consejo mudial de iglesias


Informe del Secretario General
Document No. PL 4.1


1. Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre y Señor Jesucristo (Ro 1:7). Con las palabras de este saludo apostólico, les doy la bienvenida a esta Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias. Les doy la bienvenida a ustedes, los delegados, que representan a más de 330 iglesias miembros del Consejo y que, en su mayoría, han recorrido grandes distancias para llegar hasta aquí. Para muchos se trata no sólo de su primera visita a África, sino también de la primera vez que participan en una reunión ecuménica de esta envergadura. Que Dios, por medio del Espíritu Santo, bendiga nuestros encuentros, deliberaciones y decisiones. Saludo a todos ustedes que están aquí en calidad de representantes delegados, de observadores, de asesores o de invitados de honor, y cuya presencia nos hace tomar conciencia de que el Movimiento Ecuménico es más amplio que el CMI, aunque éste sea una parte esencial. Doy la bienvenida a los numerosos visitantes, cuya presencia nos recuerda que millones de cristianos en todo el mundo están acompañando esta Asamblea con sus pensamientos y oraciones.


Rev. Dr Konrad Raiser

Por último, deseo saludar muy especialmente a los representantes de las iglesias de Zimbabwe, nuestros huéspedes. A todos aquellos que, durante estos últimos meses y años, aquí en Zimbabwe, se han afanado para preparar este acontecimiento, les agradecemos el sentido de entrega que han demostrado y la hospitalidad que nos están brindando.

Una Asamblea de aniversario

2. Todas las asambleas del CMI han sido acontecimientos importantes, atrayendo la atención más allá de los círculos de las iglesias cristianas. Esto es verdad de manera muy especial para esta Octava Asamblea. Nos estamos reuniendo 50 años después de la Asamblea inaugural del CMI, celebrada en Amsterdam, en 1948. A lo largo de este año 1998, muchas iglesias en todo el mundo se han sumado a las celebraciones de este "jubileo ecuménico". Actos especiales han tenido lugar en Ginebra, Amsterdam, Evanston, Nueva Delhi, Uppsala, Nairobi, lugares donde se celebraron anteriores Asambleas; en Toronto, Berlín, Buenos Aires, Johannesburgo, ciudades en las que tuvieron lugar reuniones importantes del Comité Central; y en numerosos otros lugares. Cientos de miles de cristianos de todo el mundo han ido formando una cadena de oración, "camino a Harare". Hoy estamos aquí para reafirmar el pacto concertado por los delegados en la Primera Asamblea al constituir el Consejo Mundial de Iglesias, y para renovar nuestro compromiso en comunión unos con otros y "responder juntos a nuestra vocación común, para gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo".

3. La creación del CMI hace 50 años, fue un acto de fe. El mundo estaba buscando un nuevo orden tras la devastación que había dejado la Segunda Guerra Mundial, y se encontraba ante el peligro de

una nueva confrontación a comienzos de la guerra fría y de su amenaza nuclear. Las iglesias, que habían sido puestas a prueba en su ser más profundo y en su fe, se enfrentaban con la urgente tarea de la reconstrucción y la reconciliación. En un "Llamamiento a las iglesias en relación con la Primera Asamblea", formulado en abril de 1947 por el Comité Provisional del CMI, se invitó a todos los cristianos a unirse en una sincera oración "a fin de que la Primera Asamblea. . . sea una oportunidad para que Dios haga realidad un nuevo nacimiento de las iglesias, y que, en la unidad de la fe, las iglesias se comprometan con nuevo ardor con la tarea común de proclamar Su palabra y hacer Su obra entre las naciones". No había precedente de la formación de un Consejo de Iglesias a nivel nacional o confesional, y nadie sabía si este nuevo marco sería viable. En su informe a la Asamblea, el Secretario General, Dr. Willem Adolf Visser ‘t Hooft, describió el objetivo del Consejo con estas palabras: "Somos un Consejo de Iglesias, y no el Consejo de una Iglesia indivisa. Nuestro nombre indica nuestra debilidad y nuestra vergüenza ante Dios, porque sólo puede haber y sólo hay, en última instancia, una Iglesia de Cristo en la Tierra. . . Así pues, nuestro Consejo representa una solución de emergencia - una etapa en el camino - un organismo que vive entre el tiempo de completa separación de las iglesias unas de otras y el tiempo - en la tierra o en el cielo - en el que será una verdad visible que hay un sólo pastor y un sólo rebaño".

4. El tema de la Primera Asamblea, "El desorden del hombre y el designio de Dios", hacía eco de la doxología del prólogo a la Epístola del apóstol San Pablo a los Efesios: "Dios nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra" (Ef 1:9-10, Reina Valera 1995). Sólo a la luz de este designio de Dios en Cristo es posible, como Karl Barth recordó a la Asamblea, discernir y hacer frente, sinceramente y sin autojustificación, a las causas principales del desorden humano y a la responsabilidad que comparten todas las iglesias. Y la creación del CMI debe entenderse como un acto de fe y de obediencia a la voluntad de Dios revelada en Cristo. El mensaje de Amsterdam expresó esa afirmación en su párrafo de introducción: "Bendecimos a Dios nuestro Padre, y a nuestro Salvador Jesucristo, que reúne a todos los hijos de Dios que están dispersos, y que nos ha traído a Amsterdam. Estamos separados unos de otros no sólo por cuestiones de doctrina, constitución eclesiástica y tradición, sino también por orgullos de nacionalidad, clase y raza; pero Cristo nos ha hecho suyos, y Él no está dividido. Al buscarle a Él, nos hemos encontrado unos a otros. Aquí en Amsterdam nos hemos consagrado de nuevo a Él, y hemos pactado unos con otros al constituir este Consejo Mundial de Iglesias. Estamos firmemente decididos a permanecer juntos, e instamos a las congregaciones cristianas del mundo entero a apoyar y cumplir este pacto en sus mutuas relaciones. Agradecidos a Dios, dejamos en sus manos el futuro".

5. Cincuenta años más tarde, este pacto continúa vigente. Muchos han sido los cambios en las relaciones de las iglesias unas con otras. Iglesias que se desconocían unas a otras han pasado a ser prójimas, y las que se miraban con desconfianza, son actualmente amigas. Hay una conciencia cada vez mayor de que todas las iglesias, a pesar de lo que aún las separa, pertenecen a la única familia ampliada de los hijos de Dios. De una comunidad de iglesias principalmente protestantes y ortodoxas de Europa y América del Norte, el Consejo ha pasado a ser un organismo verdaderamente mundial. El CMI ha propiciado el testimonio y el servicio en común de las iglesias y, actualmente, las iglesias de todo el mundo están unidas unas con otras en una red de colaboración ecuménica multifacética. La misión de defender la causa de la justicia y la dignidad humana, de tratar de discernir y de ejercer tanto "el ministerio sacerdotal de reconciliación como el ministerio profético del conflicto liberador" (M.M. Thomas) ha puesto a prueba, a veces, a esta comunidad, y el Consejo no siempre ha salido ileso. Ciertamente el compromiso de Amsterdam "estamos decididos a permanecer juntos" no se ha dejado de lado. Por todo ello, no podemos menos que dar gracias a Dios, por haber permitido a las iglesias no sólo permanecer juntas, sino seguir adelante y crecer juntas.

