primera reunión de la Comisión de
la Unidad IV,
celebrada en Evian, Francia, en 1992, que se tuvo una conciencia más clara de que el
mundo
pasaba por grandes cambios. En esta reunión se destacó que para que la Unidad
IV pudiese
responder a las necesidades de las iglesias y de sus comunidades era necesario interpretar esos
cambios con espíritu profético. Parecía como que el mundo estaba sujeto
a crisis inesperadas y
más que nunca urgentes. Así pues, era necesario mejorar la preparación y
la capacidad de la
Unidad para poder responder rápidamente. Pero, ¿cómo podría
responder rápidamente y con
flexibilidad con recursos limitados?
b )la reciprocidad, pues los que sirven a los necesitados reconocen su propia necesidad de
recibir y que los necesitados tienen algo para dar;
c) actuar con los que se pretende servir, y no para ellos, ni por ellos o por encima de
ellos;
d) respetar el propio juicio de los necesitados por lo que respecta a sus necesidades y la mejor
forma de atenderlas;
e) dar los medios a los necesitados de ser dueños de su propio destino;
f) responder a las necesidades inmediatas y, al mismo tiempo, tratar de entender, resistir y
transformar los sistemas que los originan o las agravan;
g) compartir los recursos que promueven la vida;
h) permanecer fiel y negarse a abandonar a los necesitados, pese las dificultades;
i) reconocer el costo inevitable así como el beneficio;
j) rendir cuentas a los que se sirve;
k) no poner límites a la compasión.
b) La diaconía es mutua porque expresa nuestras necesidades comunes y
diferentes.
c) La diaconía nos induce a forjar un camino en el que podamos andar juntos.
d) La diaconía capacita a las personas para la participación y les da dignidad para
que puedan
conocerse a sí mismas y expresarse.
e) La diaconía reconoce el derecho a la libre determinación que Dios ha dado a
cada
comunidad.
f) La diaconía impugna la injusticia de manera global mediante acciones inmediatas y a
largo
plazo.
g) La diaconía protege y comparte los recursos que sustentan la vida.
h) La diaconía alimenta y sustenta las comunidades oponiéndose a su
marginación y su
exclusión.
i) La diaconía reconoce los riesgos inevitables que conllevan el dar y el recibir, el pedir
y el
conceder, al restaurar la comunidad dándole instrucción.
j) La diaconía nos ayuda a ser conscientes de las contradicciones entre lo que creemos,
lo que
decimos y lo que hacemos, y nos impulsa a una mayor integridad.
k) La diaconía expresa la compasión ilimitada de Dios sin abusar de la dignidad
del
servidor.
2) Las necesidades y los derechos de las mujeres marginadas y excluidas.
3) Las necesidades y los derechos de las personas marginadas por razones económicas y
políticas.
4) Las necesidades y los derechos de las personas desarraigadas.
5) Las necesidades y los derechos de las personas víctimas de los conflictos y las
catástrofes.
promover comunidades viables para los marginados y los oprimidos basadas en el respeto
de la dignidad humana,
1) trabajando con los marginados y los excluidos para lograr un compartir de recursos justo,
mediante modelos alternativos de cooperación internacional y una mejor
comprensión de la
diversidad de recursos que se necesitan (económicos, ecológicos, sociales,
culturales y
espirituales) para crear comunidades viables;
2) promoviendo acciones concretas de solidaridad que reflejen nuestro compromiso con un
compartir de recursos más justo en medio de la pobreza, el desplazamiento y la
exclusión cada
vez mayores, a los niveles local y regional;
3) promoviendo la capacitación y la autonomía de las comunidades para que
puedan descubrir
y desarrollar su potencial y sus recursos, y sea posible preservar la dignidad de las personas y
las comunidades y su derecho a determinar su propio destino;
4) promoviendo la formación de redes y la defensa de los derechos de comunidades
desarraigadas, marginadas y víctimas de conflictos y de catástrofes, para que
puedan
expresarse libremente a todos los niveles: local, nacional e internacional.
Durante los últimos decenios se ha reflexionado mucho acerca de la definición del compartir. La reflexión sobre quién debe compartir, qué debe compartir y con quién, en una perspectiva ecuménica y de desarrollo se ha ampliado para incluir nuevos enfoques, especialmente teniendo en cuenta que siguen persistiendo las desigualdades estructurales entre pueblos y regiones a pesar de los esfuerzos para eliminarlas.
En El Escorial, en 1987, Sithembiso Nyoni, originario de Zimbabwe, insistió en la necesidad de considerar los recursos en su totalidad, de tal manera que "compartamos lo que somos, antes de compartir lo que tenemos". Esta noción amplía el alcance del compartir y lo hace mucho más difícil en la práctica. Si lo único que hay que compartir es el dinero, entonces la cuestión de quién comparte qué, con quién, tiene fácil respuesta: los ricos países del Norte canalizan dinero hacia los países pobres del Sur.
