Cincuenta Aniversario y Octava Asamblea del CMI | ||
Crónica mensual no.2 |
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¡Buscad a Dios con la alegría de la
esperanza! Una reflexión personal sobre el tema de la Octava Asamblea del CMI que se celebrará en Harare, Zimbabwe del 3 al 14 de diciembre de 1998 Thomas F. Best |
Información para jefes de redacción y
periodistas
Esta es una versión revisada de un artículo que fue
publicado en The Ecumenical Review en julio de 1996. El Rev. Thomas F. Best es miembro
de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo). El autor queda a su disposición para
cualquier comentario o entrevistas.
Periodistas de radio: tomen nota de que, a efectos de esas entrevistas, hemos instalado una
línea RDSI en nuestro estudio de radio utilizando un Codec CCS M66I de 64K.
Si desean reproducir el artículo, deberán especificar el nombre del autor. Si lo
desean también pueden acortar el artículo pero deberán añadir una nota
explicativa. Les rogamos nos envíen un ejemplar de esas publicaciones para nuestros archivos.
Muchas gracias.
También pueden solicitar fotografías para acompañar el artículo de
Thomas Best. El uso de las fotografías es gratuito siempre y cuando acompañen el
artículo. Para otros usos se aplicarán las tarifas usuales del CMI.
Pueden obtenerse reproducciones de buena calidad mediante Internet en nuestro sitio Photo Oikoumene o por correo normal
solicitándolo a la Oficina de Photo Oikoumene en la dirección del CMI que figura
más abajo; también pueden hacer su solicitud por correo electrónico a photo.
Sirvanse citar las siguientes referencias:
También pueden telecargar los logotipos de la Asamblea y del 50 aniversario directamente de
esta página.
"... sistemas que recompensan la coidicia..." -un edificio de la
"city", el corazón del distrito financiero de Londres.
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Un tema de hoy
La convocación de la Octava Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias
tiene lugar en tiempos de crisis que interpelan a las iglesias, al Movimiento Ecuménico y al
mundo, y constituyen, al mismo tiempo, una oportunidad.
El tema de esta Asamblea: "Buscad a Dios con la alegría de la esperanza" es una
exhortación y un desafío a los cristianos y las iglesias para que proclamen juntos su fe
trayendo un mensaje de esperanza y de nueva vida a un mundo presa de la duda, el sin sentido y la
desesperanza..
Al formular el tema de la Asamblea se tenía plena conciencia de los problemas que ponen a
prueba la fe cristiana hoy.
Agricultor en la nueva Sudáfrica hablando con un
funcionario de iglesia sobre sus planes de volver a las tierras de la familia tras 20 años.
Sin embargo, también están actuando poderosas fuerzas en sentido contrario: el
individualismo personal, fomentado por las necesidades de un mercado aparentemente insaciable,
que define el valor social y personal en términos de ganancia material. Un individualismo
colectivo, que suele estar sustentado por una larga historia de opresión y esperanzas
frustradas, que privilegia a un determinado grupo racial, cultural o étnico en detrimento de
otros. Y una cultura de violencia - de muerte- que desafía tanto a la humanidad como a la
razón, y que antepone la competencia a la cooperación, la dominación a la
solidaridad, y absorbe ingentes recursos en la fabricación de artefactos de
destrucción.
Cabe mencionar también la situación de la iglesia en la que abundan signos tanto de
renovación como de decadencia. En el hemisferio Sur las iglesias están creciendo a ojos
vistas y, en el Norte, se manifiesta una clara voluntad de reparación de antiguos anatemas y
divisiones y, en todas partes, hay
Cabe destacar también la situación ecuménica en la que se manifiestan tanto la
determinación como la resignación. En la centuria pasada, las iglesias aprendieron a
rendir culto a Dios, a reflexionar, a dar testimonio y a servir juntas. Son claras las señales de
que están preparadas para pasar a una nueva fase del Movimiento Ecuménico, pero
aún se muestran vacilantes. Dan la extraña sensación de que no pueden o no
quieren, o simplemente tienen miedo de sacar las consecuencias de la experiencia
común acumulada durante este "siglo ecuménico".
