Informe del Secretario General Document No. PL 4.1
|
Por último, deseo saludar muy especialmente a los representantes de las iglesias de Zimbabwe, nuestros huéspedes. A todos aquellos que, durante estos últimos meses y años, aquí en Zimbabwe, se han afanado para preparar este acontecimiento, les agradecemos el sentido de entrega que han demostrado y la hospitalidad que nos están brindando.
Una
Asamblea de aniversario
2. Todas las asambleas del CMI han sido acontecimientos importantes, atrayendo
la atención más allá de los círculos de las
iglesias cristianas. Esto es verdad de manera muy especial para esta Octava
Asamblea. Nos estamos reuniendo 50 años después de la Asamblea
inaugural del CMI, celebrada en Amsterdam, en 1948. A lo largo de este
año 1998, muchas iglesias en todo el mundo se han sumado a las celebraciones
de este "jubileo ecuménico". Actos especiales han tenido lugar en
Ginebra, Amsterdam, Evanston, Nueva Delhi, Uppsala, Nairobi, lugares donde
se celebraron anteriores Asambleas; en Toronto, Berlín, Buenos Aires,
Johannesburgo, ciudades en las que tuvieron lugar reuniones importantes
del Comité Central; y en numerosos otros lugares. Cientos de miles
de cristianos de todo el mundo han ido formando una cadena de oración,
"camino a Harare". Hoy estamos aquí para reafirmar el pacto concertado
por los delegados en la Primera Asamblea al constituir el Consejo Mundial
de Iglesias, y para renovar nuestro compromiso en comunión unos
con otros y "responder juntos a nuestra vocación común, para
gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo".
3.
La creación del CMI hace 50 años, fue un acto de fe. El mundo
estaba buscando un nuevo orden tras la devastación que había
dejado la Segunda Guerra Mundial, y se encontraba ante el peligro de
una
nueva confrontación a comienzos de la guerra fría y de su
amenaza nuclear. Las iglesias, que habían sido puestas a prueba
en su ser más profundo y en su fe, se enfrentaban con la urgente
tarea de la reconstrucción y la reconciliación. En un "Llamamiento
a las iglesias en relación con la Primera Asamblea", formulado en
abril de 1947 por el Comité Provisional del CMI, se invitó
a todos los cristianos a unirse en una sincera oración "a fin de
que la Primera Asamblea. . . sea una oportunidad para que Dios haga realidad
un nuevo nacimiento de las iglesias, y que, en la unidad de la fe, las
iglesias se comprometan con nuevo ardor con la tarea común de proclamar
Su palabra y hacer Su obra entre las naciones". No había precedente
de la formación de un Consejo de Iglesias a nivel nacional o confesional,
y nadie sabía si este nuevo marco sería viable. En su informe
a la Asamblea, el Secretario General, Dr. Willem Adolf Visser ‘t Hooft,
describió el objetivo del Consejo con estas palabras: "Somos un
Consejo de Iglesias, y no el Consejo de una Iglesia indivisa. Nuestro
nombre indica nuestra debilidad y nuestra vergüenza ante Dios, porque
sólo puede haber y sólo hay, en última instancia,
una Iglesia de Cristo en la Tierra. . . Así pues, nuestro Consejo
representa una solución de emergencia - una etapa en el camino -
un organismo que vive entre el tiempo de completa separación de
las iglesias unas de otras y el tiempo - en la tierra o en el cielo - en
el que será una verdad visible que hay un sólo pastor y un
sólo rebaño".
4.
El tema de la Primera Asamblea, "El desorden del hombre y el designio de
Dios", hacía eco de la doxología del prólogo a la
Epístola del apóstol San Pablo a los Efesios: "Dios nos dio
a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito,
el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las
cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así
las que están en los cielos como las que están en la tierra"
(Ef 1:9-10, Reina Valera 1995). Sólo a la luz de este designio de
Dios en Cristo es posible, como Karl Barth recordó a la Asamblea,
discernir y hacer frente, sinceramente y sin autojustificación,
a las causas principales del desorden humano y a la responsabilidad que
comparten todas las iglesias. Y la creación del CMI debe entenderse
como un acto de fe y de obediencia a la voluntad de Dios revelada en Cristo.
El mensaje de Amsterdam expresó esa afirmación en su párrafo
de introducción: "Bendecimos a Dios nuestro Padre, y a nuestro Salvador
Jesucristo, que reúne a todos los hijos de Dios que están
dispersos, y que nos ha traído a Amsterdam. Estamos separados unos
de otros no sólo por cuestiones de doctrina, constitución
eclesiástica y tradición, sino también por orgullos
de nacionalidad, clase y raza; pero Cristo nos ha hecho suyos, y Él
no está dividido. Al buscarle a Él, nos hemos encontrado
unos a otros. Aquí en Amsterdam nos hemos consagrado de nuevo a
Él, y hemos pactado unos con otros al constituir este Consejo Mundial
de Iglesias. Estamos firmemente decididos a permanecer juntos, e instamos
a las congregaciones cristianas del mundo entero a apoyar y cumplir este
pacto en sus mutuas relaciones. Agradecidos a Dios, dejamos en sus manos
el futuro".
5.
Cincuenta años más tarde, este pacto continúa vigente.
Muchos han sido los cambios en las relaciones de las iglesias unas con
otras. Iglesias que se desconocían unas a otras han pasado a ser
prójimas, y las que se miraban con desconfianza, son actualmente
amigas. Hay una conciencia cada vez mayor de que todas las iglesias, a
pesar de lo que aún las separa, pertenecen a la única familia
ampliada de los hijos de Dios. De una comunidad de iglesias principalmente
protestantes y ortodoxas de Europa y América del Norte, el Consejo
ha pasado a ser un organismo verdaderamente mundial. El CMI ha propiciado
el testimonio y el servicio en común de las iglesias y, actualmente,
las iglesias de todo el mundo están unidas unas con otras en una
red de colaboración ecuménica multifacética. La misión
de defender la causa de la justicia y la dignidad humana, de tratar de
discernir y de ejercer tanto "el ministerio sacerdotal de reconciliación
como el ministerio profético del conflicto liberador" (M.M. Thomas)
ha puesto a prueba, a veces, a esta comunidad, y el Consejo no siempre
ha salido ileso. Ciertamente el compromiso de Amsterdam "estamos decididos
a permanecer juntos" no se ha dejado de lado. Por todo ello, no podemos
menos que dar gracias a Dios, por haber permitido a las iglesias no sólo
permanecer juntas, sino seguir adelante y crecer juntas.
6.
Ahora bien, en momentos en que conmemoramos la fundación del CMI
y celebramos su cincuentenario, no podemos dejar de percibir señales
de incertidumbre acerca del objetivo de esta comunidad en el Consejo y
dudas acerca del futuro del Movimiento Ecuménico como un todo. Estamos,
aparentemente, en una encrucijada. Se nos proponen diferentes concepciones
del ecumenismo, y no es claro el camino que tenemos por delante. Se manifiestan
sentimientos de frustración por el hecho de que la búsqueda
de la unidad visible de la Iglesia aún no ha abierto el camino hacia
una verdadera koinonía. También difieren grandemente las
concepciones de la misión cristiana en un mundo de pluralidad religiosa
y cultural. Y al responder a los efectos del rápido proceso de mundialización
sobre la vida de las comunidades humanas, se pone en tela de juicio el
pensamiento y la acción sociales ecuménicas. El fin del milenio
que se acerca refuerza la impresión de que esta incertidumbre en
relación con el ecumenismo es parte de un proceso más profundo
de transición que apunta a una nueva época histórica
muy diferente de la situación que prevalecía en la época
en que fue creado el Consejo Mundial de Iglesias. Muchas de las iglesias
que han dado forma a la vida y el testimonio del CMI durante estas décadas
pasadas, se ven ahora confrontadas con problemas internos, y optan, a veces,
por centrarse en el mantenimiento de su propia integridad. Al mismo tiempo,
el ecumenismo local está floreciente en muchos lugares. Animados
procesos de renovación y de crecimiento de la vida y el testimonio
cristianos tienen lugar fuera de la comunidad del CMI. ¿Qué
significa todo esto para el futuro del Consejo?