6. Ahora bien, en momentos en que conmemoramos la fundación del CMI y celebramos su cincuentenario, no podemos dejar de percibir señales de incertidumbre acerca del objetivo de esta comunidad en el Consejo y dudas acerca del futuro del Movimiento Ecuménico como un todo. Estamos, aparentemente, en una encrucijada. Se nos proponen diferentes concepciones del ecumenismo, y no es claro el camino que tenemos por delante. Se manifiestan sentimientos de frustración por el hecho de que la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia aún no ha abierto el camino hacia una verdadera koinonía. También difieren grandemente las concepciones de la misión cristiana en un mundo de pluralidad religiosa y cultural. Y al responder a los efectos del rápido proceso de mundialización sobre la vida de las comunidades humanas, se pone en tela de juicio el pensamiento y la acción sociales ecuménicas. El fin del milenio que se acerca refuerza la impresión de que esta incertidumbre en relación con el ecumenismo es parte de un proceso más profundo de transición que apunta a una nueva época histórica muy diferente de la situación que prevalecía en la época en que fue creado el Consejo Mundial de Iglesias. Muchas de las iglesias que han dado forma a la vida y el testimonio del CMI durante estas décadas pasadas, se ven ahora confrontadas con problemas internos, y optan, a veces, por centrarse en el mantenimiento de su propia integridad. Al mismo tiempo, el ecumenismo local está floreciente en muchos lugares. Animados procesos de renovación y de crecimiento de la vida y el testimonio cristianos tienen lugar fuera de la comunidad del CMI. ¿Qué significa todo esto para el futuro del Consejo?

Un jubileo ecuménico

7. No fue por casualidad que el CMI decidió aceptar, hace más de cuatro años, la invitación de las iglesias de Zimbabwe para celebrar la Octava Asamblea en Harare en lugar de la invitación de las iglesias de los Países Bajos de celebrar nuevamente una Asamblea en Amsterdam. Esa decisión era una señal de que la Asamblea del cincuentenario del CMI no debía ser sólo una ocasión para mirar hacia atrás rememorando esos decenios y todos los cambios transcendentales que han aportado al mundo, las iglesias y el Consejo, sino una oportunidad de discernir los desafíos actuales con que se enfrenta el Movimiento Ecuménico, y de mirar hacia adelante al siglo XXI. No hay duda de que el futuro del cristianismo y del Movimiento Ecuménico se forjará sobre todo en regiones como África y América Latina más bien que en las regiones septentrionales del cristianismo histórico. Todo permite pensar que a comienzos del siglo XXI África será el continente con mayor población cristiana. Al mismo tiempo, es en África donde se manifiesta con mayor claridad el desorden del actual sistema mundial, y la marginación y fragmentación de sociedades enteras. El período de luchas por la liberación en África, durante los años 1970, correspondió a una de las fases más controvertidas de la historia del CMI. Aún está viva en la memoria la crisis causada por la donación al Frente Patriótico de Zimbabwe/Rhodesia, en 1978. La decisión de celebrar en Harare la Octava Asamblea fue una expresión de nuestra determinación de no cejar en nuestra solidaridad con las iglesias y la población africana en su búsqueda de nuevos cimientos en los que sea posible afirmar su identidad y reconstruir formas viables de vida comunitaria. En un conjunto de "Directrices normativas para la labor del CMI en África", el Comité Ejecutivo, en febrero de 1995, declaró que "aunque las iglesias y los pueblos de África están luchando por una nueva cultura política y social, el desafío del Movimiento Ecuménico es apoyar la esperanza y la visión de una comunidad humana viable para todo el pueblo africano". Esto significa que nuestra Asamblea aquí en Harare deberá estar muy atenta a lo que Dios nos dice hoy por medio de África.

8. El tema de la Asamblea: "Buscad a Dios con la alegría de la esperanza" se ha formulado con ese telón de fondo. En una situación de creciente desorden y resignación, estas palabras son una nueva reafirmación de la fidelidad de Dios expresada en el tema de la Asamblea de Amsterdam. El Dios que se nos invita a buscar no es el soberano y juez inaccesible del destino de la humanidad, sino el Dios de la alianza con Noé, Abraham y Moisés, que se volvió a nosotros en Jesucristo, ofreciendo reconciliación y plenitud de vida para todos. "Buscad a Dios" es una invitación a tener confianza en la fidelidad de Dios en medio de la confusión y las incertidumbres de nuestros tiempos. Descubrir el rostro amoroso de Dios que se vuelve hacia nosotros en el Cristo crucificado y resucitado, asentar nuestra vida en la fidelidad de Dios - esto es lo que el Nuevo Testamento llama metanoia, en el doble sentido de comprometerse con firmeza y de abandonar falsas lealtades.

9. En esta Epístola a los Romanos, el Apóstol Pablo describe vívidamente la dinámica de este proceso de reorientación: "Por lo tanto, hermanos y hermanas, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Ro 12:1-2). Pablo dice a continuación que esta transformación deja de ser una experiencia personal interior para pasar a ser la expresión de la renovación de la vida de la comunidad. Utilizando la imagen del cuerpo y de sus diferentes miembros, Pablo traza el perfil de una comunidad cristiana que vive concretamente su compromiso con Dios. Entre las muchas exhortaciones encontramos también la segunda parte de nuestro tema: "Con la alegría de la esperanza" (Ro 12:12). Este era el mensaje de esperanza que el Comité Central quería que la Asamblea proclamara, reafirmando implícitamente el tema de la Segunda Asamblea, celebrada en Evanston, en 1954: "Cristo - Esperanza del mundo". Con mucha razón algunos plantearon la pregunta de si la invitación "con la alegría de la esperanza" cabía en la situación actual de África y del mundo. Sin embargo, como afirmó la Comisión de Fe y Constitución en Bangalore, en 1978, en su "Confesión común de esperanza": "La esperanza cristiana es un movimiento de resistencia contra el fatalismo". Y la plenaria de esta mañana sobre el tema de la Asamblea ya nos ha recordado el claro testimonio de esperanza en la doxología con que comienza la Primera Epístola de Pedro: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos. . . Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe... sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo" (1 Pe 1:3-7).

10. Estamos reunidos para celebrar un "jubileo ecuménico". La elección del tema de la Asamblea tenía por objeto captar el espíritu de jubileo, que es una de las imágenes de esperanza de mayor pujanza en la tradición bíblica. Jesús reafirmó esta imagen en su sermón inaugural en Nazaret. Inspirándose en el pasaje del libro del profeta Isaías, proclamó "el año agradable del Señor", el año de gracia y de liberación (Lc 4:19). La proclamación del año del jubileo es parte del código de santidad del libro de Levítico (Lev 25). Tras siete ciclos de años sabáticos, el año 50 se celebraba como el año del jubileo. Tras aproximadamente siete veces siete años entre las asambleas, llegamos ahora al año 50 del CMI, el año del jubileo ecuménico. Pero, ¿qué sentido tiene hablar de un "jubileo ecuménico"? Varias iniciativas ecuménicas que pedían la condonación de la deuda externa de los países más pobres del mundo para el año 2000 se han inspirado en el mensaje bíblico del jubileo. Y es ciertamente pertinente: la cancelación de las deudas ocupa un lugar prominente en la tradición bíblica del jubileo; y la cuestión de la deuda externa está en el orden del día de nuestra Asamblea. Ahora bien, el mensaje bíblico del jubileo cala más hondo que una apremiante cuestión de justicia social, económica y política.