Pero ¿qué significa compartir lo que somos? Una deducción inmediata es que todos nosotros compartimos algo con los demás, porque todos somos personas, todos somos "lo que somos". El compartir se convierte en un proceso dinámico, que puede o no entrañar la transferencia de dinero. También supone partir de una posición de relativa igualdad: si todos compartimos, todos tenemos algo que dar, algo que recibir y algo que aprender.
En su reunión de Bangkok, la Comisión habló en ese contexto de "resistencia simbólica y cultural". Se trata de una noción y de una práctica con posibilidades y promesas. Esa resistencia se refiere en parte a las convicciones y prácticas de las comunidades pobres y marginadas que tratan de luchar contra las fuerzas que los oprimen. Como veremos, las ideas y las actividades que esas comunidades planifican para superar sus dificultades son extraordinariamente creativas: constituyen una parte considerable de la esperanza para el futuro que todos compartimos. Si pensamos en esas expresiones populares como recursos para llevar a cabo el cambio, resulta evidente que tienen por objeto el compartir. Otra ventaja de esta forma de compartir es que es especialmente idónea para el compartir entre esas comunidades, en otras palabras: entre Sur y Sur.
De esta forma, y por otros medios, el compartir se convierte en una redistribución no sólo de las riquezas, sino también de los recursos psicológicos y espirituales, así como de las oportunidades. Trascendemos, así, una definición simplista del desarrollo como mera cuestión de economía, pasando a otra interpretación en la que se da valor a la vida en todos sus aspectos.
Además de esta reflexión ecuménica sobre el significado de solidaridad y de servicio mediante el compartir justo y equitativo de nuestros recursos, la Unidad promovió estudios para seguir de cerca y evaluar la práctica. En el estudio sobre "Motivaciones y consecuencias de la política de concentración" se hace un detenido análisis de las nuevas formas de cooperación para el desarrollo en el marco de las asociaciones ecuménicas. Este estudio y los debates conexos reflejan la preocupación fundamental respecto a la integridad y la viabilidad futuras del sistema del compartir de recursos ecuménicos. Los cambios geopolíticos, que determinan las políticas gubernamentales de desarrollo internacional, tienen una profunda influencia en las posibilidades y las limitaciones de los organismos ecuménicos internacionales de desarrollo. La nueva exigencia de eficacia, así como los nuevos criterios para evaluar las consecuencias y el éxito han modificado el tono de los debates. Todo esto da lugar a un momento de kairos, en el que debemos evaluar juntos cómo el entendimiento y la visión comunes del Movimiento Ecuménico pueden influir e influirán en nuestra forma de compartir y de trabajar unidos para promover la dignidad humana y una comunidad viable entre los marginados y los excluidos.
Estructuras para el compartir
1) Grupos regionales. Los grupos regionales establecidos, en 1972, por la CAISMR
tienen por objeto determinar las necesidades de las iglesias y establecer el orden de prioridades
para el trabajo ecuménico. Una tarea importante era seleccionar los proyectos que se le
presentaban para su financiación por las iglesias y los organismos ecuménicos de
cooperación.
Sin embargo, después de la reuniones de Lárnaca y de El Escorial, abandonaron
en gran parte
esa función y empezaron en cambio a analizar más detenidamente la
situación en cada región,
en particular la situación ecuménica, y a formular recomendaciones acerca de las
prioridades
ecuménicas y de la forma en que deberían compartirse los recursos y quién
debía hacerlo. Para
ello, necesitaban gozar de la máxima credibilidad y ser lo más representativos
posible. En
consecuencia, los grupos regionales incluyen actualmente entre sus miembros representantes
de las iglesias de la región, de organismos de cooperación del Norte, de la Unidad
IV, y de
redes y movimientos ecuménicos. También son miembros las organizaciones
ecuménicas
regionales. Los grupos regionales tratan también de incluir representantes del pueblo del
jubileo al que desean ayudar, especialmente mujeres, jóvenes y otros grupos
marginados.
Pueden estar también representados movimientos no relacionados con las iglesias, y
también
pueden ser miembros especialistas en determinadas cuestiones. Los grupos regionales deben,
en principio, realizar varias funciones importantes proporcionando:
2. Mesas redondas. Las mesas redondas patrocinadas por el CMI se iniciaron como
instrumento del compartir ecuménico de recursos entre las instituciones de
cooperación, como
alternativa al modelo de proyecto de desarrollo y financiación. Los proyectos
solían ser a
corto plazo, fragmentarios, sin relación unos de otros y sin fondos garantizados para
financiarlos. Se esperaba que la organización de mesas redondas y foros nacionales,
así como
la elaboración de documentos normativos permitiría una planificación
más estratégica de los
programas. Las oficinas regionales del CMI están particularmente bien situadas para
ello y
para apoyar a las iglesias cuando tratan de poner en práctica sus programas
ecuménicos. Las
mesas redondas estaban compuestas por representantes (del Norte y del Sur) de los consejos
nacionales de iglesias (CNI), organismos de financiación, juntas misioneras y el CMI.