Un
jubileo ecuménico
7.
No fue por casualidad que el CMI decidió aceptar, hace más
de cuatro años, la invitación de las iglesias de Zimbabwe
para celebrar la Octava Asamblea en Harare en lugar de la invitación
de las iglesias de los Países Bajos de celebrar nuevamente una Asamblea
en Amsterdam. Esa decisión era una señal de que la Asamblea
del cincuentenario del CMI no debía ser sólo una ocasión
para mirar hacia atrás rememorando esos decenios y todos los cambios
transcendentales que han aportado al mundo, las iglesias y el Consejo,
sino una oportunidad de discernir los desafíos actuales con que
se enfrenta el Movimiento Ecuménico, y de mirar hacia adelante al
siglo XXI. No hay duda de que el futuro del cristianismo y del Movimiento
Ecuménico se forjará sobre todo en regiones como África
y América Latina más bien que en las regiones septentrionales
del cristianismo histórico. Todo permite pensar que a comienzos
del siglo XXI África será el continente con mayor población
cristiana. Al mismo tiempo, es en África donde se manifiesta con
mayor claridad el desorden del actual sistema mundial, y la marginación
y fragmentación de sociedades enteras. El período de luchas
por la liberación en África, durante los años 1970,
correspondió a una de las fases más controvertidas de la
historia del CMI. Aún está viva en la memoria la crisis causada
por la donación al Frente Patriótico de Zimbabwe/Rhodesia,
en 1978. La decisión de celebrar en Harare la Octava Asamblea fue
una expresión de nuestra determinación de no cejar en nuestra
solidaridad con las iglesias y la población africana en su búsqueda
de nuevos cimientos en los que sea posible afirmar su identidad y reconstruir
formas viables de vida comunitaria. En un conjunto de "Directrices normativas
para la labor del CMI en África", el Comité Ejecutivo, en
febrero de 1995, declaró que "aunque las iglesias y los pueblos
de África están luchando por una nueva cultura política
y social, el desafío del Movimiento Ecuménico es apoyar la
esperanza y la visión de una comunidad humana viable para todo el
pueblo africano". Esto significa que nuestra Asamblea aquí en Harare
deberá estar muy atenta a lo que Dios nos dice hoy por medio de
África.
8.
El tema de la Asamblea: "Buscad a Dios con la alegría de la esperanza"
se ha formulado con ese telón de fondo. En una situación
de creciente desorden y resignación, estas palabras son una nueva
reafirmación de la fidelidad de Dios expresada en el tema de la
Asamblea de Amsterdam. El Dios que se nos invita a buscar no es el soberano
y juez inaccesible del destino de la humanidad, sino el Dios de la alianza
con Noé, Abraham y Moisés, que se volvió a nosotros
en Jesucristo, ofreciendo reconciliación y plenitud de vida para
todos. "Buscad a Dios" es una invitación a tener confianza en la
fidelidad de Dios en medio de la confusión y las incertidumbres
de nuestros tiempos. Descubrir el rostro amoroso de Dios que se vuelve
hacia nosotros en el Cristo crucificado y resucitado, asentar nuestra vida
en la fidelidad de Dios - esto es lo que el Nuevo Testamento llama metanoia,
en el doble sentido de comprometerse con firmeza y de abandonar falsas
lealtades.
9.
En esta Epístola a los Romanos, el Apóstol Pablo describe
vívidamente la dinámica de este proceso de reorientación:
"Por lo tanto, hermanos y hermanas, os ruego por las misericordias de Dios
que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable
a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este
mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable
y perfecta" (Ro 12:1-2). Pablo dice a continuación que esta transformación
deja de ser una experiencia personal interior para pasar a ser la expresión
de la renovación de la vida de la comunidad. Utilizando la imagen
del cuerpo y de sus diferentes miembros, Pablo traza el perfil de una comunidad
cristiana que vive concretamente su compromiso con Dios. Entre las muchas
exhortaciones encontramos también la segunda parte de nuestro tema:
"Con la alegría de la esperanza" (Ro 12:12). Este era el mensaje
de esperanza que el Comité Central quería que la Asamblea
proclamara, reafirmando implícitamente el tema de la Segunda Asamblea,
celebrada en Evanston, en 1954: "Cristo - Esperanza del mundo". Con mucha
razón algunos plantearon la pregunta de si la invitación
"con la alegría de la esperanza" cabía en la situación
actual de África y del mundo. Sin embargo, como afirmó la
Comisión de Fe y Constitución en Bangalore, en 1978, en su
"Confesión común de esperanza": "La esperanza cristiana es
un movimiento de resistencia contra el fatalismo". Y la plenaria de esta
mañana sobre el tema de la Asamblea ya nos ha recordado el claro
testimonio de esperanza en la doxología con que comienza la Primera
Epístola de Pedro: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su gran misericordia nos hizo renacer para
una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.
. . Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un
poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas
pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe... sea hallada en alabanza,
gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo" (1 Pe 1:3-7).
10.
Estamos reunidos para celebrar un "jubileo ecuménico". La elección
del tema de la Asamblea tenía por objeto captar el espíritu
de jubileo, que es una de las imágenes de esperanza de mayor pujanza
en la tradición bíblica. Jesús reafirmó esta
imagen en su sermón inaugural en Nazaret. Inspirándose en
el pasaje del libro del profeta Isaías, proclamó "el año
agradable del Señor", el año de gracia y de liberación
(Lc 4:19). La proclamación del año del jubileo es parte del
código de santidad del libro de Levítico (Lev 25). Tras siete
ciclos de años sabáticos, el año 50 se celebraba como
el año del jubileo. Tras aproximadamente siete veces siete años
entre las asambleas, llegamos ahora al año 50 del CMI, el año
del jubileo ecuménico. Pero, ¿qué sentido tiene hablar
de un "jubileo ecuménico"? Varias iniciativas ecuménicas
que pedían la condonación de la deuda externa de los países
más pobres del mundo para el año 2000 se han inspirado en
el mensaje bíblico del jubileo. Y es ciertamente pertinente: la
cancelación de las deudas ocupa un lugar prominente en la tradición
bíblica del jubileo; y la cuestión de la deuda externa está
en el orden del día de nuestra Asamblea. Ahora bien, el mensaje
bíblico del jubileo cala más hondo que una apremiante cuestión
de justicia social, económica y política.
11.
Históricamente, el año del jubileo debe considerarse como
una reapropiación y reinterpretación de la antigua tradición
bíblica del año sabático. Durante el año sabático,
los campesinos debían dejar la tierra en barbecho a fin de dar un
descanso completo no sólo a la tierra, sino a los animales y a los
siervos. Los esclavos eran liberados y las deudas condonadas. Todo esto
forma parte de la tradición del jubileo, pero el concepto del jubileo
trasciende el año sabático. En el año del jubileo
todos deberían tener la posibilidad de volver a la tierra de sus
padres. En el contexto de la reconstrucción de la comunidad tras
el regreso del exilio de Babilonia, el jubileo daba a todas las familias
y a los miembros de la comunidad lo necesario para sustentar sus vidas.