11. Históricamente, el año del jubileo debe considerarse como una reapropiación y reinterpretación de la antigua tradición bíblica del año sabático. Durante el año sabático, los campesinos debían dejar la tierra en barbecho a fin de dar un descanso completo no sólo a la tierra, sino a los animales y a los siervos. Los esclavos eran liberados y las deudas condonadas. Todo esto forma parte de la tradición del jubileo, pero el concepto del jubileo trasciende el año sabático. En el año del jubileo todos deberían tener la posibilidad de volver a la tierra de sus padres. En el contexto de la reconstrucción de la comunidad tras el regreso del exilio de Babilonia, el jubileo daba a todas las familias y a los miembros de la comunidad lo necesario para sustentar sus vidas. Lo que es más, como indica Levítico 25: 8-9, el jubileo debería proclamarse con el son de la trompeta el día de la expiación, el día en que cada año la comunidad judía pide liberación de sus pecados y reconciliación con Dios y sus miembros unos con otros. Así pues, el mensaje del jubileo es un mensaje de reconciliación. Extiende el acto liberador de la expiación a todo un año. Juntas estas prescripciones del jubileo describen los elementos esenciales de la alianza. Periódicamente, se corregían las inevitables injusticias, exclusión y esclavitud resultantes de la distorsión de las estructuras económicas y sociales. El objetivo del jubileo es romper el ciclo de dominación y dependencia proclamando la reconciliación y la liberación e imponiendo una autolimitación en el ejercicio del poder. Los que controlan los factores básicos de la vida económica - tierra, mano de obra y capital - tienen que limitar el ejercicio del poder e incluso renunciar a ese poder, restaurando, así, a los pobres y excluidos la base y el espacio para una vida digna. Tienen que practicar la misma generosidad y justicia que Dios manifiesta en el acto de expiación, de reconciliación.

12. Jesús resume su interpretación del mensaje del jubileo con estas palabras: "Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros" (Lc 4:21). En Jesús, se ha cumplido el ofrecimiento de reconciliación de Dios, la proclamación del jubileo final del reino de Dios. Su vida y su muerte son el ejemplo para nosotros de quien abandonó su poder y condición de igual a Dios y se hizo ser humano a fin de abrir en nuestra historia humana el espacio para la reconciliación que nos permita gozar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Si este es el mensaje del jubileo a la luz de la proclamación de Jesús, no cabe duda de que el jubileo es un mensaje de alegría y esperanza también para el Movimiento Ecuménico. Desde los comienzos de este siglo, las iglesias han estado buscando formas de restaurar la unidad y la comunión del pueblo de Dios, respondiendo a la oración de nuestro Señor para que todos sean uno. Han estado tratando de reorientar y corregir las relaciones entre los miembros dispersos del pueblo de Dios que han sido desvirtuadas por la condena mutua, el odio, los prejuicios y la exclusión, cuando no por reivindicaciones de poder y de control sobre los medios de salvación, de la plenitud de la vida.

13. Así pues, el jubileo ecuménico es, en primer lugar, un llamamiento a la conversión, al arrepentimiento y a una evaluación crítica de nosotros mismos, reconociendo la culpa acumulada y la corresponsabilidad en la división del cuerpo de Cristo. Buscad a Dios en Cristo - es una invitación a todas las iglesias a abandonar sus actitudes defensivas y de autojustificación, y a volverse a la fuente y el centro de su unidad: Cristo, crucificado y resucitado. En segundo lugar, el jubileo ecuménico es una invitación a celebrar el ofrecimiento de reconciliación de Dios y afirmar la unidad redescubierta y restaurada gracias a la acción del Espíritu Santo en el Movimiento Ecuménico. Hoy podemos decir: lo que nos une es más fuerte de lo que aún nos separa. Nos reconocemos nuevamente unos a otros como miembros de la familia de Dios, aunque seamos diferentes. En tercer lugar, el jubileo ecuménico es un mensaje de esperanza, no sólo para la comunidad cristiana sino también para el mundo al aproximarnos al comienzo del nuevo siglo y del nuevo milenio. En un mundo cautivo de las fuerzas de la competencia, la dominación y la exclusión, hay esperanza porque se ha abierto en Cristo el camino de reconciliación y de una vida viable en comunidad. En su presencia y gracias a su poder de curación y de restauración de la integridad, se nos concede la liberación y el perdón. En el espíritu del jubileo ecuménico, estamos llamados a ser comunidades de esperanza, siguiendo los pasos de quien renunció a su reivindicación del poder, compartió y dio su vida, dándonos así la posibilidad de vivir la plenitud de vida,de aquél que abrazó al extranjero, al excluido, al desheredado y al pobre, y restauró su dignidad como miembros de pleno derecho de la comunidad. En los albores del siglo XXI, el camino de Cristo es nuestra vocación ecuménica.

Abrir el espacio ecuménico

14. Ahora bien, ¿estamos realmente preparados para celebrar este jubileo ecuménico? ¿Estamos preparados para volvernos a Dios, para recibir el ofrecimiento de reconciliación y ser liberados de las cautividades institucionales que nos impiden vivir concretamente la koinonía que afirmamos como don de Dios en Jesucristo? La prescripción del jubileo estaba destinada a dar orientación al pueblo judío en la tarea de reconstruir una comunidad viable tras el exilio de Babilonia. ¿Qué inspiración y orientación puede darnos la tradición del jubileo para restaurar la comunión entre las iglesias separadas? ¿Cuál es el lugar y la tarea del CMI en este contexto? ¿Acaso el CMI no ha llegado a ser también víctima de la cautividad institucional, y necesita, también, ser liberado? ¿Sigue siendo un instrumento del Movimiento Ecuménico, de las iglesias juntas en el camino, o es una institución aparte, con sus propios objetivos? ¿Cómo puede el CMI abrir y crear el espacio que permita la consolidación de la comunión y dé lugar a la reconciliación?

15. Uno de los legados más importantes de la Asamblea de Canberra al nuevo Comité Central fue el estudio, que comenzó en 1989, "Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes del CMI". El Comité Central continuó este proceso y, en 1995, decidió orientarlo hacia la Octava Asamblea. Los resultados de este estudio se presentan a esta Asamblea en forma de un documento normativo que fue aprobado por el Comité Central en su última reunión, en septiembre de 1997. Este documento, que figura en la Guía de Trabajo de la Asamblea, ha recibido el aporte de propuestas de muchas iglesias miembros, que se tuvieron en cuenta en la redacción del texto final. En su forma actual, representa no más - y no menos - que un fiel informe del Comité Central, como principal órgano rector entre las asambleas, sobre los resultados de este estudio en relación con la vocación del CMI en el momento actual de la evolución del Movimiento Ecuménico. Como delegados de las iglesias miembros en la Asamblea, ustedes están invitados ahora a responder a esta evaluación de la concepción y la tarea del CMI, y a sacar sus consecuencias.