Para
empezar, se estudiaron los programas y se decidió acerca de la financiación.
El hecho de que las mesas redondas presten una atención excesiva a las cuestiones de
dinero y
a las prioridades de los CNI, más bien que a las de las iglesias que estos representan, va
en
detrimento del enfoque global deseado. Sin embargo, la reorientación de su
funcionamiento
para que dejen de ser operativas y actúen más bien como coordinadoras las ha
convertido en
un foro altamente influyente y valioso para todas las entidades involucradas.
3. El Compartir de Recursos del Servicio de Refugiados y Migrantes. Durante los
últimos siete años, se desarrolló un sistema de compartir recursos de
común acuerdo con los
interlocutores del Servicio de Refugiados y Migrantes (SRM). Este proceso se basa en la
coordinación de la interrelación entre la política, los programas y el
compartir de recursos. Se
reforzaron los grupos de trabajo regionales ya existentes, compuestos por miembros de las
iglesias y especialistas, y se formaron otros nuevos, que se ocupan de establecer el orden de
prioridades para el trabajo ecuménico prácticamente en todas las regiones. Varios
de esos
grupos participan en la formulación de las recomendaciones al CMI sobre el compartir
de
recursos. Esta red mundial de grupos especializados permite al SRM la distribución de
material y de otros medios partiendo de la base de una evaluación general, mundial y
regional
de las necesidades y de las prioridades. El compartir de recursos a nivel regional está
vinculado a un sistema de intercambio interregional y mundial de perspectivas, y facilita tanto
la coordinación como la acción común entre las entidades concernidas. Esta
vinculación entre
política y financiación favorece el desarrollo y la utilización de experiencia
ecuménica
especializada.
4.Becas. Las becas del CMI, destinadas a las iglesias y a las organizaciones conexas,
tienen por finalidad aumentar la capacidad de esas organizaciones y promover el desarrollo de
su personal. Dado que las becas se consideran parte del compartir ecuménico de
recursos,
también se espera que los candidatos puedan aportar una contribución importante
al desarrollo
de las relaciones y de la comprensión entre las distintas iglesias y denominaciones.
El programa cuenta con una red de 160 corresponsales nacionales que trabajan con
comités
nacionales de becas, que se encargan del proceso de selección y velan por que las
solicitudes
enviadas al CMI incluyan todos los datos necesarios y ayudan a los becarios en sus
trámites
preliminares.
5. ACT (Acción Conjunta de las Iglesias). ACT Internacional es una red
ecuménica
mundial que se creó en 1995 para responder a la necesidad de mejorar la
distribución de los
recursos, y la capacidad y las acciones en el marco de las situaciones de urgencia. En 1996, la
ayuda de urgencia prestada por la red ACT totalizó 32 millones de dólares
EE.UU., de los
cuales frica recibió 20 millones; Asia y el Pacífico, 3,9 millones; Europa, 5,6
millones;
América Latina y el Caribe, 1 millón, y el Oriente Medio, 1,2 millón.
6. ECLOF (Fundación Ecuménica de Préstamos a las Iglesias). Este
sistema de crédito
ecuménico fomenta la dignidad y la autonomía ofreciendo préstamos a
interés bajo,
reembolsables en moneda local, a las iglesias y a las comunidades y los grupos de personas
marginadas y excluidas. ECLOF ha evolucionado con-siderablemente en los últimos
siete
años, mejorando la eficacia de los comités nacionales, que son los instrumentos
nacionales del
compartir de recursos.
Solidaridad, capacitación para la participación y
promoción de
derechos
Tradicionalmente se consideraba que mediante las "acciones prácticas" de la Unidad se
producían y canalizaban fondos gracias a sus distintos sistemas de compartir los
recursos. Sin
embargo, el personal de la Unidad y sus copartícipes consideran cada vez más
que posibilitar
acciones concretas y eficaces por parte de las iglesias de todo el mundo es el objetivo de la
interrelación de sus actividades - compartir de recursos, aumento de la capacidad
institucional,
acopio de información y análisis, y formación de redes de acción y
promoción de
derechos.
Aumento de la capacidad y de la autonomía. El aumento de la capacidad
mediante la
formación, el intercambio de información y el análisis y los intercambios
internacionales,
ha tenido siempre importancia prioritaria en el CMI, y se ha fomentado mediante programas
como las becas ecuménicas, que siguen siendo la principal puerta de entrada en la vida
ecuménica para muchas personas. En 1994, por ejemplo, se concedieron 275 becas, el
66 por
ciento a hombres y el 34 por ciento a mujeres. Se prevé aumentar en el futuro el
número de
becas para mujeres.
