Cincuenta Aniversario y Octava Asamblea del CMI |
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Crónica mensual no. 5 |
Así pues, los ortodoxos estaban en el centro de la "efervescencia del ecumenismo", a
comienzos del siglo XX, y ayudaron a promover la formación y la consolidación de los
movimientos que, en 1948, aunaron sus fuerzas para constituir el Consejo Mundial de Iglesias.
Cabe destacar, pues, que desde los comienzos, las relaciones
de los ortodoxos con el ecumenismo moderno se han caracterizado al mismo tiempo por el
entusiasmo y el malestar, la alegría y el pesar, el estímulo y la crítica. Para
poder explicar esta paradoja, pienso que sería útil que, como cristiano ortodoxo,
comience por presentar a los ortodoxos.
¿Quiénes son los ortodoxos?
Los primeros tiempos de la Iglesia Ortodoxa tienen para
nosotros una gran importancia y no sólo porque son antiguos. Como ortodoxos creemos en la
continuidad de la fe, de la enseñanza y en una comunidad que existe desde que se formó
la iglesia cristiana, y creemos, además, que esa continuidad es tangible y localizable. Cuando
confesamos en el Credo Niceno-Constantinopolitano que creemos en "que la Iglesia es Una, Santa,
Católica y Apostólica", nos vemos a nosotros mismos como esa iglesia. Esto no
significa que los ortodoxos limiten toda la verdad, toda la realidad de la iglesia, y toda la actividad
del Espíritu Santo a su Iglesia. Pero sí creemos que los cismas históricos que
han hecho que el cristianismo mundial esté actualmente tan dividido, se deben a una
separación de las "creencias verdaderas" de la Ortodoxia. Es necesario aclarar este punto,
porque es causa de una de las mayores dificultades en el encuentro entre ortodoxos y no ortodoxos y
entre los ortodoxos y las instituciones ecuménicas.
La Iglesia, las iglesias y el Consejo Mundial de
Iglesias
Sin embargo, reiteramos que los ortodoxos no limitan toda la verdad y la gracia a su propia iglesia.
Y es precisamente el gozoso descubrimiento de todo lo que tenemos en común con otras
tradiciones cristianas (como la fe en un Dios trinitario único, la fe en Jesucristo como
Señor y Salvador) así como la identificación constructiva de lo que, en nuestra fe
y nuestra vida, también es causa de división entre los cristianos en el día de hoy,
que constituyen la razón de ser de nuestra participación en el Movimiento
Ecuménico. Sin embargo, la tensión fundamental que existe entre estas dos
concepciones de la iglesia universal, o "ecuménica", está en el centro mismo del
ecumenismo moderno. Aunque, desde sus comienzos, esta cuestión ha sido abordada con
mucho cuidado en los documentos normativos del CMI, sigue habiendo malentendidos y falta de
sensibilidad, por no decir desinformación (por parte de los grupos ortodoxos y no ortodoxos
que son exteriormente hostiles al CMI), en torno a esa tensión.
Tiempos decisivos
La situación ortodoxa
El problema del proselitismo
El clima en el CMI
(Teniendo en cuenta el otro lado de la balanza, es necesario reconocer que, desde la perspectiva de
los no ortodoxos en el CMI, nosotros, los ortodoxos, podemos suscitar sentimientos de
frustración cuando no de decepción. Nuestra identificación con la iglesia
universal puede parecer arrogante, nuestra forma de trabajo puede parecer incoherente e irracional,
así como nuestro pensamiento arcano y poco propenso a la autocrítica. Y a veces
comprendemos sin dificultad cómo se perpetúa esa imagen que presentamos de nosotros
mismos.)
Sin embargo, no sólo los ortodoxos viven esas tensiones y malestar, aunque, en cierta medida,
constituyen el organismo de iglesias miembros del CMI que experimenta de manera más clara
esas tensiones hasta el punto de que, en el caso de muchas iglesias, está en peligro su propia
condición de miembro.