Con estos problemas, y otros más, se confrontarán los delegados en
el marco de la Octava Asamblea del CMI. Otros asuntos específicos del CMI también
estarán en el orden del día de la próxima Asamblea, transformándola en un
momento decisivo para su historia y, posiblemente, en un nuevo punto de partida para la vida del
CMI y la peregrinación ecuménica de las iglesias. En 1998, se conmemorará el 50
aniversario de la fundación del CMI. Además de los festejos, ese será
también el momento adecuado para hacer una exhaustiva evaluación y establecer nuevas
orientaciones.
El tema de la Asamblea se desarrollará con una estructura y una dinámica que dan
cuenta de tres momentos específicos de la fe y la vida cristianas:
El Dios que buscamos es un Dios fiel que ha actuado a lo largo de la historia para
establecer y mantener el mundo y el pueblo de Dios. Buscamos a Dios - podemos buscar a Dios-
porque Dios nos buscó primero a nosotros. El fundamento de nuestra esperanza y la fuente de
nuestra vida no es nuestra propia fidelidad, sino la fidelidad de Dios. Dios permanece fiel, aunque
nosotros no le seamos fieles (Gn 9:11; Dt 4:25-31).
Buscar a Dios es recordar los actos del poder y el amor de Dios y confesar que estamos llamados a
obedecerle.
En nuestra era de individualismo es fundamental tomar nota de que ese "recordar" suele tener lugar
en el marco de la liturgia en presencia de la comunidad o de sus representantes.
Nuestra respuesta: actuar inspirados por el
amor
Volverse a Dios y a Dios únicamente significa inevitablemente apartarse
de otras cosas, de todos los ídolos que exigen nuestra devoción hoy. Los ídolos
de madera y de piedra denunciados por el profeta Isaías (40:19-20; 40: 9-20) han sido
reemplazados por cosas mucho más insidiosas y seductoras: por sistemas de ganancia material
y social que recompensan la codicia más que la generosidad; por sistemas políticos y
económicos que recompensan a los que ya tienen, a expensas de los que no tienen; por
sistemas culturales y psicológicos que recompensan hábitos de dominio y de control en
lugar de cooperación, de compartir y de solidaridad.
Al vivir en un contexto cultural y social participamos inevitablemente en sus sistemas de valores, de
control y de recompensa: y tenemos intereses en nuestra propia opresión por el pecado. Por
ello, el llamamiento a "buscar a Dios" siempre es una exhortación al arrepentimiento, a
abandonar deliberadamente los valores dominantes de nuestra sociedad.
Ese "buscar a Dios", ese "volverse a Dios" afecta a todos los aspectos de nuestra vida y a todos los
aspectos de nuestras relaciones. Exige una nueva espiritualidad, expresada no sólo en actos
devocionales personales, sino en una forma de vida orientada hacia el Dios vivo.
Mediante ese "arrepentimiento", al dejar de considerarnos el centro de nuestra propia vida,
establecemos una nueva relación no sólo con nosotros mismos sino también con
nuestro prójimo.
¿Y cómo hemos de "volvernos a" nuestro prójimo? En la misma forma en que Dios se
volvió a nosotros, con ternura y amor.
"Buscar a" nuestros prójimos significa hacer justicia a ella o a él, o a ellos. Del mismo
modo que Dios ha actuado para nuestra salvación, así debemos actuar para el bien de
nuestro prójimo, la comunidad y todo el orden creado.
La justicia no es básicamente una cuestión de cálculo acerca de lo que está
bien y lo que está mal, ni de programas sociales, sino que apunta fundamentalmente a nuestras
relaciones. La justicia trata de restaurar la relación, enderezando lo que estaba torcido, o
destruido por abuso de poder personal o comunal, o por desigualdades de oportunidades
económicas, culturales o sociales.