Los grupos regionales y las mesas redondas determinan a menudo las necesidades de
formación de las iglesias y de las comunidades. Un ejemplo es un taller organizado en
abril de
1997 en Freetown, Sierra Leona, a petición del grupo regional africano, para ayudar a
desarrollar una estrategia para la capacitación de las mujeres en sus respectivos
países y en la
subregión. En el taller estuvieron representados cinco países. Esta reunión
es un ejemplo de
los esfuerzos concertados de la Secretaría para frica y del Programa de Becas, e ilustra
el
cambio desde el sistema de proyectos y becas individuales al de una planificación y
programación más estratégicas y sistemáticas en la esfera de la
capacitación institucional.
En los últimos años la labor de las secretarías regionales se ha centrado en
las iniciativas de
capacitación para responder a las situaciones de urgencia. Al aumentar e
internacionalizarse el
trabajo de emergencia, es cada vez más importante que el CMI ayude a las iglesias
locales y a
las poblaciones indígenas a intervenir en esas situaciones. Para responder a las
situaciones de
emergencia, es indudable la importancia de la participación activa de las iglesias locales
en los
servicios de consejos, en la reconciliación de la comunidad y en las tareas de
reconstrucción.
Unida a la tarea de la capacitación institucional está la creciente necesidad de
formación
ecuménica. De ahí la importancia de talleres regionales y mundiales con
dirigentes de iglesias y
ecuménicos, así como con personal de organismos internacionales. Se ha
elaborado un
programa que los organismos de cooperación podrán utilizar con los nuevos
miembros del
personal y con aquellos otros que no estén familiarizados con el Movimiento
Ecuménico y sus
objetivos. En las regiones, la atención se ha centrado en la futura viabilidad del
Movimiento,
fomentando la autonomía y la renovación.
Por último, la Unidad ha tratado de desarrollar y promover directrices sobre cuestiones
de
género para la labor de compartir y servir, consciente de que este enfoque ofrece una
nueva
forma de realizar la visión de comunidad basada en la igualdad entre hombres y mujeres
y en el
respeto mutuo.
Formación de redes de acción y promoción de derechos. La
formación de redes de
acción y promoción de derechos permite relacionar el plano local con el plano
mundial.
La formación de redes permite que comunidades diferentes pero preocupadas por el
mismo
problema se conozcan entre sí.
Mediante la promoción de derechos es posible sensibilizar a los organismos de
cooperación e
instancias de toma de decisiones internacionales por lo que respecta a problemas
específicos (y
sus distintas manifestaciones locales). Cabe señalar que los grupos marginados son
excluidos
sistemáticamente de la adopción de decisiones que afectan su vida. La
mundialización de la
toma de decisiones políticas y económicas ha hecho prácticamente
imposible determinar quién
es, en último término, responsable de las medidas que afectan profundamente a la
población
local. Si queremos que se oiga la voz de la iglesia, es necesario que participe en la toma de
decisiones a nivel nacional e internacional.
Para ser eficaz, la promoción de derechos debe realizarse en los planos local, nacional e
internacional. A nivel local eso significa dar los medios a los grupos y las comunidades para
que puedan expresar su opinión e influir en las decisiones que tome la
administración local, a
fin de mejorar las condiciones de vida de las personas. A nivel nacional, significa alentar y
apoyar la mediación de las organizaciones eclesiales nacionales y ecuménicas, y
exhortar a los
dirigentes de iglesias para que tomen parte en los debates de política nacional. A nivel
internacional, significa tratar de influir en las organizaciones ecuménicas, en las
instituciones
intergubernamentales y en las Naciones Unidas. La mundialización ha reducido
drásticamente
el poder de los gobiernos nacionales para asumir esta función; de ahí la
importancia de los
esfuerzos del CMI.
Este enfoque global de la promoción de derechos requiere un seguimiento y una
evaluación
cuidadosos, así como una planificación y coordinación adecuadas para
lograr la máxima
eficacia y la necesaria adaptación según la experiencia y los resultados. Sobre
todo, la
promoción de derechos debe basarse en criterios éticos, evitando siempre poner
en peligro
vidas humanas. Por ejemplo, muchas iglesias están expuestas a persecución
debido a su
condición de minoría o porque su país está gobernado por un
régimen opresivo. En otros
casos, las iglesias pueden estar próximas al poder o verse de algún modo
privilegiadas por el
Estado. Por supuesto que ambas situaciones van acompañadas de ciertos problemas y
riesgos.
La concientización respecto a la formación de redes de acción y
promoción de derechos hace
necesario el uso apropiado y profesional de información a fin de poder comunicar tanto
los
problemas que preocupan como los signos de esperanza. Las muchas cosas buenas que se han
conseguido y que se están consiguiendo en todo el mundo, todas las cuales han
significado un
avance para la vida de muchísimas personas, deben tenerse presentes como ejemplo y
modelo
de lo que es posible. Esas iniciativas son otras tantas señales positivas de esperanza y de
fe.