Una asamblea decisiva
La Asamblea de Harare ofrecerá como atracción principal un foro abierto llamado
"Padare" (palabra shona que significa "lugar de reunión"), y muchas de las cuestiones que se
presentarán en ese foro pueden ser difíciles de entender o de aceptar para muchos
ortodoxos. Aunque, oficialmente, el CMI no asume ninguna responsabilidad en relación con
las presentaciones que tendrán lugar en el Padare, no será fácil distinguir entre el
aspecto público de la Asamblea y las orientaciones del CMI. Y ya han comenzado a surgir
problemas a este respecto: por ejemplo, algunas iglesias han reaccionado enérgicamente
contra la autorización dada por el CMI a ciertos grupos homosexuales de presentar
contribuciones en el Padare.
Por otra parte, la declaración normativa más reciente del CMI, Hacia un Entendimiento
y una Visión Comunes del CMI, constituye un aspecto prometedor. Se trata de un documento
que es fruto de una seria reflexión y ha sido redactado con mucho cuidado, y que refleja, al
mismo tiempo, un proceso de reestructuración que afecta a todos los niveles de la actividad
del CMI. Este proceso de evaluación y de adopción de medidas, que se
examinará y aprobará en la Asamblea, puede ser portador de una relación
más gratificante entre las iglesias ortodoxas y las otras iglesias del CMI.
Conclusión
¿Por qué continuar en el Consejo?
Las relaciones entre los ortodoxos y el Consejo Mundial de Iglesias suscitan esperanzas y problemas
que surgen de todas partes. ¡Sin embargo esperamos que esta relación continúe
con osadía, coraje, honestidad y buena voluntad!
Presentes desde el comienzo
En 1920, mucho antes de la Fundación del Consejo Mundial de Iglesias, el
Patriarcado Ecuménico dirigió una encíclica "A las iglesias de Cristo en todo el
mundo". Era un llamamiento del primer patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Oriente a todas las
iglesias cristianas para que, dejando de lado toda desconfianza y amargura, examinaran juntas la
naturaleza de la comunión que existe entre ellas a pesar de las diferencias doctrinales. En esa
encíclica se instaba a tomar varias medidas concretas a fin de estrechar las relaciones entre las
iglesias, y, en particular, a entablar relaciones e intercambios de índole diferente en amplios
sectores de la vida eclesial. Entre estas propuestas prácticas se destacaba la formación
de una "liga" o "comunidad", siguiendo el ejemplo de la recién fundada Sociedad de las
Naciones.
La palabra "ortodoxo" -que viene del griego y significa "creencia verdadera" o
"gloria verdadera"- califica a dos grandes familias de iglesias autocéfalas (con gobierno
propio), generalmente llamadas "ortodoxas" (calcedonias) y "ortodoxas orientales" (no calcedonias),
que se consideran a sí mismas en una ininterrumpida continuidad con la iglesia primitiva
establecida por Cristo y sus apóstoles. Las dos familias dividieron su comunión en el
siglo V debido a una serie de razones de orden cultural, político y teológico. (Y si
cabe esperar una reconciliación en un futuro próximo entre estas dos familias se
deberá en gran parte a lo que hemos aprendido unas de otras gracias a nuestra
participación en el Movimiento Ecuménico.) Históricamente, las "iglesias
ortodoxas" (calcedonias) están establecidas en Asia menor, Grecia, Rusia, los Balcanes y
Oriente Medio, en tanto que las "iglesias ortodoxas orientales" (no calcedonias) se encuentran en
Armenia, Asia menor, Oriente Medio, India, Egipto y Etiopía. Sin embargo, debido, sobre
todo, a los desplazamientos cada vez más frecuentes de poblaciones en el siglo pasado, la
presencia ortodoxa se manifiesta en todo el mundo, con comunidades importantes y misiones
florecientes en los cinco continentes.