16. Como ustedes habrán percibido al estudiar este documento, el texto no propone una concepción radicalmente nueva del CMI. Antes bien, trata de ofrecer una interpretación contemporánea de la definición del propio Consejo que figura en la Base, y en otros textos constitutivos, especialmente la Declaración de Toronto de 1950. Un elemento central, en estas primeras definiciones del Consejo, fue su caracterización como una "comunidad de iglesias". Aunque este término "comunidad" se entiende de diversas maneras, su utilización en la Base parece sugerir claramente "que el Consejo es más que una simple asociación orgánica de iglesias constituida para organizar actividades en ámbitos de interés común" (párr. 3.2 EVC). Reconociendo que la existencia del CMI como una comunidad de iglesias plantea un desafío eclesiológico a las iglesias, en el documento EVC figura una serie de afirmaciones para aclarar el significado y el alcance de la comunidad que las iglesias viven en el CMI. En muchos sentidos, esto refleja lo que dije anteriormente acerca del "jubileo ecuménico". La comunidad no es el resultado de un acto de voluntarismo por parte de las iglesias. Tiene su centro en el compromiso común con Jesucristo. A medida que las iglesias buscan a Dios en Cristo, descubren la comunidad que constituyen. Así pues, la comunidad no es simplemente el resultado de un acuerdo institucional entre organismos eclesiales organizados y sus dirigentes. "Es más bien una realidad dinámica y relacional que abarca a las iglesias como manifestaciones del pueblo de Dios en toda su plenitud. No es un fin en sí misma, pero existe para servir como signo e instrumento de la misión y de la actuación de Dios en el mundo. Así pues, el CMI podría definirse como una comunidad de iglesias misionera, diaconal y moral" (3.5.3). La importancia de esta comunidad reside precisamente en el hecho de que abre un espacio en el que la reconciliación y la responsabilidad mutua pueden tener lugar, y donde las iglesias pueden aprender juntas a seguir el camino de un compromiso ecuménico costoso: "reconocer su solidaridad unas con otras, ayudarse unas a otras en caso de necesidad, abstenerse de llevar a cabo acciones que sean incompatibles con las relaciones de hermandad, entablar relaciones espirituales para aprender unas de otras, y ‘consultarse unas a otras inspirándose en Jesucristo nuestro Señor, para discernir el testimonio que están llamadas a dar al mundo en su nombre’ (Toronto)" (3.5.6).

17. Esa comprensión relacional del Consejo como comunidad de iglesias coloca la preocupación por su estructura y su perfil institucional dentro de un contexto más amplio y más propiamente teológico. Está en consonancia con las afirmaciones de la Quinta Conferencia Mundial de Fe y Constitución, celebrada en Santiago de Compostela, en 1993, acerca de "El concepto de koinonía y su significado" (Informe de la Sección I). Al considerar la koinonía como un don de la gracia de Dios y como vocación de las iglesias, el informe utiliza la imagen de la peregrinación como un acto de metanoia o conversión. Este movimiento constante de metanoia expresa claramente el carácter relacional de la Iglesia. Estar en relación significa estar preparado a exponerse uno mismo a la alteridad, a la singularidad del otro, a permitir que cambie el propio ser en ese encuentro. También significa aceptar los temores y las ansiedades que ese tipo de encuentro suscita en nosotros. Esta interpretación aclara lo que he dicho anteriormente acerca de la invitación "buscad a Dios" como un llamamiento a la metanoia, y acerca del "jubileo ecuménico" como un llamamiento a una autolimitación del poder. " El encuentro con el otro en la búsqueda de la koinonía, fundada sobre el don de Dios, exige una kénosis, una autoentrega, un despojo personal. Esta kénosis produce miedo a perder la identidad y nos invita a aceptar nuestra vulnerabilidad; no se trata sino de ser fiel al ministerio de Jesús en su vulnerabilidad y su muerte al intentar llevar a los seres humanos a la comunión con Dios y de unos con otros. Él es el modelo y el patrono de la reconciliación que conduce a la koinonía por medio del ministerio de la kénosis" (párr. 20).

18. Cuando se considera al Consejo como una comunidad de iglesias en la perspectiva de la dinámica de peregrinación constante de la koinonía, que las iglesias en el Consejo tratan de manifestar, comprendemos que el costo del compromiso que requiere esa comunidad es muy elevado. Debe ser sustentado y regenerado continuamente a medida que las iglesias tratan de cumplir su vocación común. Esto es particularmente importante cuando las iglesias se ven confrontadas a la necesidad de dar un testimonio profético y de servir al mundo. En el estudio del CMI sobre "eclesiología y ética" se han profundizado las percepciones de la Conferencia Mundial de Fe y Constitución, el proceso ecuménico de Justicia, Paz e Integridad de la Creación, así como los esfuerzos anteriores para relacionar el ser de la iglesia con su carácter de signo profético en el mundo. En este estudio se ha examinado la dimensión ética de la iglesia como koinonía tal como se expresa en la liturgia, especialmente en los sacramentos de bautismo y en la eucaristía y se ha prestado particular atención al proceso de formación moral y espiritual, y de discernimiento, en el que se genera la koinonía y se reconstruye. Esto conlleva la importante sugerencia de que la oikoumene debe entenderse como un "campo energético" de resonancia y reconocimiento mutuos generado por el Espíritu Santo. Al elegir las metáforas de resonancia y reconocimiento nos remitimos a una imagen bíblica de la literatura juanina. Las ovejas reconocen la voz del pastor (Juan 10:3; véase Apocalipsis 3:20). . . Ser discípulo significa oír la voz, estar inspirados y modelados por ella: no sólo por su sonido sino también por el contenido, el tono auténtico de una manera de hablar por el que somos conformados, dando testimonio de una manera reconocible de ser en el mundo, aunque una manera de ser que tiene múltiplas formas. . . En el centro del reconocimiento ecuménico está el hecho de que la otra comunidad ha asumido un compromiso análogo al propio y el compromiso propio es análogo al del otro. Hay analogía porque hay un modelo - reconocimiento compartido - de la práctica moral en el Espíritu. La gente. . . reconoce que otros "tienen el mismo espíritu". . . Ese reconocimiento es global, y no meramente doctrinal o jurisdiccional, aunque incluye tanto elementos doctrinales como jurisdiccionales. Es reconocimiento de una vivencia: un sentido de comunión moral. Esto es lo que significa la oikoumene". (Costly Obedience, párr. 90 y ss.).

19. En este documento se interpreta el CMI como el "espacio" que da la posibilidad de esa comunión de reconocimiento y resonancia mutuas. Aunque no es en sí esa comunión moral, "es una comunidad de iglesias que oran para recibir los dones espirituales que esa comunión en el testimonio moral requerirá" (párr. 99). "El CMI necesita demarcar, mantener y ser efectivamente un espacio en el que la comunión eclesial y moral. . . puede expresarse, donde se procura sin cesar un lenguaje que exprese más plenamente la realidad, donde se conciben acciones comunes que encarnan el testimonio moral necesario, y donde tiene lugar una formación ecuménica que le da a ese testimonio una densidad y una plenitud cada vez mayores "(párr. 102). Esta comprensión del CMI ha servido de inspiración al programa de Teología de la Vida, que examinó las diez afirmaciones de la Convocación de Seúl sobre Justicia, Paz e Integridad de la Creación (1990), como "una definición preliminar del marco y el espacio en el que se podrán construir relaciones de confianza. Esas afirmaciones no son declaraciones confesionales ni criterios para juzgar posiciones supuestamente heréticas. Por el contrario, pueden considerarse como varas con que se mide la responsabilidad mutua, como principios que permiten resolver los conflictos de interpretación mediante el diálogo ecuménico y colaborar en contextos radicalmente diferentes" (M. Robra en Ecumenical Review, 1996/1, pág. 35). La conferencia Sokoni en Nairobi, celebrada en enero de 1997, que fue organizada siguiendo el modelo del mercado de aldea africano, que es para la comunidad un lugar de comunicación e intercambio, ofreció una experiencia concreta de ese espacio ecuménico. Este es también el propósito del Padare como un espacio abierto, aunque protegido en medio de esta Asamblea.