Lo que es más, como indica Levítico 25: 8-9, el jubileo debería
proclamarse con el son de la trompeta el día de la expiación,
el día en que cada año la comunidad judía pide liberación
de sus pecados y reconciliación con Dios y sus miembros unos con
otros. Así pues, el mensaje del jubileo es un mensaje de reconciliación.
Extiende el acto liberador de la expiación a todo un año.
Juntas estas prescripciones del jubileo describen los elementos esenciales
de la alianza. Periódicamente, se corregían las inevitables
injusticias, exclusión y esclavitud resultantes de la distorsión
de las estructuras económicas y sociales. El objetivo del jubileo
es romper el ciclo de dominación y dependencia proclamando la reconciliación
y la liberación e imponiendo una autolimitación en el ejercicio
del poder. Los que controlan los factores básicos de la vida económica
- tierra, mano de obra y capital - tienen que limitar el ejercicio del
poder e incluso renunciar a ese poder, restaurando, así, a los pobres
y excluidos la base y el espacio para una vida digna. Tienen que practicar
la misma generosidad y justicia que Dios manifiesta en el acto de expiación,
de reconciliación.
12.
Jesús resume su interpretación del mensaje del jubileo con
estas palabras: "Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros"
(Lc 4:21). En Jesús, se ha cumplido el ofrecimiento de reconciliación
de Dios, la proclamación del jubileo final del reino de Dios. Su
vida y su muerte son el ejemplo para nosotros de quien abandonó
su poder y condición de igual a Dios y se hizo ser humano a fin
de abrir en nuestra historia humana el espacio para la reconciliación
que nos permita gozar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Si
este es el mensaje del jubileo a la luz de la proclamación de Jesús,
no cabe duda de que el jubileo es un mensaje de alegría y esperanza
también para el Movimiento Ecuménico. Desde los comienzos
de este siglo, las iglesias han estado buscando formas de restaurar la
unidad y la comunión del pueblo de Dios, respondiendo a la oración
de nuestro Señor para que todos sean uno. Han estado tratando de
reorientar y corregir las relaciones entre los miembros dispersos del pueblo
de Dios que han sido desvirtuadas por la condena mutua, el odio, los prejuicios
y la exclusión, cuando no por reivindicaciones de poder y de control
sobre los medios de salvación, de la plenitud de la vida.
13.
Así pues, el jubileo ecuménico es, en primer lugar, un llamamiento
a la conversión, al arrepentimiento y a una evaluación crítica
de nosotros mismos, reconociendo la culpa acumulada y la corresponsabilidad
en la división del cuerpo de Cristo. Buscad a Dios en Cristo - es
una invitación a todas las iglesias a abandonar sus actitudes defensivas
y de autojustificación, y a volverse a la fuente y el centro de
su unidad: Cristo, crucificado y resucitado. En segundo lugar, el jubileo
ecuménico es una invitación a celebrar el ofrecimiento de
reconciliación de Dios y afirmar la unidad redescubierta y restaurada
gracias a la acción del Espíritu Santo en el Movimiento Ecuménico.
Hoy podemos decir: lo que nos une es más fuerte de lo que aún
nos separa. Nos reconocemos nuevamente unos a otros como miembros de la
familia de Dios, aunque seamos diferentes. En tercer lugar, el jubileo
ecuménico es un mensaje de esperanza, no sólo para la comunidad
cristiana sino también para el mundo al aproximarnos al comienzo
del nuevo siglo y del nuevo milenio. En un mundo cautivo de las fuerzas
de la competencia, la dominación y la exclusión, hay esperanza
porque se ha abierto en Cristo el camino de reconciliación y de
una vida viable en comunidad. En su presencia y gracias a su poder de curación
y de restauración de la integridad, se nos concede la liberación
y el perdón. En el espíritu del jubileo ecuménico,
estamos llamados a ser comunidades de esperanza, siguiendo los pasos de
quien renunció a su reivindicación del poder, compartió
y dio su vida, dándonos así la posibilidad de vivir la plenitud
de vida,de aquél que abrazó al extranjero, al excluido, al
desheredado y al pobre, y restauró su dignidad como miembros de
pleno derecho de la comunidad. En los albores del siglo XXI, el camino
de Cristo es nuestra vocación ecuménica.
Abrir
el espacio ecuménico
14.
Ahora bien, ¿estamos realmente preparados para celebrar este jubileo
ecuménico? ¿Estamos preparados para volvernos a Dios, para
recibir el ofrecimiento de reconciliación y ser liberados de las
cautividades institucionales que nos impiden vivir concretamente la koinonía
que afirmamos como don de Dios en Jesucristo? La prescripción del
jubileo estaba destinada a dar orientación al pueblo judío
en la tarea de reconstruir una comunidad viable tras el exilio de Babilonia.
¿Qué inspiración y orientación puede darnos
la tradición del jubileo para restaurar la comunión entre
las iglesias separadas? ¿Cuál es el lugar y la tarea del
CMI en este contexto? ¿Acaso el CMI no ha llegado a ser también
víctima de la cautividad institucional, y necesita, también,
ser liberado? ¿Sigue siendo un instrumento del Movimiento Ecuménico,
de las iglesias juntas en el camino, o es una institución aparte,
con sus propios objetivos? ¿Cómo puede el CMI abrir y crear
el espacio que permita la consolidación de la comunión y
dé lugar a la reconciliación?
15.
Uno de los legados más importantes de la Asamblea de Canberra al
nuevo Comité Central fue el estudio, que comenzó en 1989,
"Hacia un Entendimiento y una Visión Comunes del CMI". El Comité
Central continuó este proceso y, en 1995, decidió orientarlo
hacia la Octava Asamblea. Los resultados de este estudio se presentan a
esta Asamblea en forma de un documento normativo que fue aprobado por el
Comité Central en su última reunión, en septiembre
de 1997. Este documento, que figura en la Guía de Trabajo de la
Asamblea, ha recibido el aporte de propuestas de muchas iglesias miembros,
que se tuvieron en cuenta en la redacción del texto final. En su
forma actual, representa no más - y no menos - que un fiel informe
del Comité Central, como principal órgano rector entre las
asambleas, sobre los resultados de este estudio en relación con
la vocación del CMI en el momento actual de la evolución
del Movimiento Ecuménico. Como delegados de las iglesias miembros
en la Asamblea, ustedes están invitados ahora a responder a esta
evaluación de la concepción y la tarea del CMI, y a sacar
sus consecuencias.
16.
Como ustedes habrán percibido al estudiar este documento, el texto
no propone una concepción radicalmente nueva del CMI. Antes bien,
trata de ofrecer una interpretación contemporánea de la definición
del propio Consejo que figura en la Base, y en otros textos constitutivos,
especialmente la Declaración de Toronto de 1950. Un elemento central,
en estas primeras definiciones del Consejo, fue su caracterización
como una "comunidad de iglesias". Aunque este término "comunidad"
se entiende de diversas maneras, su utilización en la Base parece
sugerir claramente "que el Consejo es más que una simple asociación
orgánica de iglesias constituida para organizar actividades en ámbitos
de interés común" (párr. 3.2 EVC). Reconociendo que
la existencia del CMI como una comunidad de iglesias plantea un
desafío eclesiológico a las iglesias, en el documento EVC
figura una serie de afirmaciones para aclarar el significado y el alcance
de la comunidad que las iglesias viven en el CMI. En muchos sentidos, esto
refleja lo que dije anteriormente acerca del "jubileo ecuménico".
La comunidad no es el resultado de un acto de voluntarismo por parte de
las iglesias. Tiene su centro en el compromiso común con Jesucristo.