Llevada a sus últimas consecuencias, la justicia va más allá del cálculo de
lo que está bien y lo que está mal; de hecho, parece a menudo contradecir el concepto
de sentido común de equidad o incluso de buen sentido, como cuando Jesús
pidió a sus discípulos que dieran pruebas de amor yendo una segunda milla - ¡y no
sólo la segunda! (Mt 5:41; véase también 5:43-48 y Mt 20:1-16).
Dado que la justicia procura el bien del prójimo, y que trata de reparar los agravios y corregir
los desequilibrios en la comunidad, su meta definitiva es la reconciliación. Como la
incomprensión nace de la injusticia y de las disparidades de oportunidad o de la falta de
comprensión, la instauración de la justicia es una condición previa para la
verdadera reconciliación. El salmista sueña con un tiempo en el que "la justicia y la paz
se besarán" (Sal 85:10).
Esto significa que las iglesias deberán participar en las luchas por la justicia. Significa
también que las iglesias deben
LA ALEGRÍA DE LA
ESPERANZA
La "alegría" cristiana no es un "sentimiento positivo" superficial, ni es la
esperanza cristiana un optimismo fácil; ambos conceptos surgen de la experiencia de las
primeras comunidades cristianas que, enfrentadas con situaciones imposibles, dificultades y
persecuciones descubren que, en su vida común en Cristo, disponen de recursos suficientes
para cada día (véase Mt 10:19).
Algunas de las calidades de la esperanza cristiana son especialmente útiles para reflexionar
sobre el tema de la Asamblea.
Esperanza radical
La resurrección es el "sí" de Dios a Jesús de Nazaret y al mesías que
Él entendía debía ser: no ya un gobernante autoritario, sino un siervo que sufre
por otros.
El poder de la esperanza a la que estamos llamados es el poder del amor de Cristo que se da a
sí mismo; y esa clase de esperanza, arraigada en el sufrimiento, no puede ser ni triunfalista, ni
coercitiva, ni utópica ni sentimental.
Esperanza inclusiva
Esta esperanza inclusiva insiste en que todas las personas están en el ámbito del amor y
de la bondad de Dios y en el ámbito de la preocupación cristiana (Lc 14:15-35; 14-13).
Es evidente que la propia iglesia está llamada a vivir un amor incluyente que valora a todos y
se complace de todos sus dones. Y si es realmente el cuerpo de Cristo -- el Cristo que llegó a
todos -- ¿cómo podría la iglesia excluir a cualquiera de aquellos por los que Cristo
murió, o sea, a cualquier ser humano?
El amor incluyente abarcará a todos los necesitados. Abarcará incluso al "otro", al
repulsivo y amenazador "otro". Llegará tanto a nuestras víctimas como a nuestros
enemigos, a los que están unidos a nosotros por el recuerdo de errores cometidos, y de
heridas infligidas a unos y a otros.
Mujeres palestinas e israelíes participando juntas en
una manifestación por la paz en 1990.
Esperanza esperanzada
Pero eso no basta. Porque no podemos equivocarnos: la redención es necesaria para los seres
humanos y para el resto de la creación. La humanidad lleva la marca del pecado, como lo
prueba cada día la terrible enumeración de desastres sociales en cualquier
periódico. Y la naturaleza, a pesar de toda su alegría y belleza insondables, es
también un lugar de desecho y de gran sufrimiento, en el que la vida existe a costa de la vida,
en la que los animales matan y se comen unos a otros -tienen que comerse unos a otros- para
poder sobrevivir.
La medida de nuestra esperanza cristiana es que nació y ha florecido frente al rechazo y a la
muerte. Esto ha sido posible porque la esperanza sabe de quién depende, y de quién
nosotros dependemos: del Dios que actuó en Jesucristo por el poder del Espíritu Santo,
y que nos prometió que al final no nos abandonará ni nos destinará a la
destrucción.