20. Así pues, el concepto de "espacio ecuménico" amplía nuestra comprensión del CMI como comunidad de iglesias. De hecho, esta noción ya se había utilizado en anteriores debates ecuménicos sobre la comunidad conciliar. En la declaración de la Comisión de Fe y Constitución sobre "Conciliaridad y el futuro del Movimiento Ecuménico" (1971) se afirma: "si la unidad de la iglesia ha de servir a la unidad de la [humanidad], debe ofrecer espacio tanto para la amplia variedad de formas, como para las diferencias e incluso los conflictos. . . La unidad de la Iglesia debe ser de una índole tal que haya amplio espacio para la diversidad y para la confrontación abierta de intereses y convicciones diferentes" (Informe de Louvain, págs. 226 y ss; la bastardilla no existe en el original). Más recientemente, los debates de Fe y Constitución han sugerido que la noción de "espacio ecuménico" puede facilitar el debate doctrinal acerca del ministerio de los obispos. "Living in Spaces with Open Doors" (Vivir en espacios con puertas abiertas) es el título de un informe de una consulta celebrada en 1995 y organizada por varios programas de formación del CMI, convocada para examinar los paradigmas educativos que permiten a las personas vivir en espacios abiertos, aceptar la diversidad, ampliar horizontes y mantener viva la esperanza. En el informe se habla del concepto de "sociedad civil" como un espacio, diferente de las estructuras económicas y políticas del Estado y del mercado, en el que se va construyendo la auténtica comunidad. Cabe decir asimismo que el Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres hizo una espectacular petición en favor de que la iglesia sea una comunidad verdaderamente incluyente. Por último, el debate ecuménico acerca de la integridad de la creación dio lugar al reconocimiento de que la Tierra es el espacio que ha dado el Creador para que todas las cosas vivientes vivan juntas en comunidades viables. El séptimo día de la creación, el Sabat divino, cuando Dios descansó de su obra de creación, abre el espacio para que se expanda y crezca la vida. Haciéndose eco de la tradición rabínica, Larry Rasmussen afirma que "es el Sabat y no la dominación lo que simboliza la justa relación de los seres humanos con el resto de la naturaleza y de toda la creación, y con el Creador. En realidad el Sabat, y no la creación de los seres humanos, es la culminación y el clímax de la propia historia de la creación..." (L. Rasmussen, Earth Community, Earth Ethics, Ginebra 1996, pág. 232). En este sentido el Sabat y el año del jubileo ofrecen el espacio para la reconstrucción periódica de la vida comunitaria.

21. Todo esto nos recuerda la exhortación profética: "Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas apocada; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas" (Is 54:2).

Estas palabras pueden inspirar una revitalización de la vida en comunidad de las iglesias unas con otras en el CMI. Ahora bien, actualmente, muchas iglesias, bajo la presión de problemas internos y externos, se están replegando detrás de líneas defensivas confesionales e institucionales. La colaboración ecuménica con otras iglesias sigue siendo, a menudo, formal, dando lugar rara vez a un encuentro vital. A medida que el compartir de recursos se profesionaliza, los vínculos ecuménicos de solidaridad se debilitan. Muchos consideran el Consejo Mundial de Iglesias como un organismo de cooperación orgánico, cuya eficacia se evalúa en relación con la de muchas organizaciones no gubernamentales internacionales especializadas. Otros opinan que el CMI plantea aún más problemas y presiones de los que las iglesias ya tienen, imponiendo posiciones y orientaciones programáticas que están en contradicción con sus tradiciones eclesiales. Incluso la interpretación del Consejo como una comunidad de "responsabilidad mutua", puede entenderse como una imposición que no respeta la integridad de las iglesias miembros. Habida cuenta de esta situación, mi sugerencia de que las nociones de "peregrinación y "espacio ecuménico" pueden contribuir a nuestra comprensión del Consejo como una comunidad de iglesias es aún más pertinente. En la inseguridad de la situación actual, y teniendo en cuenta la tentación de protegerse de forma defensiva y exclusiva, el Movimiento Ecuménico necesita recuperar el sentido de pueblo peregrino de Dios, de iglesias en el camino juntas, dispuestas a trascender los límites de su historia y de su tradición, escuchando juntas la voz del pastor, reconociéndose unas a otras y resonando unas en otras, revitalizadas por el mismo Espíritu. El CMI como comunidad de iglesias es el espacio en el que ese encuentro arriesgado puede tener lugar, en el que puede construirse la confianza y crecer la comunidad. Actualmente, esta convicción es puesta a prueba gravemente por conflictos en torno a cuestiones morales, especialmente en cuanto a la sexualidad humana, y debido a desafíos teológicos y eclesiológicos que se han planteado durante el Decenio Ecuménico de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres. Más que nunca antes necesitamos que el CMI sea un espacio ecuménico abierto, aunque rodeado por la fidelidad de Dios y protegido por el vínculo de paz, un espacio de aceptación y de comprensión mutua, así como de interpelación y de corrección recíprocas.

22. La comunidad de iglesias en el CMI no es un fin en sí misma. Está destinada a servir como signo e instrumento de la misión de Dios en el mundo. Apoyándonos en la noción de espacio ecuménico, hemos definido el término "comunidad" como un espacio en el que "las iglesias pueden explorar (juntas) lo que significa estar en comunidad para alcanzar una mayor unidad en Cristo" (párr. 3.5.4, EVC). Ahora bien, el CMI, en sí mismo, no va más allá de la perspectiva de un ecumenismo limitado a las relaciones de las iglesias entre sí. De ahí que será necesario que el espacio ecuménico se abra a las preocupaciones del mundo. En su análisis de las respuestas de las iglesias al documento EVC, Peter Lodberg dijo: "El CMI es un santuario en un mundo dividido" (en Ecumenical Review, 1998/3, pág. 276). Un santuario es un lugar de refugio para el forastero, ofrece hospitalidad a los que no tienen hogar. Reflexionando sobre el significado de la búsqueda contemporánea de significado espiritual, que se percibe en todas partes, y el amplio resurgimiento de la religión en nuestros días, Lewis Mudge cree que la comunidad cristiana - e implícitamente también la comunidad ecuménica de iglesias - "Pueden proporcionar no sólo hospitalidad material al forastero, sino también hospitalidad espiritual: un santuario de significado para los que, por muchas razones - intelectuales, religiosas, políticas - no pueden confesar la fuente de ese significado" (L. Mudge, The Church as a Moral Community, Ginebra 1998, pág. 82). A veces, las iglesias, en su comunidad ecuménica, han ofrecido a la comunidad secular más amplia el espacio para ahondar en su reflexión sobre las dimensiones morales y espirituales de la justicia y la injusticia, la reconciliación, los derechos humanos y la construcción de la paz. Como dice L. Mudge: "Las iglesias pueden y deben ofrecer una especie de espacio metafórico en el mundo para aquellos - creyentes y no creyentes - que están convencidos de que la sociedad humana puede superar su violencia original, su resentimiento y su desconfianza permanentes, y llegar a hacer realidad su vocación verdadera de ser la comunidad amada que se describe en los textos bíblicos. Las iglesias existen para mantener abierto un espacio social en el que las estructuras y prácticas vigentes de la sociedad quedan al descubierto y en el que las relaciones en la comunidad humana pueden articularse nuevamente, un espacio en el que las metáforas de vida en común pueden confrontarse con su dimensión transcendental (loc. cit. párr. 112).

¿Más allá de la condición de miembro?