La organización de campañas internacionales es a veces el medio más
eficaz de llamar la
atención acerca de graves problemas de alcance mundial y de lograr cambios en la
política
internacional. Paralelamente a las iglesias miembros, el CMI ha iniciado en los últimos
años
varias campañas importantes, y ha participado en otras. En cada caso, el punto de
acceso fue
un compromiso fundamental con el pueblo del Jubileo: las mujeres, los niños, los
desarraigados y los marginados por razones políticas y económicas.
1. Solidaridad con las personas marginadas por razones políticas:
Formación de
redes de acción y promoción de derechos con las iglesias para oponerse a los
ensayos
nucleares en el Pacífico La reanudación de los ensayos nucleares franceses en
Moruroa y
Fangataufa en 1995 causó estupor y desilusión en todo el mundo, pero sobre todo
en el
Pacífico. A ese respecto, la Secretaría para el Pacífico y la
Secretaría de Comunicaciones de la
Unidad IV se ocuparon de la coordinación de la acción: recibiendo y difundiendo
información,
produciendo material de información, (en particular tarjetas postales, un documento de
estudio
y un cartel), y participando en una amplia serie de reuniones en Europa y en manifestaciones
de protesta y entrevistas en Ginebra. El grupo llamado Europe-Pacific Solidarity (EPS)
desempeñó una función importante en esta acción. El informe de la
Unidad IV presentado al
Comité Central del CMI en septiembre de 1995 fue el punto de partida de un proyecto
de
investigación sobre los efectos de los ensayos nucleares para la salud y el bienestar de la
población de la Polinesia francesa; y en octubre de 1997, el Grupo EPS publicó el
estudio
"Moruroa y nosotros: experiencias de los polinesios durante 30 años de ensayos
nucleares en
el Pacífico francés". Se pudo determinar, así, que el 16 por ciento
tenía menos de 17 años
cuando empezaron a trabajar en las centrales de experimentación nuclear francesas. Tan
pronto como se hizo público el estudio, provocó reacciones en todo el mundo, en
particular en
Francia y en la Polinesia francesa, así como en otros Estados insulares del
Pacífico.
2. Solidaridad con las personas marginadas por razones económicas:
formación de
redes de acción para promover la cancelación de la deuda de los países
más pobres al entrar en
el año 2000. Desde hace tiempo el CMI, las iglesias y las organizaciones conexas
han
dado importancia prioritaria a ayudar a contrarrestar los efectos de la deuda externa en los
países más pobres. Una evaluación del sistema financiero internacional
efectuada por el Grupo
Consultivo del Consejo sobre Cuestiones Económicas sirvió de base para una
declaración del
Comité Central sobre la Deuda Externa, ya en 1985; y el CMI ayudó a organizar
en Berlín una
reunión de información y debate sobre el problema de la deuda, en 1989.
Más recientemente,
el Consejo ha estado analizando la crisis de la deuda en el contexto de la tradición del
Jubileo.
En septiembre de 1997, el Comité Central pidió que se preparase un plan de
acción ecuménica
para hacer frente al problema de la deuda que sirviera de apoyo a la labor del CMI por lo que
respecta a la mundialización, los movimientos sociales y la exclusión. El
Comité Central
recomendó que el CMI ayudase a las iglesias miembros, en colaboración con las
otras
organizaciones ecuménicas, a 1) preparar un plan de acción ecuménica para
apoyar la
cancelación de la deuda externa de los países más pobres para el año
2000, y 2) a mancomunar
esfuerzos en el marco de este plan de acción para elaborar una declaración
conjunta de las
iglesias que pudiera ser aprobada en la Asamblea de Harare.
Las iglesias y las organizaciones conexas han realizado también investigaciones,
actividades de
presión y campañas para movilizar la opinión pública y los gobiernos
en relación con este
problema. Se ha convocado una consulta para preparar una declaración a la que
responda la
Asamblea, establecer un plan de acción ecuménica y elaborar una estrategia para
crear un
mecanismo internacional que impida que se repita el ciclo de la carga de la deuda impagable.
La metodología se basará en el intercambio de experiencias entre iglesias y
organismos.
3. Solidaridad con los niños: Formación de redes de acción y
promoción de los
derechos y de la dignidad de los niños. Desde 1990, la Secretaría de la
Unidad IV para
América Latina y el Caribe ha trabajado con el Consejo Latinoamericano de Iglesias y el
Consejo Nacional de Iglesias de los Estados Unidos para establecer una red de niños
marginados. En un principio, se encargaron de establecer esa red grupos de niños y
adultos
que trabajaban con niños en zonas no atendidas habitualmente por las iglesias. En esas
zonas,
los niños son a menudo víctimas de la violencia; por ejemplo, en Brasil, los
niños de la calle
pueden ser el blanco de los escuadrones de la muerte de la policía para "limpiar las
calles"; en
la República Dominicana, los niños pueden ser abandonados cuando sus padres
son
deportados a Haití.