A medida que las iglesias buscan a Dios en Cristo, descubren la comunidad
que constituyen. Así pues, la comunidad no es simplemente el resultado
de un acuerdo institucional entre organismos eclesiales organizados y sus
dirigentes. "Es más bien una realidad dinámica y relacional
que abarca a las iglesias como manifestaciones del pueblo de Dios en toda
su plenitud. No es un fin en sí misma, pero existe para servir como
signo e instrumento de la misión y de la actuación de Dios
en el mundo. Así pues, el CMI podría definirse como una comunidad
de iglesias misionera, diaconal y moral" (3.5.3). La importancia de esta
comunidad reside precisamente en el hecho de que abre un espacio en el
que la reconciliación y la responsabilidad mutua pueden tener lugar,
y donde las iglesias pueden aprender juntas a seguir el camino de un compromiso
ecuménico costoso: "reconocer su solidaridad unas con otras, ayudarse
unas a otras en caso de necesidad, abstenerse de llevar a cabo acciones
que sean incompatibles con las relaciones de hermandad, entablar relaciones
espirituales para aprender unas de otras, y ‘consultarse unas a otras inspirándose
en Jesucristo nuestro Señor, para discernir el testimonio que están
llamadas a dar al mundo en su nombre’ (Toronto)" (3.5.6).
17.
Esa comprensión relacional del Consejo como comunidad de iglesias
coloca la preocupación por su estructura y su perfil institucional
dentro de un contexto más amplio y más propiamente teológico.
Está en consonancia con las afirmaciones de la Quinta Conferencia
Mundial de Fe y Constitución, celebrada en Santiago de Compostela,
en 1993, acerca de "El concepto de koinonía y su significado" (Informe
de la Sección I). Al considerar la koinonía como un don de
la gracia de Dios y como vocación de las iglesias, el informe utiliza
la imagen de la peregrinación como un acto de metanoia
o
conversión. Este movimiento constante de metanoia expresa
claramente el carácter relacional de la Iglesia. Estar en relación
significa estar preparado a exponerse uno mismo a la alteridad, a la singularidad
del otro, a permitir que cambie el propio ser en ese encuentro. También
significa aceptar los temores y las ansiedades que ese tipo de encuentro
suscita en nosotros. Esta interpretación aclara lo que he dicho
anteriormente acerca de la invitación "buscad a Dios" como un llamamiento
a la metanoia, y acerca del "jubileo ecuménico" como un llamamiento
a una autolimitación del poder. " El encuentro con el otro en la
búsqueda de la koinonía, fundada sobre el don de Dios, exige
una kénosis, una autoentrega, un despojo personal. Esta
kénosis produce miedo a perder la identidad y nos invita a aceptar
nuestra vulnerabilidad; no se trata sino de ser fiel al ministerio de Jesús
en su vulnerabilidad y su muerte al intentar llevar a los seres humanos
a la comunión con Dios y de unos con otros. Él es el modelo
y el patrono de la reconciliación que conduce a la koinonía
por medio del ministerio de la kénosis" (párr.
20).
18.
Cuando se considera al Consejo como una comunidad de iglesias en la perspectiva
de la dinámica de peregrinación constante de la koinonía,
que las iglesias en el Consejo tratan de manifestar, comprendemos que el
costo del compromiso que requiere esa comunidad es muy elevado. Debe ser
sustentado y regenerado continuamente a medida que las iglesias tratan
de cumplir su vocación común. Esto es particularmente importante
cuando las iglesias se ven confrontadas a la necesidad de dar un testimonio
profético y de servir al mundo. En el estudio del CMI sobre "eclesiología
y ética" se han profundizado las percepciones de la Conferencia
Mundial de Fe y Constitución, el proceso ecuménico de Justicia,
Paz e Integridad de la Creación, así como los esfuerzos anteriores
para relacionar el ser de la iglesia con su carácter de signo
profético en el mundo. En este estudio se ha examinado la dimensión
ética de la iglesia como koinonía tal como se expresa en
la liturgia, especialmente en los sacramentos de bautismo y en la eucaristía
y se ha prestado particular atención al proceso de formación
moral y espiritual, y de discernimiento, en el que se genera la koinonía
y se reconstruye. Esto conlleva la importante sugerencia de que la oikoumene
debe entenderse como un "campo energético" de resonancia y reconocimiento
mutuos generado por el Espíritu Santo. Al elegir las metáforas
de resonancia y reconocimiento nos remitimos a una imagen bíblica
de la literatura juanina. Las ovejas reconocen la voz del pastor (Juan
10:3; véase Apocalipsis 3:20). . . Ser discípulo significa
oír la voz, estar inspirados y modelados por ella: no sólo
por su sonido sino también por el contenido, el tono auténtico
de una manera de hablar por el que somos conformados, dando testimonio
de una manera reconocible de ser en el mundo, aunque una manera de ser
que tiene múltiplas formas. . . En el centro del reconocimiento
ecuménico está el hecho de que la otra comunidad ha asumido
un compromiso análogo al propio y el compromiso propio es análogo
al del otro. Hay analogía porque hay un modelo - reconocimiento
compartido - de la práctica moral en el Espíritu. La gente.
. . reconoce que otros "tienen el mismo espíritu". . . Ese reconocimiento
es global, y no meramente doctrinal o jurisdiccional, aunque incluye tanto
elementos doctrinales como jurisdiccionales. Es reconocimiento de una vivencia:
un sentido de comunión moral. Esto es lo que significa la oikoumene".
(Costly Obedience, párr. 90 y ss.).
19.
En este documento se interpreta el CMI como el "espacio" que da la posibilidad
de esa comunión de reconocimiento y resonancia mutuas. Aunque no
es en sí esa comunión moral, "es una comunidad de
iglesias que oran para recibir los dones espirituales que esa comunión
en el testimonio moral requerirá" (párr. 99). "El CMI necesita
demarcar, mantener y ser efectivamente un espacio en el que la comunión
eclesial y moral. . . puede expresarse, donde se procura sin cesar un lenguaje
que exprese más plenamente la realidad, donde se conciben acciones
comunes que encarnan el testimonio moral necesario, y donde tiene lugar
una formación ecuménica que le da a ese testimonio una densidad
y una plenitud cada vez mayores "(párr. 102). Esta comprensión
del CMI ha servido de inspiración al programa de Teología
de la Vida, que examinó las diez afirmaciones de la Convocación
de Seúl sobre Justicia, Paz e Integridad de la Creación (1990),
como "una definición preliminar del marco y el espacio en el que
se podrán construir relaciones de confianza. Esas afirmaciones no
son declaraciones confesionales ni criterios para juzgar posiciones supuestamente
heréticas. Por el contrario, pueden considerarse como varas con
que se mide la responsabilidad mutua, como principios que permiten resolver
los conflictos de interpretación mediante el diálogo ecuménico
y colaborar en contextos radicalmente diferentes" (M. Robra en Ecumenical
Review, 1996/1, pág. 35). La conferencia Sokoni en Nairobi,
celebrada en enero de 1997, que fue organizada siguiendo el modelo del
mercado de aldea africano, que es para la comunidad un lugar de comunicación
e intercambio, ofreció una experiencia concreta de ese espacio ecuménico.
Este es también el propósito del Padare como un espacio abierto,
aunque protegido en medio de esta Asamblea.
20.
Así pues, el concepto de "espacio ecuménico" amplía
nuestra comprensión del CMI como comunidad de iglesias. De hecho,
esta noción ya se había utilizado en anteriores debates ecuménicos
sobre la comunidad conciliar. En la declaración de la Comisión
de Fe y Constitución sobre "Conciliaridad y el futuro del Movimiento
Ecuménico" (1971) se afirma: "si la unidad de la iglesia ha de servir
a la unidad de la [humanidad], debe ofrecer espacio tanto para la
amplia variedad de formas, como para las diferencias e incluso los conflictos.