23. En el documento EVC se pone de relieve la concepción del CMI como una "comunidad de iglesias" que tiene una estructura y una organización, pero no debe identificarse con esa estructura. Ahora bien, en parte como respuesta al documento EVC, se ha entablado un nuevo debate, precisamente en torno al carácter institucional del CMI como una organización con iglesias miembros. Al trazar las líneas generales de lo que entraña la condición de miembro de este organismo, el documento EVC se remite a un texto anterior recibido por el Comité Central en 1996 (véase el "Significado de la Condición de Miembro", Actas del Comité Central en inglés, 1996, págs. 184-187). Cuando un proyecto anterior de este texto se envió a las iglesias miembros para estudio y comentario, sólo unas pocas iglesias respondieron. Retrospectivamente comprendemos que una explicación del significado de la condición de miembro inspirada en la noción bíblica del cuerpo - en otras palabras, las iglesias en comunidad como miembros unas de otras, no puede conciliarse fácilmente con la noción de miembro de una organización. Por lo que respecta a la condición de miembro, muchas iglesias parecen sobre todo preocupadas por la participación, la representación y la influencia en la toma de decisiones, que se resume en la frase "hacer suya la organización". La condición de miembro conlleva derechos y privilegios, pero también entraña responsabilidades y obligaciones. En el documento EVC se habla mucho más extensamente de las responsabilidades de la condición de miembro que acerca de los derechos de participación y representación. Aunque en un proyecto anterior del documento EVC se había incluido una sección sobre las consecuencias institucionales de esa comprensión del CMI, particularmente para sus estructuras rectoras, el Comité Central consideró que estas propuestas requerían mayor atención, y que deberían ser tratadas por separado respecto de la declaración normativa. Actualmente, el debate está centrado precisamente en esas preocupaciones.

24. Son sobre todo las iglesias ortodoxas (calcedonias) las que han planteado cuestiones fundamentales. En una reunión en Tesalónica, a comienzos de este año, exigieron una "reestructuración radical" del Consejo, planteando el cumplimiento de este objetivo, como una condición para la continuación de su participación en la vida y la labor del CMI. El concepto de "miembro" es central en su argumentación. Actualmente, la condición de miembro del Consejo se basa en la identidad institucional de las iglesias como entidades autónomas, principalmente nacionales. La Constitución y el Reglamento del CMI, de conformidad con la Declaración de Toronto de 1950, dejan abierta la cuestión eclesiológica de la definición de iglesia. Una iglesia miembro en potencia debe expresar su acuerdo con la Base, y dar pruebas de autonomía, asi como y "la autonomía permanente de su vida y su organización". Debe reconocer "la interdependencia esencial de las iglesias, esencialmente las de la misma confesión, y mantener relaciones ecuménicas constructivas con otras iglesias en su país o región". Además de estas condiciones, las iglesias miembros candidatas deben tener, al menos, 25,000 miembros (para ser admitidas como miembros asociadas, se necesitan 10,000 miembros). Estas formulaciones sobre "la condición de miembro", no indican la manera en que el CMI ha de responder cuando una iglesia miembro se divide o cuando dos o más iglesias miembros se unen o llegan a un acuerdo de plena comunión. El hecho de que la mayoría de las iglesias de tradición protestante en el día de hoy vivan en una situación de plena comunión (al menos de facto) unas con otras, plantea la cuestión de cómo esto puede expresarse de forma más adecuada en su condición de miembro del Consejo.

25. Durante más de 25 años, las iglesias ortodoxas han expresado su preocupación ante la constante aceptación de nuevas iglesias miembros por parte del CMI, la mayoría de las cuales son de tradición protestante, mientras que la cantidad de iglesias ortodoxas ha continuado siendo prácticamente la misma, y no es probable que cambie. Se sienten asímismo encerradas en una situación minoritaria por razones estructurales. Por consiguiente, sólo tienen una influencia limitada en las orientaciones programáticas y en los órganos rectores del CMI. Las iglesias ortodoxas ponen de relieve que representan una de las dos principales tradiciones cristianas - ortodoxa y protestante - que constituyen el Consejo, y que la cantidad combinada de sus fieles corresponde al menos a una tercera parte del total de todas las iglesias miembros de CMI, y piden que se proceda a un nuevo examen de las estructuras del Consejo y de los procedimientos de gestión. La concesión de cuotas (actualmente del 25 por ciento) para los puestos en los órganos rectores, así como las cuotas para laicos, mujeres, jóvenes, etc., no es, a su entender, la forma de resolver el verdadero problema. También ponen en tela de juicio el Reglamento de los debates y el proceso de toma de decisiones, basados en el modelo parlamentario de mayoría de votos. Queriendo respetar su firme convicción de que las cuestiones que afectan a la comprensión eclesiológica que una iglesia tiene de sí no pueden ni deben decidirse por mayoría de votos, el Consejo aprobó el inciso b del apartado 6 del artículo XVI, según el cual esas cuestiones pueden abordarse en una sesión deliberativa sin procederse a votación. Ahora bien, recientemente, las iglesias ortodoxas han planteado una cuestión más fundamental acerca de lo que significa continuar siendo miembros de una organización cuyo programa responde a preocupaciones que son a menudo ajenas, no sólo en relación con su comprensión eclesiológica, sino también con su propia idiosincrasia y cultura. Aunque no desean poner en tela de juicio su compromiso y corresponsabilidad en el Movimiento Ecuménico, en el que han participado desde los comienzos, se preguntan si la condición de miembro, con todas sus consecuencias y responsabilidades estipuladas en el documento EVC, es la única forma de participar en el Movimiento Ecuménico. Algunos han observado que la Iglesia Católica Romana tiene mayores posibilidades de participación como asociada esencial en programas y actividades del CMI, sin asumir, sin embargo, las responsabilidades de miembro.

26. Lo que revelan estas cuestiones es que el perfil institucional del CMI y su idiosincracia han sido conformados siguiendo el modelo de las asambleas y los sínodos de las iglesias protestantes históricas, que imitaron la tradición parlamentaria de toma de decisiones de los países con constituciones democráticas. En efecto, el Consejo ha defendido con firmeza el criterio de la participación de las personas en decisiones que afectan su vida, y ha permitido, por lo tanto, que grupos de interés en torno a muchas cuestiones importantes influyeran en su vida. Aunque muchas iglesias consideran apropiado este procedimiento, se trata esencialmente de un modelo que se deriva de su vida política, y cuya aplicación al Consejo no es necesariamente la mejor forma de expresar la comprensión que tienen las iglesias de una "comunidad de iglesias". No sólo las iglesias ortodoxas, sino también muchas iglesias de África y de otras partes del hemisferio sur, siguen modelos diferentes, en los que se da prioridad al diálogo y al consenso, y al respeto de la jerarquía y de la autoridad. Sin rechazar la disciplina de la "responsabilidad mutua" como criterio para una comunidad comprometida, insisten en que esto presupone una colaboración auténtica, así como estar dispuestos a exponerse al encuentro con el otro en un diálogo de amor en lugar de entablar negociaciones de compromisos entre diferentes posiciones y grupos de interés. En efecto, si el CMI ha de servir de marco para un espacio ecuménico sería necesario plantearse la pregunta de si la forma actual de gobierno por mayoría es la más adecuada para organizar su vida. Cabe destacar que la toma de decisiones por consenso se ha adoptado como un procedimiento válido incluso en algunos foros políticos a nivel internacional. Y se utiliza en la mayoría de los programas del CMI. Estos modelos también deben examinarse en relación con los procedimientos de toma de decisiones oficiales en el CMI. Al mismo tiempo, debe ampliarse el espacio para una deliberación auténtica en reuniones como las del Comité Central, invitando a los diferentes interlocutores a reunirse y a intercambiar ideas sin tener necesariamente que tomar una decisión mediante votación. Queda claro que todas las cuestiones relativas a la participación y a la condición de miembro no podrán abordarse de forma satisfactoria en esta Asamblea. En la reunión entre iglesias ortodoxas en Tesalónica que mencionamos anteriormente, se insistió mucho en la necesidad de crear una "Comisión Teológica Mixta" para examinar los cambios institucionales necesarios a fin de lograr una forma aceptable de participación ortodoxa en la vida del CMI. Esta respuesta ya ha recibido el apoyo del Comité Ejecutivo, y se espera que esta Asamblea tome las medidas necesarias para establecer esa comisión.