La palabra "ecuménico" procede del griego "oikoumene" que significa
"todo el universo". Así pues, ecuménico significa universal. Sin embargo, aunque la
palabra "oikoumene" predomine en el lenguaje del CMI, y figure incluso en su logotipo, las iglesias
miembros la interpretan de diferentes formas. Simplificando, podríamos decir que para
muchas personas, las iglesias cristianas de todas las tradiciones que existen actualmente -protestante,
católica y ortodoxa- constituyen juntas la "iglesia universal". Pero para nosotros, los
ortodoxos, la Iglesia Ortodoxa es la Iglesia Universal. Por lo tanto, para que sea posible una mayor
unidad, el amplio consenso que existe dentro de la Iglesia Ortodoxa sobre las cuestiones de fe y de
vida eclesial debería ser compartido por las otras iglesias. (Los católicos romanos
consideran a su iglesia, y la unidad de la iglesia, de la misma forma.)
Estos son tiempos decisivos en la relación entre las iglesias ortodoxas y el
CMI. Un signo doloroso de las tensiones que parecen ser cada vez mayores en estos últimos
años fue la decisión de la Iglesia Ortodoxa de Georgia, en mayo de 1997, de retirarse
del CMI. Todas las iglesias ortodoxas, sin excepción, juntas y por separado, están
actualmente en un proceso de seria reflexión en relación con la naturaleza y el objetivo
de su participación en el ecumenismo institucionalizado. ¿Cuáles son algunas de
esas tensiones?
Muchas de las dificultades se han originado tras los recientes acontecimientos a
nivel político. La caída del comunismo ha tenido como resultado un aumento
repentino de la libertad religiosa y de las consiguientes oportunidades que ha inducido un
reavivamiento de la espiritualidad y la vida eclesial, pero, al mismo tiempo, asistimos a un aumento
del nacionalismo y la xenofobia, que impiden una actitud receptiva en relación con los
esfuerzos ecuménicos. Entre los ortodoxos de Occidente, cabe señalar otras
consideraciones que pueden contribuir a fomentar la desconfianza o la hostilidad por lo que respecta
a la cooperación entre cristianos: emigrantes de países predominantemente ortodoxos,
al igual que conversos de iglesias no ortodoxas, definen, a veces, su identidad ortodoxa destacando
de igual manera lo que son y lo que no son. A todo esto podemos añadir también el
creciente fundamentalismo que es un fenómeno mundial y atraviesa las fronteras
confesionales.
Algunos ortodoxos piensan que la participación en el ecumenismo significa
la aceptación del proselitismo. Creen que el ecumenismo, que entraña receptividad para
con las diferentes iglesias cristianas, también significa una aprobación de la
práctica de enviar misioneros a países con mayoría ortodoxa para "robar ovejas"
o convertirlas, incitándolas a abandonar la ortodoxia. De hecho, como el proselitismo es, por
naturaleza, una empresa claramente antiecuménica, el CMI ha condenado reiteradamente y
concretamente esta práctica.
En general, muchos ortodoxos tienen una dificultad cada vez mayor en adherirse
a lo que ellos consideran como la idiosincracia y el programa del CMI. Cuando se examinan temas
teológicos, sociopolíticos o morales/éticos, algunos tienen la impresión de
que prácticamente no hay límites en la diversidad que se tolera. Para muchos, aunque
el CMI no propone ni impone ninguna orientación propia, existe una tendencia de facto a
empujar a los que sostienen posiciones teológicas o morales más conservadoras a
colocarse a la defensiva. Existe una fuerte tendencia a celebrar el culto en las reuniones
ecuménicas de formas que son ajenas a la sensibilidad ortodoxa. En breve, digamos que los
participantes ortodoxos en el CMI tienen la impresión de que, debido a diversos factores, ellos
son una minoría, a veces simplemente un grupo de interés especial, en medio de una
amplia mayoría de protestantes.