. . La unidad de la Iglesia debe ser de una índole tal que haya
amplio espacio para la diversidad y para la confrontación
abierta de intereses y convicciones diferentes" (Informe de Louvain, págs.
226 y ss; la bastardilla no existe en el original). Más recientemente,
los debates de Fe y Constitución han sugerido que la noción
de "espacio ecuménico" puede facilitar el debate doctrinal acerca
del ministerio de los obispos. "Living in Spaces with Open Doors" (Vivir
en espacios con puertas abiertas) es el título de un informe de
una consulta celebrada en 1995 y organizada por varios programas de formación
del CMI, convocada para examinar los paradigmas educativos que permiten
a las personas vivir en espacios abiertos, aceptar la diversidad, ampliar
horizontes y mantener viva la esperanza. En el informe se habla del concepto
de "sociedad civil" como un espacio, diferente de las estructuras económicas
y políticas del Estado y del mercado, en el que se va construyendo
la auténtica comunidad. Cabe decir asimismo que el Decenio Ecuménico
de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres hizo una espectacular petición
en favor de que la iglesia sea una comunidad verdaderamente incluyente.
Por último, el debate ecuménico acerca de la integridad de
la creación dio lugar al reconocimiento de que la Tierra es el espacio
que ha dado el Creador para que todas las cosas vivientes vivan juntas
en comunidades viables. El séptimo día de la creación,
el Sabat divino, cuando Dios descansó de su obra de creación,
abre el espacio para que se expanda y crezca la vida. Haciéndose
eco de la tradición rabínica, Larry Rasmussen afirma que
"es el Sabat y no la dominación lo que simboliza la justa relación
de los seres humanos con el resto de la naturaleza y de toda la creación,
y con el Creador. En realidad el Sabat, y no la creación de los
seres humanos, es la culminación y el clímax de la propia
historia de la creación..." (L. Rasmussen, Earth Community, Earth
Ethics, Ginebra 1996, pág. 232). En este sentido el Sabat y
el año del jubileo ofrecen el espacio para la reconstrucción
periódica de la vida comunitaria.
21.
Todo esto nos recuerda la exhortación profética: "Ensancha
el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas;
no seas apocada; alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas" (Is 54:2).
Estas
palabras pueden inspirar una revitalización de la vida en comunidad
de las iglesias unas con otras en el CMI. Ahora bien, actualmente, muchas
iglesias, bajo la presión de problemas internos y externos, se están
replegando detrás de líneas defensivas confesionales e institucionales.
La colaboración ecuménica con otras iglesias sigue siendo,
a menudo, formal, dando lugar rara vez a un encuentro vital. A medida que
el compartir de recursos se profesionaliza, los vínculos ecuménicos
de solidaridad se debilitan. Muchos consideran el Consejo Mundial de Iglesias
como un organismo de cooperación orgánico, cuya eficacia
se evalúa en relación con la de muchas organizaciones no
gubernamentales internacionales especializadas. Otros opinan que el CMI
plantea aún más problemas y presiones de los que las iglesias
ya tienen, imponiendo posiciones y orientaciones programáticas que
están en contradicción con sus tradiciones eclesiales. Incluso
la interpretación del Consejo como una comunidad de "responsabilidad
mutua", puede entenderse como una imposición que no respeta la integridad
de las iglesias miembros. Habida cuenta de esta situación, mi sugerencia
de que las nociones de "peregrinación y "espacio ecuménico"
pueden contribuir a nuestra comprensión del Consejo como una comunidad
de iglesias es aún más pertinente. En la inseguridad de la
situación actual, y teniendo en cuenta la tentación de protegerse
de forma defensiva y exclusiva, el Movimiento Ecuménico necesita
recuperar el sentido de pueblo peregrino de Dios, de iglesias en el camino
juntas, dispuestas a trascender los límites de su historia y de
su tradición, escuchando juntas la voz del pastor, reconociéndose
unas a otras y resonando unas en otras, revitalizadas por el mismo Espíritu.
El CMI como comunidad de iglesias es el espacio en el que ese encuentro
arriesgado puede tener lugar, en el que puede construirse la confianza
y crecer la comunidad. Actualmente, esta convicción es puesta a
prueba gravemente por conflictos en torno a cuestiones morales, especialmente
en cuanto a la sexualidad humana, y debido a desafíos teológicos
y eclesiológicos que se han planteado durante el Decenio Ecuménico
de Solidaridad de las Iglesias con las Mujeres. Más que nunca antes
necesitamos que el CMI sea un espacio ecuménico abierto, aunque
rodeado por la fidelidad de Dios y protegido por el vínculo de paz,
un espacio de aceptación y de comprensión mutua, así
como de interpelación y de corrección
recíprocas.
22.
La comunidad de iglesias en el CMI no es un fin en sí misma. Está
destinada a servir como signo e instrumento de la misión de Dios
en el mundo. Apoyándonos en la noción de espacio ecuménico,
hemos definido el término "comunidad" como un espacio en el que
"las iglesias pueden explorar (juntas) lo que significa estar en comunidad
para alcanzar una mayor unidad en Cristo" (párr. 3.5.4, EVC). Ahora
bien, el CMI, en sí mismo, no va más allá de la perspectiva
de un ecumenismo limitado a las relaciones de las iglesias entre sí.
De ahí que será necesario que el espacio ecuménico
se abra a las preocupaciones del mundo. En su análisis de las respuestas
de las iglesias al documento EVC, Peter Lodberg dijo: "El CMI es un santuario
en un mundo dividido" (en Ecumenical Review, 1998/3, pág.
276). Un santuario es un lugar de refugio para el forastero, ofrece hospitalidad
a los que no tienen hogar. Reflexionando sobre el significado de la búsqueda
contemporánea de significado espiritual, que se percibe en todas
partes, y el amplio resurgimiento de la religión en nuestros días,
Lewis Mudge cree que la comunidad cristiana - e implícitamente también
la comunidad ecuménica de iglesias - "Pueden proporcionar no sólo
hospitalidad material al forastero, sino también hospitalidad espiritual:
un santuario de significado para los que, por muchas razones - intelectuales,
religiosas, políticas - no pueden confesar la fuente de ese significado"
(L. Mudge, The Church as a Moral Community, Ginebra 1998,
pág. 82). A veces, las iglesias, en su comunidad ecuménica,
han ofrecido a la comunidad secular más amplia el espacio para ahondar
en su reflexión sobre las dimensiones morales y espirituales de
la justicia y la injusticia, la reconciliación, los derechos humanos
y la construcción de la paz. Como dice L. Mudge: "Las iglesias pueden
y deben ofrecer una especie de espacio metafórico en el mundo para
aquellos - creyentes y no creyentes - que están convencidos de que
la sociedad humana puede superar su violencia original, su resentimiento
y su desconfianza permanentes, y llegar a hacer realidad su vocación
verdadera de ser la comunidad amada que se describe en los textos bíblicos.
Las iglesias existen para mantener abierto un espacio social en el que
las estructuras y prácticas vigentes de la sociedad quedan al descubierto
y en el que las relaciones en la comunidad humana pueden articularse nuevamente,
un espacio en el que las metáforas de vida en común pueden
confrontarse con su dimensión transcendental (loc. cit. párr.
112).
¿Más
allá de la condición de miembro?
23.