27. Ahora bien, la activa participación de la Iglesia Católica Romana en muchos aspectos de la vida y de las actividades del CMI, nos obliga a volver a la cuestión de si la "condición de miembro", concebida como un vínculo institucional con derechos y responsabilidades es, de hecho, la única forma - o la más apropiada - de expresar la participación en el Movimiento Ecuménico. Siempre se ha reconocido que el Movimiento Ecuménico es más amplio y más global que el Consejo Mundial de Iglesias con sus iglesias miembros reconocidas. Son muchos y diversos los instrumentos y agentes del Movimiento Ecuménico. Algunos son, incluso, más antiguos que el propio CMI. El Consejo mantiene, con regularidad, relaciones de trabajo con los organismos que representan a las Comuniones Cristianas Mundiales, con las organizaciones ecuménicas regionales y con los consejos nacionales y otras organizaciones ecuménicas internacionales. Aunque en el Reglamento del CMI se reconoce que estas organizaciones son esenciales para el "único Movimiento Ecuménico", no pueden ser miembros del Consejo, y su participación en la realización de los programas y actividades del CMI es limitada. Además de la Iglesia Católica Romana, otras "iglesias no miembros", particularmente procedentes de las tradiciones pentecostal y evangélica libre, contribuyen a su manera a establecer el programa del Movimiento Ecuménico aunque no estén relacionadas institucionalmente con el CMI. El Consejo continúa siendo la expresión institucional más global y representativa del Movimiento Ecuménico. Así pues, tiene una responsabilidad particular en la consolidación del "único Movimiento Ecuménico", como se reconoce en el Artículo III revisado que se propone de la Constitución del CMI. En la propuesta de enmienda constitucional se reconocen los diferentes copartícipes ecuménicos del CMI, y se considera como responsabilidad especial del CMI esforzarse "por mantener la coherencia del único Movimiento Ecuménico en sus diversas manifestaciones".

28. Así pues, la enmienda propuesta atribuye al CMI una responsabilidad que trasciende su relación con sus miembros oficiales. La nueva formulación no cambia la naturaleza del Consejo Mundial como "consejo de iglesias", pero reconoce que "la calidad de miembro" no puede y no debe ser la única categoría para la participación en el esfuerzo ecuménico común. Para dar una expresión concreta a su deseo de promover relaciones más amplias que trasciendan las que mantiene con sus miembros, el Consejo ha propuesto que se estudie la formación de un "Foro de Iglesias Cristianas y Organizaciones Ecuménicas". El término "foro" fue elegido deliberadamente para sugerir que la participación es más importante que la condición de miembro. El foro estará abierto a todos los organismos y organizaciones que comparten la confesión de fe en Jesucristo como Señor y Salvador según las Escrituras, y que tratan de ser obedientes al llamamiento de Dios. Su objetivo sería crear un espacio en el que pueda tener lugar un intercambio auténtico acerca de los desafíos con que se enfrenta el Movimiento Ecuménico y en el que puedan concebirse otras formas de colaboración. El foro no deberá ser otra institución con estructuras burocráticas y administrativas. No se prevé como un marco en el que se toman decisiones o se aprueban resoluciones. Su objetivo es constituir una red de relaciones que trascienda las limitaciones de los mecanismos vigentes. El CMI participaría en el foro junto con las otras entidades sin reivindicar ningún lugar de privilegio. Tras las consultas iniciales con la mayoría de las organizaciones más próximas, cuya voluntad de participar en esta empresa es decisiva para el establecimiento del foro, se llevó a cabo una consulta exploratoria en agosto de este año, y se formuló una propuesta común que se ha distribuido a las diferentes organizaciones para examen y respuesta. En nombre del CMI, y por mediación del Comité de Examen I, se pide a esta Asamblea que se pronuncie en relación con esta propuesta.

Una visión ecuménica para el siglo XXI

29. Para terminar, deseo volver a las amplias perspectivas que abre el tema de la Asamblea cuando nos invita a "la alegría de la esperanza". ¿Estamos dispuestos a "dar cuenta de la esperanza que está en nosotros"? ¿Tenemos una visión ecuménica que pueda orientarnos al acercarnos al siglo XXI y que sea suficientemente convincente para inspirar a la nueva generación? Al celebrar el cincuentenario del CMI, se nos recuerda que la afirmación de la Asamblea de Amsterdam - "estamos firmemente decididos a permanecer juntos", no era sólo un acto de fe. También expresaba una visión de la iglesia y del mundo, y un compromiso con la acción. Al comenzar esta Asamblea jubilar, cabe recordar, una vez más, las palabras del Mensaje de la Asamblea de Amsterdam que solemnemente declaró ese compromiso: "Cuán vano sería nuestro encuentro para constituir el Consejo Mundial si los cristianos y las congregaciones, en todas partes, no se comprometieran con el Señor de la Iglesia en un nuevo empeño juntos, allí donde viven, por ser sus testigos y sus siervos para con sus prójimos. Debemos recordar, nosotros y toda persona, que Dios derrocó a los poderosos y exaltó a los humildes. Tenemos que aprender juntos nuevamente a hablar con osadía en nombre de Cristo tanto a los que están en el poder como a toda persona, a oponernos al terror, la crueldad y la discriminación racial, a estar al lado de los marginados, los prisioneros y los refugiados. Tenemos que hacer que la iglesia sea, en todo lugar, la voz de los que no tienen voz, y un hogar acogedor para todos. . . Tenemos que pedir a Dios que nos enseñe a decir juntos No y a decir Sí en verdad. No, a todo lo que desobedece al amor de Cristo, a todo sistema, todo programa y toda persona que trata a [otros] como si fueran seres irresponsables o un medio de obtener beneficios, a los defensores de la injusticia en nombre del orden, a los que consideran las semillas de la guerra o presentan la guerra como inevitable; Sí, a todo lo que es conforme al amor de Cristo, a todos los que buscan la justicia, a los pacificadores, a los que esperan, luchan y sufren por la causa de [la humanidad], a todos los que - incluso sin saberlo - buscan un nuevo cielo y una nueva tierra donde morar con justicia".

30. Con ese compromiso y esa visión, en cincuenta años de existencia, el CMI ha llegado a ser, de hecho, fuente de esperanza para muchas personas y comunidades: para los desarraigados y las víctimas de la discriminación y la opresión racial, para los que luchan por la justicia y la dignidad humana, para las mujeres y todos los marginados de la iglesia y de la sociedad. Estos signos visibles de la obediencia cristiana común han dado forma al perfil del CMI a lo largo de varias generaciones, han favorecido el surgimiento de redes de solidaridad ecuménica en todas partes, cambiando la comprensión de lo que significa ser iglesia en el mundo.