Inspirándose en la experiencia de América Latina y en sus relaciones con las
iniciativas de los
niños en otras regiones, la Unidad IV empezó un proceso de apoyo de los
derechos de los
niños marginados. El objetivo era apoyar la función mediadora de los mismos
niños y
respaldar la solidaridad de las iglesias con ellos. El elemento central de la estrategia es la
formación de una red ecuménica mundial de niños.
En mayo de 1996, se celebró en Ginebra una consulta entre cuyos participantes
figuraban
nueve niños procedentes de cinco continentes. Esos niños, que demostraron un
valor enorme y
gran discernimiento, expusieron con todo realismo los problemas específicos de los
niños de la
calle, entre otros, la explotación sexual y el trabajo infantil. Cabe señalar que el
CMI es una de
las pocas organizaciones que da la posibilidad a los propios niños de defender sus
derechos y
que reconoce la capacidad de los niños para abordar sus propios problemas.
Una segunda consulta se celebró en Brasil en octubre de 1997. Más de 30
niños y jóvenes se
reunieron con adultos, en representación de 25 países. Los participantes
aprobaron un plan de
acción en el que se establecían las próximas etapas para el desarrollo de la
red hasta la
celebración de la Asamblea y después.
4. Solidaridad con el forastero: Formación de redes y promoción del
Año
Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Personas Desarraigadas, 1997. La
urgencia de la situación mundial de refugiados, personas internamente desplazadas y
migrantes
condujo a la elaboración de una nueva declaración normativa del CMI sobre los
desarraigados,
los desplazados internos y los migrantes, aprobada por el Comité Central en septiembre
de
1995, con el título "Ha llegado el momento de optar por la solidaridad con las personas
desarraigadas". Esta declaración fue el resultado de un proceso de consulta y
diálogo de 18
meses de duración que llevó a cabo el SRM con iglesias miembros y organismos
de
cooperación conexos de todo el mundo, muchos de los cuales elaboraron sus propias
propuestas celebrando para ello consultas con sus miembros.
Además de la declaración normativa, el Comité Central aprobó dos
resoluciones referentes a
su aplicación: se pidió a las iglesias que celebraran 1997 como Año
Ecuménico de Solidaridad
de las Iglesias con las Personas Desarraigadas; y a las congregaciones locales, que recogieran
firmas para protestar contra la fabricación de las minas antipersonal y para instar a la
inmediata
destrucción de las ya existentes.
La inauguración del Año Ecuménico en Ginebra tuvo lugar en marzo de
1997 en ocasión de la
reunión anual de la Red Ecuménica Mundial del CMI para los Desarraigados. Las
iglesias
reaccionaron con entusiasmo y muchas de ellas decidieron extender la campaña hasta
1998,
reafirmando así el compromiso ecuménico mundial con millones de refugiados,
desplazados
internos y trabajadores migrantes. Reanudando el debate sobre lo que significa ser la Iglesia
del Forastero, las iglesias han considerado qué medidas son necesarias para expresar en
la
práctica su solidaridad con los desarraigados.
Como parte de la Campaña Internacional contra las Minas Terrestres, el CMI
recogió firmas
en apoyo de la campaña y trabajó en estrecha colaboración con la
Federación Luterana
Mundial para promover una toma de conciencia sobre la necesidad de prohibir el empleo de
este tipo de armas, y apoyó la participación de las iglesias en la
campaña.
5. Solidaridad con las mujeres: Formación de redes de acción y
potenciación de
las mujeres mediante la aplicación de un enfoque de género. Habida cuenta de
la larga
historia de compromiso del CMI con la causa de las mujeres expresado últimamente en
el
Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres, la Unidad IV se ha
esforzado por promover una toma de conciencia en relación con las necesidades y el
potencial
de las mujeres, asignando recursos para actividades de promoción de derechos,
desarrollo y
comunicaciones.
Como se ha dicho anteriormente, el Programa de Becas ha tratado de alentar un número
mayor de candidaturas de mujeres. El nuevo impulso dado a las becas de menor
duración y la
promoción de las instituciones de enseñanza del Sur ayuda también a las
mujeres cuyas
obligaciones domésticas tradicionales les impiden pensar en la posibilidad de una
formación.
A nivel internacional, el SRM actuó como miembro fundador del grupo de trabajo
internacional de organizaciones no gubernamentales, que copatrocinó la primera
consulta de
mujeres refugiadas (1989), de cuyas conversaciones oficiosas resultó la creación,
en 1991, de
una oficina especial dentro de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados (ACNUR) para ocuparse de las necesidades de las mujeres refugiadas.
En su reunión de 1993, la Comisión de la Unidad IV reconoció que sigue
habiendo un abismo
entre los compromisos expresos con las mujeres y las acciones prácticas. Desde
entonces,
todas las oficinas han reexaminado el trabajo que llevan a cabo con las mujeres en los grupos
regionales y han tratado de reflejar esos compromisos en todos sus ámbitos de
responsabilidad.