En el documento EVC se pone de relieve la concepción del CMI como
una "comunidad de iglesias" que tiene una estructura y una organización,
pero no debe identificarse con esa estructura. Ahora bien, en parte como
respuesta al documento EVC, se ha entablado un nuevo debate, precisamente
en torno al carácter institucional del CMI como una organización
con iglesias miembros. Al trazar las líneas generales de lo que
entraña la condición de miembro de este organismo, el documento
EVC se remite a un texto anterior recibido por el Comité Central
en 1996 (véase el "Significado de la Condición de Miembro",
Actas del Comité Central en inglés, 1996, págs. 184-187).
Cuando un proyecto anterior de este texto se envió a las iglesias
miembros para estudio y comentario, sólo unas pocas iglesias respondieron.
Retrospectivamente comprendemos que una explicación del significado
de la condición de miembro inspirada en la noción bíblica
del cuerpo - en otras palabras, las iglesias en comunidad como miembros
unas
de otras, no puede conciliarse fácilmente con la noción
de miembro de una organización. Por lo que respecta a la condición
de miembro, muchas iglesias parecen sobre todo preocupadas por la participación,
la representación y la influencia en la toma de decisiones, que
se resume en la frase "hacer suya la organización". La condición
de miembro conlleva derechos y privilegios, pero también entraña
responsabilidades y obligaciones. En el documento EVC se habla mucho más
extensamente de las responsabilidades de la condición de miembro
que acerca de los derechos de participación y representación.
Aunque en un proyecto anterior del documento EVC se había incluido
una sección sobre las consecuencias institucionales de esa comprensión
del CMI, particularmente para sus estructuras rectoras, el Comité
Central consideró que estas propuestas requerían mayor atención,
y que deberían ser tratadas por separado respecto de la declaración
normativa. Actualmente, el debate está centrado precisamente en
esas preocupaciones.
24.
Son sobre todo las iglesias ortodoxas (calcedonias) las que han planteado
cuestiones fundamentales. En una reunión en Tesalónica, a
comienzos de este año, exigieron una "reestructuración radical"
del Consejo, planteando el cumplimiento de este objetivo, como una condición
para la continuación de su participación en la vida y la
labor del CMI. El concepto de "miembro" es central en su argumentación.
Actualmente, la condición de miembro del Consejo se basa en la identidad
institucional de las iglesias como entidades autónomas, principalmente
nacionales. La Constitución y el Reglamento del CMI, de conformidad
con la Declaración de Toronto de 1950, dejan abierta la cuestión
eclesiológica de la definición de iglesia. Una iglesia miembro
en potencia debe expresar su acuerdo con la Base, y dar pruebas de autonomía,
asi como y "la autonomía permanente de su vida y su organización".
Debe reconocer "la interdependencia esencial de las iglesias, esencialmente
las de la misma confesión, y mantener relaciones ecuménicas
constructivas con otras iglesias en su país o región". Además
de estas condiciones, las iglesias miembros candidatas deben tener, al
menos, 25,000 miembros (para ser admitidas como miembros asociadas, se
necesitan 10,000 miembros). Estas formulaciones sobre "la condición
de miembro", no indican la manera en que el CMI ha de responder cuando
una iglesia miembro se divide o cuando dos o más iglesias miembros
se unen o llegan a un acuerdo de plena comunión. El hecho de que
la mayoría de las iglesias de tradición protestante en el
día de hoy vivan en una situación de plena comunión
(al menos de facto) unas con otras, plantea la cuestión de cómo
esto puede expresarse de forma más adecuada en su condición
de miembro del Consejo.
25.
Durante más de 25 años, las iglesias ortodoxas han expresado
su preocupación ante la constante aceptación de nuevas iglesias
miembros por parte del CMI, la mayoría de las cuales son de tradición
protestante, mientras que la cantidad de iglesias ortodoxas ha continuado
siendo prácticamente la misma, y no es probable que cambie. Se sienten
asímismo encerradas en una situación minoritaria por razones
estructurales. Por consiguiente, sólo tienen una influencia limitada
en las orientaciones programáticas y en los órganos rectores
del CMI. Las iglesias ortodoxas ponen de relieve que representan una de
las dos principales tradiciones cristianas - ortodoxa y protestante - que
constituyen el Consejo, y que la cantidad combinada de sus fieles corresponde
al menos a una tercera parte del total de todas las iglesias miembros de
CMI, y piden que se proceda a un nuevo examen de las estructuras del Consejo
y de los procedimientos de gestión. La concesión de cuotas
(actualmente del 25 por ciento) para los puestos en los órganos
rectores, así como las cuotas para laicos, mujeres, jóvenes,
etc., no es, a su entender, la forma de resolver el verdadero problema.
También ponen en tela de juicio el Reglamento de los debates y el
proceso de toma de decisiones, basados en el modelo parlamentario de mayoría
de votos. Queriendo respetar su firme convicción de que las cuestiones
que afectan a la comprensión eclesiológica que una iglesia
tiene de sí no pueden ni deben decidirse por mayoría de votos,
el Consejo aprobó el inciso b del apartado 6 del artículo
XVI, según el cual esas cuestiones pueden abordarse en una sesión
deliberativa sin procederse a votación. Ahora bien, recientemente,
las iglesias ortodoxas han planteado una cuestión más fundamental
acerca de lo que significa continuar siendo miembros de una organización
cuyo programa responde a preocupaciones que son a menudo ajenas, no sólo
en relación con su comprensión eclesiológica, sino
también con su propia idiosincrasia y cultura. Aunque no desean
poner en tela de juicio su compromiso y corresponsabilidad en el Movimiento
Ecuménico, en el que han participado desde los comienzos, se preguntan
si la condición de miembro, con todas sus consecuencias y responsabilidades
estipuladas en el documento EVC, es la única forma de participar
en el Movimiento Ecuménico. Algunos han observado que la Iglesia
Católica Romana tiene mayores posibilidades de participación
como asociada esencial en programas y actividades del CMI, sin asumir,
sin embargo, las responsabilidades de miembro.
26.
Lo que revelan estas cuestiones es que el perfil institucional del CMI
y su idiosincracia han sido conformados siguiendo el modelo de las asambleas
y los sínodos de las iglesias protestantes históricas, que
imitaron la tradición parlamentaria de toma de decisiones de los
países con constituciones democráticas. En efecto, el Consejo
ha defendido con firmeza el criterio de la participación de las
personas en decisiones que afectan su vida, y ha permitido, por lo tanto,
que grupos de interés en torno a muchas cuestiones importantes influyeran
en su vida. Aunque muchas iglesias consideran apropiado este procedimiento,
se trata esencialmente de un modelo que se deriva de su vida política,
y cuya aplicación al Consejo no es necesariamente la mejor forma
de expresar la comprensión que tienen las iglesias de una "comunidad
de iglesias". No sólo las iglesias ortodoxas, sino también
muchas iglesias de África y de otras partes del hemisferio sur,
siguen modelos diferentes, en los que se da prioridad al diálogo
y al consenso, y al respeto de la jerarquía y de la autoridad. Sin
rechazar la disciplina de la "responsabilidad mutua" como criterio para
una comunidad comprometida, insisten en que esto presupone una colaboración
auténtica, así como estar dispuestos a exponerse al encuentro
con el otro en un diálogo de amor en lugar de entablar negociaciones
de compromisos entre diferentes posiciones y grupos de interés.
En efecto, si el CMI ha de servir de marco para un espacio ecuménico
sería necesario plantearse la pregunta de si la forma actual de
gobierno por mayoría es la más adecuada para organizar su
vida. Cabe destacar que la toma de decisiones por consenso se ha adoptado
como un procedimiento válido incluso en algunos foros políticos
a nivel internacional. Y se utiliza en la mayoría de los programas
del CMI. Estos modelos también deben examinarse en relación
con los procedimientos de toma de decisiones oficiales en el CMI. Al mismo
tiempo, debe ampliarse el espacio para una deliberación auténtica
en reuniones como las del Comité Central, invitando a los diferentes
interlocutores a reunirse y a intercambiar ideas sin tener necesariamente
que tomar una decisión mediante votación. Queda claro que
todas las cuestiones relativas a la participación y a la condición
de miembro no podrán abordarse de forma satisfactoria en esta Asamblea.