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principales.
Un tema que aporta esperanza
"Contarás siete semanas de años, siete veces
siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a
sumar cuarenta y nueve años. Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el
séptimo mes; el día diez del mes -el día de la expiación-haréis tocar
la trompeta por toda vuestra tierra. Así santificaréis el año cincuenta y
pregonaréis libertad en la tierra a todos sus habitantes. Ese añ os será de
jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su
familia." (Lev 25:8-10)
En el año cincuenta de su fundación, el CMI celebrará su Octava Asamblea en
torno a un eje principal: el tema del Jubileo. El texto original de Tom Best (véase
artículo principal) es una reflexión sobre este tema. He aquí los principales
puntos:
La tradición bíblica del jubileo proclama que no sólo el espacio ("del
Señor es la tierra", Sal 24:1) sino también el tiempo pertenecen a Dios y, para
demostrarlo, el pueblo de Dios ha de fijar un tiempo en que deberán cesar las actividades
normales, en particular el comercio y el intercambio, a fin de colocar en el centro de nuestra vida los
valores más fundamentales.
Un día para descansar, abstenerse de negocios, para reponer fuerzas, para considerar que el
no hacer nada es algo positivo --estas ideas son ajenas a sociedades basadas en la adquisición
de bienes, donde hasta las actividades de esparcimiento se llevan a cabo con adusta seriedad que las
convierten en trabajo.
El Año del Jubileo debe traer consigo "liberaciones" que tienen consecuencias radicales: de
personas sometidas por otros a servidumbre -incluida la carga financiera de la deuda--(Lev
25:39-42), de la tierra bajo el dominio de nuevos propietarios (Lev 25:13-17, 25-28). Una y otra
acciones se entienden como la restitución de algo que se había perdido por infortunio o
a causa de la conducta agresiva de otras personas.
La tradición del Año del Jubileo refleja muchos aspectos del tema de la Asamblea. Habla
del Dios al que buscamos. Las prescripciones del jubileo en favor de la justicia social
mediante la restitución nos hablan de quién es Dios, y de la clase de pueblo que mejor
puede servirle.
El Año del Jubileo habla de nuestra respuesta inspirada por el amor a los actos
salvíficos de Dios. "La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra es
mía; y vosotros como forasteros y extranjeros sois para mí" (Lev 25:23). Debemos
identificarnos con las necesidades de otros, anteponiéndolas a nuestras reivindicaciones
interesadas: "y lo (al extranjero) amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la
tierra de Egipto. Yo, el Señor, tu Dios" (Lev 19:34).
El jubileo nos habla asimismo del impulso a alegrarnos en la esperanza. Porque el Jubileo
apunta más allá del actual orden mundial hacia un estado de coherencia y
próspera armonía. Por su compromiso con la transformación social aporta
esperanza a los oprimidos y a la tierra.
La esperanza del jubileo ocupó un lugar preeminente en las enseñanzas de Jesús,
quien desde que comenzó su ministerio en Galilea anunció la irrupción del
"año agradable del Señor" (Lc 4:19), y proclamó "la libertad a los cautivos". Y
hasta incluyó en la oración que enseñó a sus discípulos la
anulación de las deudas: "...perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores"(Mt 6:12).
Que sepamos, históricamente, el Jubileo nunca fue llevado a la práctica. Por lo tanto, al
restaurar esta tradición de restitución, Jesús estaba haciendo una dura
crítica a una sociedad y un sistema que nunca se habían tomado en serio las
prescripciones del Jubileo de Dios.
Parece evidente que la "crítica del Jubileo" de Jesús debe ser oída claramente
hoy, y con tanta o mayor claridad en las propias iglesias.
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John Newbury Responsable de Prensa e Información del CMI Apartado 2100 CH-1211 Ginebra 2 Teléfono: (+41.22> 791 61 52/51 Fax: (+41.22) 798 13 46 Correo electrónico: media |
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