En respuesta a la continua necesidad de hacer frente a la cuestión de las disparidades
basadas
en el género en el trabajo de la Unidad, la Comisión decidió en su siguiente
reunión
(Alejandría, 1995) que las necesidades y los derechos de las mujeres marginadas y
excluidas
deberían ser uno de los cinco temas prioritarios de la labor de la Unidad. La
Comisión
reconoció que la solidaridad con las mujeres del jubileo no debía hacer recaer
totalmente la
responsabilidad del cambio en las mujeres ni colocar aparte sus problemas con la etiqueta de
"cuestiones y proyectos de las mujeres". La Comisión recomendó que la Unidad
aplicase a
este trabajo un enfoque de género.
Durante un período de seis meses, todo el personal de la Unidad examinó la
posibilidad de
llevar a cabo su trabajo desde una perspectiva de género. Un grupo de promoción
de los
derechos de las mujeres formuló una serie de directrices: "Orientaciones sobre
cuestiones de
género: promover la espiritualidad en el compartir y el servir". El punto central del
enfoque de
género desde el cual se desarrollaron esas orientaciones es el entendimiento de que el
designio
de Dios para la humanidad se expresa en su amor redentor por la totalidad de la
creación, de la
que mujeres y hombres son participantes en pie de igualdad.
Las orientaciones se prepararon para ayudar a las secretarías de la Unidad IV a
examinar las
relaciones entre hombres y mujeres en el trabajo diario y en el contacto con los interlocutores
regionales y locales. También se están aplicando en cuestiones de política,
de planificación y
de control y evaluación de los proyectos.
La regionalización de la Unidad IV es una respuesta a la necesidad de
delegar responsabilidad y poder. Para llevar a cabo esta forma de compartir, en la Unidad IV
se han creado seis estructuras principales: Grupos Regionales, Mesas Redondas, el Servicio de
Refugiados y Migrantes, el Programa de Becas, una respuesta en casos de urgencia (ACT) y la
Fundación de Préstamos a las Iglesias(ECLOF).
Los grupos regionales también han facilitado la comunicación de su trabajo y el
intercambio de
información entre las regiones.
Acciones prácticas. Hablar de solidaridad es hablar de
personas
solidarias. Podemos solidarizarnos con las creencias, los valores y los objetivos de otros, pero
si esa actitud no se manifiesta de forma concreta, no sirve para mucho. A medida que ha ido
evolucionando en su conjunto, la Unidad IV ha ido asumiendo cada vez más una
función de
facilitación y promoción de (según se dice en su mandato) "acciones
prácticas de solidaridad
que reflejen nuestro compromiso con un compartir de recursos más justo en medio de la
pobreza, el desplazamiento y la exclusión crecientes, en los planos local y regional".
En la evaluación se apoyaba firmemente el contenido de la declaración sobre la visión ecuménica y se incluían los siguientes componentes:
Compartir los recursos de forma equitativa
Los grupos regionales han abandonado su función tradicional de selección de
proyectos para
dedicarse al examen de la política a seguir y el diálogo. Han tratado de fomentar
la
cooperación entre el creciente número de interlocutores ecuménicos y de
redes, y de ofrecer
un marco que favorezca la crítica y el estímulo recíprocos. Para
responder a las necesidades
del Consejo en su conjunto, se prevé que esos grupos tengan un papel cada vez
más
importante.
Se ha examinado detenidamente el funcionamiento de las mesas redondas y se está
procediendo actualmente a su reactivación sistemática. Se espera ampliar el
número y la
importancia de las mesas redondas siempre que el CMI pueda asegurar el funcionamiento de
este instrumento. Los criterios para evaluar la calidad y la eficacia se establecen claramente en
las nuevas directrices ecuménicas para las mesas redondas.
Acciones concretas de solidaridad
La función del CMI ha consistido cada vez más en permitir a las redes entrar en
funciones
siempre que una serie de diversos actores, locales e internacionales, puedan coordinar sus
esfuerzos y aumentar al máximo sus resultados. Sin embargo, esa tarea no es puramente
administrativa. La función del CMI consiste en mantener viva una visión y en dar
a conocer
los valores y la forma de trabajar juntos garantizando que las acciones prácticas no
estén
condicionadas por el dinero ni por las decisiones de los donantes. El CMI tendrá que
explicar
mucho más en el futuro cómo llevar a cabo eficazmente esa tarea de
facilitación. Un paso
importante en esa dirección es la creación de redes de acción coherentes y
eficaces como ACT
y ECLOF, así como plataformas para la adopción de decisiones y el compartir de
recursos,
como grupos regionales y mesas redondas.