En la reunión entre iglesias ortodoxas en Tesalónica que
mencionamos anteriormente, se insistió mucho en la necesidad de
crear una "Comisión Teológica Mixta" para examinar los cambios
institucionales necesarios a fin de lograr una forma aceptable de participación
ortodoxa en la vida del CMI. Esta respuesta ya ha recibido el apoyo del
Comité Ejecutivo, y se espera que esta Asamblea tome las medidas
necesarias para establecer esa comisión.
27.
Ahora bien, la activa participación de la Iglesia Católica
Romana en muchos aspectos de la vida y de las actividades del CMI, nos
obliga a volver a la cuestión de si la "condición de miembro",
concebida como un vínculo institucional con derechos y responsabilidades
es, de hecho, la única forma - o la más apropiada - de expresar
la participación en el Movimiento Ecuménico. Siempre se ha
reconocido que el Movimiento Ecuménico es más amplio y más
global que el Consejo Mundial de Iglesias con sus iglesias miembros reconocidas.
Son muchos y diversos los instrumentos y agentes del Movimiento Ecuménico.
Algunos son, incluso, más antiguos que el propio CMI. El Consejo
mantiene, con regularidad, relaciones de trabajo con los organismos que
representan a las Comuniones Cristianas Mundiales, con las organizaciones
ecuménicas regionales y con los consejos nacionales y otras organizaciones
ecuménicas internacionales. Aunque en el Reglamento del CMI se reconoce
que estas organizaciones son esenciales para el "único Movimiento
Ecuménico", no pueden ser miembros del Consejo, y su participación
en la realización de los programas y actividades del CMI es limitada.
Además de la Iglesia Católica Romana, otras "iglesias no
miembros", particularmente procedentes de las tradiciones pentecostal y
evangélica libre, contribuyen a su manera a establecer el programa
del Movimiento Ecuménico aunque no estén relacionadas institucionalmente
con el CMI. El Consejo continúa siendo la expresión institucional
más global y representativa del Movimiento Ecuménico. Así
pues, tiene una responsabilidad particular en la consolidación del
"único Movimiento Ecuménico", como se reconoce en el Artículo
III revisado que se propone de la Constitución del CMI. En la propuesta
de enmienda constitucional se reconocen los diferentes copartícipes
ecuménicos del CMI, y se considera como responsabilidad especial
del CMI esforzarse "por mantener la coherencia del único Movimiento
Ecuménico en sus diversas manifestaciones".
28.
Así pues, la enmienda propuesta atribuye al CMI una responsabilidad
que trasciende su relación con sus miembros oficiales. La nueva
formulación no cambia la naturaleza del Consejo Mundial como "consejo
de iglesias", pero reconoce que "la calidad de miembro" no puede y no debe
ser la única categoría para la participación en el
esfuerzo ecuménico común. Para dar una expresión concreta
a su deseo de promover relaciones más amplias que trasciendan las
que mantiene con sus miembros, el Consejo ha propuesto que se estudie la
formación de un "Foro de Iglesias Cristianas y Organizaciones Ecuménicas".
El término "foro" fue elegido deliberadamente para sugerir que la
participación es más importante que la condición de
miembro. El foro estará abierto a todos los organismos y organizaciones
que comparten la confesión de fe en Jesucristo como Señor
y Salvador según las Escrituras, y que tratan de ser obedientes
al llamamiento de Dios. Su objetivo sería crear un espacio en el
que pueda tener lugar un intercambio auténtico acerca de los desafíos
con que se enfrenta el Movimiento Ecuménico y en el que puedan concebirse
otras formas de colaboración. El foro no deberá ser otra
institución con estructuras burocráticas y administrativas.
No se prevé como un marco en el que se toman decisiones o se aprueban
resoluciones. Su objetivo es constituir una red de relaciones que trascienda
las limitaciones de los mecanismos vigentes. El CMI participaría
en el foro junto con las otras entidades sin reivindicar ningún
lugar de privilegio. Tras las consultas iniciales con la mayoría
de las organizaciones más próximas, cuya voluntad de participar
en esta empresa es decisiva para el establecimiento del foro, se llevó
a cabo una consulta exploratoria en agosto de este año, y se formuló
una propuesta común que se ha distribuido a las diferentes organizaciones
para examen y respuesta. En nombre del CMI, y por mediación del
Comité de Examen I, se pide a esta Asamblea que se pronuncie en
relación con esta propuesta.
Una
visión ecuménica para el siglo XXI
29.
Para terminar, deseo volver a las amplias perspectivas que abre el tema
de la Asamblea cuando nos invita a "la alegría de la esperanza".
¿Estamos dispuestos a "dar cuenta de la esperanza que está
en nosotros"? ¿Tenemos una visión ecuménica que pueda
orientarnos al acercarnos al siglo XXI y que sea suficientemente convincente
para inspirar a la nueva generación? Al celebrar el cincuentenario
del CMI, se nos recuerda que la afirmación de la Asamblea de Amsterdam
- "estamos firmemente decididos a permanecer juntos", no era sólo
un acto de fe. También expresaba una visión de la iglesia
y del mundo, y un compromiso con la acción. Al comenzar esta Asamblea
jubilar, cabe recordar, una vez más, las palabras del Mensaje de
la Asamblea de Amsterdam que solemnemente declaró ese compromiso:
"Cuán vano sería nuestro encuentro para constituir el Consejo
Mundial si los cristianos y las congregaciones, en todas partes, no se
comprometieran con el Señor de la Iglesia en un nuevo empeño
juntos, allí donde viven, por ser sus testigos y sus siervos para
con sus prójimos. Debemos recordar, nosotros y toda persona, que
Dios derrocó a los poderosos y exaltó a los humildes. Tenemos
que aprender juntos nuevamente a hablar con osadía en nombre de
Cristo tanto a los que están en el poder como a toda persona, a
oponernos al terror, la crueldad y la discriminación racial, a estar
al lado de los marginados, los prisioneros y los refugiados. Tenemos que
hacer que la iglesia sea, en todo lugar, la voz de los que no tienen voz,
y un hogar acogedor para todos. . . Tenemos que pedir a Dios que nos enseñe
a decir juntos No y a decir Sí en verdad. No, a todo lo que desobedece
al amor de Cristo, a todo sistema, todo programa y toda persona que trata
a [otros] como si fueran seres irresponsables o un medio de obtener beneficios,
a los defensores de la injusticia en nombre del orden, a los que consideran
las semillas de la guerra o presentan la guerra como inevitable; Sí,
a todo lo que es conforme al amor de Cristo, a todos los que buscan la
justicia, a los pacificadores, a los que esperan, luchan y sufren por la
causa de [la humanidad], a todos los que - incluso sin saberlo - buscan
un nuevo cielo y una nueva tierra donde morar con justicia".
30.
Con ese compromiso y esa visión, en cincuenta años de existencia,
el CMI ha llegado a ser, de hecho, fuente de esperanza para muchas personas
y comunidades: para los desarraigados y las víctimas de la discriminación
y la opresión racial, para los que luchan por la justicia y la dignidad
humana, para las mujeres y todos los marginados de la iglesia y de la sociedad.