Si estos son tiempos decisivos en la relación de las iglesias ortodoxas con
el CMI, la próxima Octava Asamblea del CMI que se celebrará a finales de este
año en Harare, constituirá también un momento decisivo. En un acontecimiento
de esta índole habrá oportunidades de comunión y de descubrimiento, pero
también puede dar lugar a una exacerbación de los problemas que he expuesto
anteriormente. Como en asambleas pasadas, el culto tendrá un carácter a veces
acogedor y a veces alienante. Una vez más, no habrá una celebración
común de la eucaristía -la concepción ortodoxa del sacramento de
comunión (que se considera la expresión suprema de la unidad en la fe) prohíbe
compartir el sacramento con los que no son ortodoxos- y será nuevamente para todas las
partes un motivo de dolor.
Alegrías y penas
Los ortodoxos participarán en la próxima Asamblea en Harare y la observarán
con mezclados sentimientos de esperanza y aprehensión, aceptación y crítica, esa
paradójica mezcla de entusiasmo y consternación que ahora sabemos no es nada nuevo.
Pero también sabemos que las tensiones están a un nivel muy alto.
Habida cuenta del cuadro más bien desolador que he presentado, uno podría
preguntarse con razón si yo pienso que los ortodoxos deberían seguir siendo miembros
del Consejo. La respuesta es sí. La labor en favor de la plena unidad visible de los cristianos
es una labor santa. Aunque nosotros como ortodoxos consideramos que la iglesia universal se
encuentra dentro de la comunión de nuestra iglesia, daríamos pruebas de impiedad si no
miráramos fuera de nuestra iglesia para afirmar y comprometernos con todo lo que, en los
otros, es real y bello, con todo lo que viene de Cristo. Todos compartimos la responsabilidad ante
Dios de discernir los factores de desunión entre cristianos que se deben meramente a
malentendidos o a causas históricas y culturales de lo que corresponde al nivel de la
teología y de la vida. En cierta medida, todo esto podría ser posible sin el Consejo
Mundial de Iglesias. Pero el CMI es un instrumento único, la comunidad mundial más
amplia que tenemos.
Y aunque no queramos admitirlo, muchos de los temas
sociopolíticos y éticos/morales que están en el centro del programa de las
actividades del CMI también deberían estar más en el centro de nuestras
preocupaciones.
Una joven con su hijo en un hogar para madres solteras en San
Petersburgo, Rusia, dirigido por un comité ecuménico.
(WCC/Peter Williams)Los ortodoxos que tienen un
sentimiento ambivalente en relación con el esfuerzo ecuménico, olvidan a menudo todo
lo que sus iglesias se han beneficiado desde un punto de vista material de la asistencia que han
recibido por medio del CMI. A parte de este hecho importante aunque prosaico, la posibilidad de
encuentro con otros cristianos nos ayuda a avanzar en la renovación de la vida de nuestra
iglesia que hoy tanto necesitamos. Cuando vamos a los foros entre cristianos a predicar nuestra
gloriosa teología, salen a la luz nuestras fallas en el esfuerzo para vivir con arreglo a esa
teología.
El Dr. Peter Bouteneff es miembro de la Iglesia Ortodoxa en América y es uno de los
secretarios ejecutivos de Fe y Constitución.
Peter Bouteneff queda a disposición para cualquier consulta o
comentario. Periodistas de radio: tomen nota de que, a efectos de esas entrevistas, hemos instalado
una línea RDSI en nuestro estudio de radio utilizando un Codec CCS M66I de 64K.
Si desean reproducir el artículo, deberán especificar el nombre del autor. Si lo desean
también pueden acortar el artículo pero deberán añadir una nota
explicativa. Les rogamos nos envíen un ejemplar de esas publicaciones para nuestros archivos.
Muchas gracias.
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Bouteneff. El uso de las fotografías es gratuito siempre y cuando acompañen el
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° Delegación
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Si lo desean pueden telecargar los logotipos de la Asamblea y del 50 aniversario directamente de esta
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° Iglesia Ortodoxa
Armenia, Nagorno-Karabagh (5852-2>
° Iglesia Ortodoxa Rusa
(6087-0A)
° Madre soltera, San Petersburgo, Rusia (6118-5)
John Newbury
Responsable de Prensa e Información del CMI
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