Formación ecuménica y aumento de la capacidad
institucional
Todas las secretarías regionales han participado en la formación, principalmente
por medio de
talleres. Los grupos destinatarios de esta formación, en particular, la formación en
planificación y gestión de proyectos, fueron organizaciones ecuménicas
regionales, consejos
nacionales de iglesias, miembros de mesas redondas, organizaciones no gubernamentales
relacionadas con las iglesias y organismos locales de cooperación. En América
Latina, como
resultado de una serie de talleres, se creó una red regional que brinda ahora un espacio
para
reflexión a más de 50 grupos e iglesias relacionados con la Secretaría
Regional.
La preparación para casos de urgencia es otro sector prioritario para las iniciativas de
capacitación. Las regiones del Pacífico, Asia, América Latina, el Caribe y
Europa apoyaron la
celebración de talleres con esa finalidad, a menudo en colaboración con ACT.
Respondiendo a la necesidad de evitar las situaciones de dependencia, muchas regiones han
empezado a promover el crédito como una posibilidad de financiación. Para
algunas regiones,
en particular frica, esto representa un cambio enorme con respecto al sistema basado en las
donaciones. ECLOF fue el instrumento elegido durante muchos años en algunas
regiones para
fomentar esta idea.
La formación ecuménica se ha convertido en una urgente prioridad en el curso de
estos
últimos siete años. En muchos casos no se tiene plena conciencia de la
importancia del
"enfoque ecuménico". Eso se debe a los cambios del personal dirigente, a la
evolución y
secularización en los organismos ecuménicos conexos y a la dificultad, a nivel
local, de pensar
de forma ecuménica en lugar de confesional.
Formación de redes de acción y promoción de
derechos
La Red Ecuménica Mundial para los Niños no se prevé como una red
permanente del CMI.
Se ha formado con objetivos a corto plazo. Gradualmente irá prescindiendo del apoyo y
de los
servicios que le presta actualmente el CMI, para que llegue a ser una estructura
autónoma.
Las redes relacionadas directamente con la labor del compartir de recursos, esto es, los
Grupos Regionales, las Mesas Redondas, ACT y ECLOF, son de carácter aún
más
permanente y su función es tan esencial que es importante que el personal de Ginebra
lleve a
cabo su labor con eficacia y espíritu de colaboración. En realidad, se trata de una
formación
híbrida de organismos representativos (comités o grupos consultivos) elegidos
por los órganos
rectores del CMI (entre otros) y redes de participantes que aúnan sus esfuerzos para
cooperar.
En su sentido amplio, el término "red" refleja el carácter dinámico del
trabajo. Sus estructuras
no son rígidas sino que evolucionan a medida que cambian los contextos y las
necesidades.
Esta flexibilidad está absolutamente en consonancia con el futuro modelo y estilo de
trabajo
del Consejo.
La clave del éxito de todas esas redes son las relaciones y la comunicación. No
puede haber
relaciones sin confianza y responsabilidad compartida; tampoco puede haber
comunicación si
no se comparten abierta y sistemáticamente la información y las ideas. Así
pues, teniendo en
cuenta que las directrices ecuménicas con su formulación actual han perdido
vigencia, nos
sentimos interpelados para elaborar nuevas directrices éticas que sean más
idóneas.
Durante el período en examen se fortalecieron considerablemente las
redes
y plataformas para la planificación común, el compartir de recursos y la
acción. Los
organismos de cooperación apreciaron mucho la formación de la red de directores
y directoras
de organismos de cooperación, y se espera que esto se desarrolle más en los
próximos años
como una plataforma para el debate y la colaboración entre organismos de
cooperación y el
CMI acerca de diversos problemas comunes relacionados con la cuestión del compartir,
la
solidaridad y la justicia.
El trabajo del CMI se conoce en todo el mundo porque es un trabajo
concreto. Al apoyar y acompañar a las iglesias y los grupos locales, trata de aportar
algo
concreto. La evaluación ha permitido determinar las dimensiones de ese trabajo y
evaluar así
su alcance y sus resultados.
Este elemento de la tarea del Consejo es cada vez más importante
para la
comunidad ecuménica. Se trata de un punto de capital importancia para el futuro.
Todos los
interlocutores a los que se ha consultado han encontrado este aspecto alentador y beneficioso.
Según dijo uno de ellos, "como resultado de la aportación y del apoyo de la
Unidad IV del
CMI, varios consejos cristianos han efectuado una evaluación que los ha llevado a
cambiar de
estrategia y a mejorar la imagen y la actuación de los consejos en frica Occidental".
La Unidad IV apoya diferentes formas de redes. Algunas son redes
permanentes, cuyo trabajo está relacionado directamente con el mandato y las
actividades de
los equipos de personal. Ejemplo de esto es la Red Ecuménica Mundial para los
Desarraigados, creada por el CMI con sus iglesias miembros y organizaciones
ecuménicas, de
la que se ocupa la Secretaría de Ginebra. Lo mismo puede decirse de la Red
Ecuménica
Mundial para los Niños.