Estos signos visibles de la obediencia cristiana común han dado
forma al perfil del CMI a lo largo de varias generaciones, han favorecido
el surgimiento de redes de solidaridad ecuménica en todas partes,
cambiando la comprensión de lo que significa ser iglesia en el
mundo.
31.
Pero al celebrar el patrimonio que nos dejaron los que nos han precedido,
no podemos contentarnos con simplemente reafirmar su visión y compromiso.
En Amsterdam, la visión y el compromiso se formularon bajo los efectos
de la devastación que había dejado la más destructiva
de las guerras de la historia humana. Debemos formular claramente nuestra
visión y nuestro compromiso al tratar de hacer frente a la situación
del mundo y del Movimiento Ecuménico en vísperas del siglo
XXI. Y nos encontramos actualmente obligados a participar en un proceso
de transformación histórica llamado comúnmente "mundialización".
Esa mundialización ha incrementado espectacularmente la interdependencia
de todas las partes del mundo, en particular en las esferas de la economía,
las finanzas y la comunicación. Al mismo tiempo, es causa de la
creciente fragmentación y exclusión de gran cantidad de personas
en todo el mundo. Y lo que es más, el Movimiento Ecuménico
se encuentra en una encrucijada y ante la necesidad urgente de nueva orientación.
Tras celebrar este jubileo y afirmar nuevamente que deseamos permanecer
juntos, no podemos simplemente regresar a nuestros hogares y continuar
como si nada hubiera cambiado. El tema de la Asamblea nos exhorta a la
conversión, al arrepentimiento y a una evaluación crítica
de nuestros fallos para curar las divisiones del cuerpo de Cristo, de nuestra
vacilación en decir No a todo lo que nos divide y Sí a todo
lo que augura una mayor unidad.
32.
Sin embargo, a veces, nuestro No ha sido más fuerte que nuestro
Sí. A veces, hemos permitido que se confundan nuestra visión
de unidad y las relaciones justas en la iglesia y en el mundo con ambigüedades
y antagonismos de años de confrontación en la guerra fría.
No es el momento de dormirnos en los laureles, de conformarnos con nuestro
pasado. Las tensiones que se evidencian actualmente en nuestras redes de
solidaridad ecuménica debido a las dinámicas del proceso
de mundialización, expresan un "ecumenismo de dominación"
despiadado. Aunque debemos decir No al orden mundial que niega a cientos
de millones de personas el derecho a la vida y a la dignidad humana, y
pone en peligro la viabilidad del tejido de la propia vida, se nos exhorta
a decir Sí, hoy más que nunca, a los esfuerzos que afirman
y defienden la vida, que curan la comunidad humana y restauran la integridad
de la creación. El mensaje del jubileo, inherente al tema de la
Asamblea, no es un proyecto de un nuevo orden, sino que, en medio de un
mundo quebrantado e imperfecto, apunta a esferas en las que es necesaria
la conversión. No promete un inminente "nuevo cielo y nueva tierra",
antes bien, es lo que era y sigue siendo: un mensaje de liberación
de cautiverios que aún nos retienen en nuestro camino ecuménico,
y un proyecto de esperanza para la reconstrucción de la comunidad
en la que se restaura el lugar que corresponde a los que han sido marginados
y excluidos.
33.
En el texto "Nuestra Visión Ecuménica", (que se incluye en
la Guía de Trabajo de la Asamblea), que se formuló sobre
la base del documento EVC, se pretende dar cuenta de la esperanza que está
en nosotros. El texto ha sido redactado en forma de letanía expresada
en el lenguaje litúrgico del culto. Constituirá el marco
del servicio de culto de renovación del compromiso, el 13 de diciembre,
cuando se celebrará el cincuentenario del CMI. Constituye una invitación
a contextualizar la visión para que llegue a ser la expresión
común de esperanza de esta Asamblea. Y lo que está en juego
no es tanto el núcleo central de la propia visión, sino los
símbolos bíblicos del reino de Dios, de plenitud de vida
en la presencia de Dios, de un nuevo cielo y una nueva tierra establecidos
por relaciones justas, la reunión de todas las cosas en Cristo,
que son la fuente de inspiración de nuestras esperanzas y visiones.
Lo importante aquí es sobre todo encontrar un lenguaje que nos permita
interpretar y explicar esas imágenes bíblicas a las generaciones
actuales y futuras, a fin de que puedan, así, responder a la vocación
ecuménica con la misma convicción con la que lo hicieron
las generaciones que nos prepararon el camino.
34.
La declaración sobre la visión comienza afirmando el legado
de los que nos precedieron. Nos recuerda que seguimos siendo el pueblo
peregrino de Dios. Y formula una visión para el Movimiento Ecuménico
del día de hoy:
y
rompe la espiral de la violencia. y
a buscar el encuentro con los creyentes de otras
religiones". 35.
Cualquier visión que no inspire nuevas formas de actuar es una lejana
utopía. Y hasta puede impedir un discernimiento sensato de la realidad,
corriendo el peligro de transformarse en una ideología sofocante.
Sólo es convincente cuando ayuda a descubrir e identificar las contradicciones
del presente y a liberar energías para el cambio y la transformación.
Es esa visión común la que impulsa a las iglesias en el Movimiento
Ecuménico a hacer manifiesta una nueva calidad de relaciones unas
con otras, que exprese y anticipe un nuevo orden, una nueva cultura. La
pujanza y la integridad del Movimiento Ecuménico residen en esa
red mundial de relaciones que sustenta, en cada lugar, el deseo de las
iglesias de ser una verdadera iglesia, de constituir comunidades de vida
viables, de construir comunidades de apoyo, de proporcionar un santuario
y un espacio a los que están perdidos o excluidos. Al dar expresión
a esa visión en su culto y su vida, las iglesias ofrecen un nuevo
sentido a la vida de quienes se sienten perdidos o abandonados, y anticipa
la plenitud que es la promesa escatológica de Dios. Con esa visión,
las iglesias pueden, por la gracia de Dios, llegar a ser auténticas
comunidades de esperanza en un mundo que necesita firmes
fundamentos.
"Anhelamos
la unidad visible del cuerpo de Cristo,
El elemento
central de esta visión es la restauración o la construcción
de comunidades humanas viables. En tiempos de creciente individualismo,
fragmentación y exclusión, arroja nueva luz sobre las esperanzas
tanto del Norte como del Sur. Al afirmar con firmeza la vida y el derecho
a la vida para todos, continúa el impulso de la Asamblea de Canberra.
Sus ejes son los conceptos de plenitud, reconciliación, comunidad,
diálogo y tolerancia, solidaridad y limitación del poder.
La declaración sobre la visión fomenta la formulación
de valores y normas compartidas, la construcción de una nueva cultura
del diálogo y la buena disposición para aprender unos de
otros, de la no violencia y de la solución pacífica de los
conflictos, del compartir y de la solidaridad. Esta visión de una
cultura alternativa de la comunidad humana en la iglesia y la sociedad
puede parecer utópica, ya que es contraria a la imposición
de otros valores y normas en un mundo mundializado. Está arraigada
en la confianza de que existe una alternativa a la competencia sin límites,
al crecimiento a cualquier costo, en lugar del crecimiento suficiente,
al uso abusivo en lugar de la regeneración, al individualismo en
lugar de la comunidad.
que
afirma los dones de todos,
Tenemos
esperanza en la curación de la comunidad humana,
jóvenes
y ancianos, mujeres y hombres, laicos y
ordenados.la
plenitud de toda la creación de Dios.
Creemos
en el poder liberador del perdón,
que
transforma la hostilidad en amistad
Aspiramos
a una cultura del diálogo y de la solidaridad,
a
compartir la vida con los extranjeros
Plenarias delibertivas
Octava Asamblea y 50 Aniversario