31. Pero al celebrar el patrimonio que nos dejaron los que nos han precedido, no podemos contentarnos con simplemente reafirmar su visión y compromiso. En Amsterdam, la visión y el compromiso se formularon bajo los efectos de la devastación que había dejado la más destructiva de las guerras de la historia humana. Debemos formular claramente nuestra visión y nuestro compromiso al tratar de hacer frente a la situación del mundo y del Movimiento Ecuménico en vísperas del siglo XXI. Y nos encontramos actualmente obligados a participar en un proceso de transformación histórica llamado comúnmente "mundialización". Esa mundialización ha incrementado espectacularmente la interdependencia de todas las partes del mundo, en particular en las esferas de la economía, las finanzas y la comunicación. Al mismo tiempo, es causa de la creciente fragmentación y exclusión de gran cantidad de personas en todo el mundo. Y lo que es más, el Movimiento Ecuménico se encuentra en una encrucijada y ante la necesidad urgente de nueva orientación. Tras celebrar este jubileo y afirmar nuevamente que deseamos permanecer juntos, no podemos simplemente regresar a nuestros hogares y continuar como si nada hubiera cambiado. El tema de la Asamblea nos exhorta a la conversión, al arrepentimiento y a una evaluación crítica de nuestros fallos para curar las divisiones del cuerpo de Cristo, de nuestra vacilación en decir No a todo lo que nos divide y Sí a todo lo que augura una mayor unidad.

32. Sin embargo, a veces, nuestro No ha sido más fuerte que nuestro Sí. A veces, hemos permitido que se confundan nuestra visión de unidad y las relaciones justas en la iglesia y en el mundo con ambigüedades y antagonismos de años de confrontación en la guerra fría. No es el momento de dormirnos en los laureles, de conformarnos con nuestro pasado. Las tensiones que se evidencian actualmente en nuestras redes de solidaridad ecuménica debido a las dinámicas del proceso de mundialización, expresan un "ecumenismo de dominación" despiadado. Aunque debemos decir No al orden mundial que niega a cientos de millones de personas el derecho a la vida y a la dignidad humana, y pone en peligro la viabilidad del tejido de la propia vida, se nos exhorta a decir Sí, hoy más que nunca, a los esfuerzos que afirman y defienden la vida, que curan la comunidad humana y restauran la integridad de la creación. El mensaje del jubileo, inherente al tema de la Asamblea, no es un proyecto de un nuevo orden, sino que, en medio de un mundo quebrantado e imperfecto, apunta a esferas en las que es necesaria la conversión. No promete un inminente "nuevo cielo y nueva tierra", antes bien, es lo que era y sigue siendo: un mensaje de liberación de cautiverios que aún nos retienen en nuestro camino ecuménico, y un proyecto de esperanza para la reconstrucción de la comunidad en la que se restaura el lugar que corresponde a los que han sido marginados y excluidos.

33. En el texto "Nuestra Visión Ecuménica", (que se incluye en la Guía de Trabajo de la Asamblea), que se formuló sobre la base del documento EVC, se pretende dar cuenta de la esperanza que está en nosotros. El texto ha sido redactado en forma de letanía expresada en el lenguaje litúrgico del culto. Constituirá el marco del servicio de culto de renovación del compromiso, el 13 de diciembre, cuando se celebrará el cincuentenario del CMI. Constituye una invitación a contextualizar la visión para que llegue a ser la expresión común de esperanza de esta Asamblea. Y lo que está en juego no es tanto el núcleo central de la propia visión, sino los símbolos bíblicos del reino de Dios, de plenitud de vida en la presencia de Dios, de un nuevo cielo y una nueva tierra establecidos por relaciones justas, la reunión de todas las cosas en Cristo, que son la fuente de inspiración de nuestras esperanzas y visiones. Lo importante aquí es sobre todo encontrar un lenguaje que nos permita interpretar y explicar esas imágenes bíblicas a las generaciones actuales y futuras, a fin de que puedan, así, responder a la vocación ecuménica con la misma convicción con la que lo hicieron las generaciones que nos prepararon el camino.

34. La declaración sobre la visión comienza afirmando el legado de los que nos precedieron. Nos recuerda que seguimos siendo el pueblo peregrino de Dios. Y formula una visión para el Movimiento Ecuménico del día de hoy:

"Anhelamos la unidad visible del cuerpo de Cristo,
que afirma los dones de todos,
jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, laicos y ordenados.
Tenemos esperanza en la curación de la comunidad humana,
la plenitud de toda la creación de Dios.
Creemos en el poder liberador del perdón,
que transforma la hostilidad en amistad

y rompe la espiral de la violencia.

Aspiramos a una cultura del diálogo y de la solidaridad,
a compartir la vida con los extranjeros

y a buscar el encuentro con los creyentes de otras religiones".

El elemento central de esta visión es la restauración o la construcción de comunidades humanas viables. En tiempos de creciente individualismo, fragmentación y exclusión, arroja nueva luz sobre las esperanzas tanto del Norte como del Sur. Al afirmar con firmeza la vida y el derecho a la vida para todos, continúa el impulso de la Asamblea de Canberra. Sus ejes son los conceptos de plenitud, reconciliación, comunidad, diálogo y tolerancia, solidaridad y limitación del poder. La declaración sobre la visión fomenta la formulación de valores y normas compartidas, la construcción de una nueva cultura del diálogo y la buena disposición para aprender unos de otros, de la no violencia y de la solución pacífica de los conflictos, del compartir y de la solidaridad. Esta visión de una cultura alternativa de la comunidad humana en la iglesia y la sociedad puede parecer utópica, ya que es contraria a la imposición de otros valores y normas en un mundo mundializado. Está arraigada en la confianza de que existe una alternativa a la competencia sin límites, al crecimiento a cualquier costo, en lugar del crecimiento suficiente, al uso abusivo en lugar de la regeneración, al individualismo en lugar de la comunidad.

35. Cualquier visión que no inspire nuevas formas de actuar es una lejana utopía. Y hasta puede impedir un discernimiento sensato de la realidad, corriendo el peligro de transformarse en una ideología sofocante. Sólo es convincente cuando ayuda a descubrir e identificar las contradicciones del presente y a liberar energías para el cambio y la transformación. Es esa visión común la que impulsa a las iglesias en el Movimiento Ecuménico a hacer manifiesta una nueva calidad de relaciones unas con otras, que exprese y anticipe un nuevo orden, una nueva cultura. La pujanza y la integridad del Movimiento Ecuménico residen en esa red mundial de relaciones que sustenta, en cada lugar, el deseo de las iglesias de ser una verdadera iglesia, de constituir comunidades de vida viables, de construir comunidades de apoyo, de proporcionar un santuario y un espacio a los que están perdidos o excluidos. Al dar expresión a esa visión en su culto y su vida, las iglesias ofrecen un nuevo sentido a la vida de quienes se sienten perdidos o abandonados, y anticipa la plenitud que es la promesa escatológica de Dios. Con esa visión, las iglesias pueden, por la gracia de Dios, llegar a ser auténticas comunidades de esperanza en un mundo que necesita firmes fundamentos.


Plenarias delibertivas
Octava Asamblea y 50 Aniversario
derechos del autor 1998
Consejo Mundial de Iglesias. Para comentarios: webeditor